Octavio Rodríguez Araujo
Fox y su política exterior con Cuba
El presidente Vicente Fox y su secretario de Relaciones
Exteriores, Jorge G. Castañeda, deliberadamente ignoran la Doctrina
Estrada (DE) y los principios históricos de la política exterior
mexicana, así como los compromisos adquiridos al firmar la Carta
de las Naciones Unidas y la de la Organización de los Estados Americanos.
Bastaría decir que entre las facultades y obligaciones
del Presidente de la República consagradas en la Constitución
Política, que juró al tomar posesión como tal, destacan
en relación con la política exterior las enunciadas con absoluta
precisión, es decir, sin problemas de interpretación, en
la fracción X del artículo 89. En esta fracción se
lee: "Dirigir la política exterior y celebrar tratados internacionales,
sometiéndolos a la aprobación del Senado. En la conducción
de tal política, el titular del Poder Ejecutivo observará
los siguientes principios normativos: la autodeterminación
de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica
de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza
en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los
estados; la cooperación internacional para el desarrollo; y
la lucha por la paz y la seguridad internacionales" (las cursivas son mías).
Estos principios normativos, es decir, que sirven de norma
o como precepto jurídico, forman la columna vertebral de nuestro
sistema constitucional desde principios del México independiente.
La Constitución de Apatzingán del 24 de octubre de 1814,
en su artículo 9, señalaba que "ninguna nación tiene
derecho para impedir a otra el uso libre de su soberanía". La autodeterminación
y la no intervención no pueden ser principios regateables de ninguna
nación que se respete y que respete a las demás. Son principios,
por cierto, muy anteriores a la Doctrina Estrada (1930), ratificados por
ésta, e incluidos en las cartas ya mencionadas de la ONU y de la
OEA y en nuestra Constitución.
Cuando en agosto de 2000 y como Presidente electo, Fox
declaró en Santiago de Chile que revisaría la Doctrina Estrada,
nos estaba revelando sus intenciones. Y cuando más adelante añadió
que respetará la soberanía de cada país, pero sin
callar lo que le parezca equivocado en materia de democracia y de derechos
humanos, es obvio que se refería a lo mismo, a la revisión
de nuestra Doctrina, comenzando con Cuba, país sobre el que señaló
que deseaba hacerlo avanzar hacia el mercado y la democracia. El 10 de
enero de 2002 legisladores de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de
Europa discutieron con legisladores mexicanos sobre el ingreso de nuestro
país al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Pertenecer a este
consejo, opinaron los europeos, contradice la Doctrina Estrada de no intervención
ya que "en esa instancia se decide la intervención en países
que no respetan los derechos humanos." (Véase La Jornada,
11/01/02) Algunos legisladores mexicanos, especialmente del Partido Acción
Nacional externaron que eso no sería problema, pues se está
trabajando en la revisión de los principios implícitos en
la DE.
Queda claro de lo anterior que inmiscuirse en materia
de derechos humanos en otros países es contrario a la DE y a los
principios más caros de nuestra tradicional política exterior.
La DE, de la que se habla con más frecuencia que acierto, establece
que "México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos
a los gobiernos porque considera que ésta es una práctica
denigrante, que sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca
a éstas en el caso de que sus asuntos interiores puedan ser calificados,
en cualquier sentido, por otros gobiernos". Al asumirse Fox como defensor
de los derechos humanos y del mercado en otros países está
violentando los principios de nuestra política exterior y la DE
que dijo que revisaría. Aceptando sin conceder que ya revisó
en los hechos la DE, convirtiéndola en "Doctrina Castañeda",
deberá reconocer que no se ha reformado la fracción X del
artículo 89 de la Constitución y que, mientras esto no ocurra,
se obliga a cumplirlo, es decir a cumplir la DE que le sirvió de
antecedente en política exterior.
El argumento de Fox y sus empleados es que los derechos
humanos no tienen fronteras, pero se olvidan de que las naciones sí
las tienen, además de soberanía, y de que los pueblos deben
ser respetados en su autodeterminación. Olvidan, asimismo, la violación
a los derechos humanos en otras naciones, porque el objetivo del gobierno
de Estados Unidos y, en consecuencia de Fox, es Cuba, no los derechos humanos
sin fronteras. La DE es muy clara: no se juzga a un gobierno extranjero,
no se les otorgan reconocimientos y no se califican "sus asuntos interiores".
El argumento de algunos columnistas pagados ha sido que antes, durante
el régimen priísta, se negó la misma doctrina al intervenirse
en El Salvador, Nicaragua, Chile, etcétera, y que entonces nadie
dijo que estaba mal. Esto no es argumento. Si antes se hizo no se justifica
que ahora se haga.
Si lo anterior no fuera suficiente para juzgar la política
injerencista de Fox respecto a Cuba, en la Carta de las Naciones Unidas,
suscrita por México, se dice, en su capítulo I, artículo
2, fracción 7, que "ninguna disposición de esta Carta autorizará
a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente
de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará a
los miembros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme
a la presente Carta". Esto es, señalaba el senador Sobarzo Loaiza
en el sexenio de Miguel de la Madrid, se previene que no podrá autorizarse
la intervención en asuntos que corresponden esencialmente a la jurisdicción
interna de los Estados. Y como puede apreciarse, añadía,
el principio de autodeterminación se halla íntimamente vinculado
con el de no intervención, puesto que sin éste se anularía
el primero. (Véase Alejandro Sobarzo Loaiza en su argumentación
como senador sobre la fracción X del artículo 89 constitucional
en Derechos del pueblo mexicano. México a través de sus
constituciones, Cámara de Diputados, T. IX, p. 559.)
La Carta de la OEA, también suscrita por México,
es todavía más enfática. Su artículo 2, inciso
b,
dice: "Promover y consolidar la democracia representativa dentro del respeto
al principio de no intervención". Esto es, que se puede promover
todo lo que se quiera, incluso los derechos humanos, siempre y cuando sea
"dentro del respeto al principio de no intervención".
Y, por si hubiera alguna duda, en el artículo 3,
inciso e de la Carta se añade:
"Todo Estado tiene derecho a elegir, sin injerencias externas,
su sistema político, económico y social, y a organizarse
en la forma que más le convenga, y tiene el deber de no intervenir
en los asuntos de otro Estado. Con sujeción a lo arriba dispuesto,
los Estados Americanos cooperarán ampliamente entre sí y
con independencia de la naturaleza de sus sistemas políticos, económicos
y sociales."
Y más adelante, en su artículo 18 se lee:
"Ningún Estado o grupo de Estados tiene derecho
de intervenir, directa o indirectamente, y sea cual fuere el motivo, en
los asuntos internos o externos de cualquier otro. El principio anterior
excluye no solamente la fuerza armada, sino también cualquier otra
forma de injerencia o de tendencia atentatoria de la personalidad del Estado,
de los elementos políticos, económicos y culturales que lo
constituyen" (las cursivas son mías).
En la reunión ya mencionada con legisladores de
la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, el presidente de la comisión
de Relaciones Exteriores del Senado de la República, el panista
Fernando Margáin Berlanga, señaló que "es muy importante
y urgente que se precise el concepto de no intervención, a fin de
evitar una confusión o una controversia de la imagen de México
por su participación en dicho consejo (el de Seguridad de la ONU),
y en asuntos internacionales". Abundó que está trabajando
en el procedimiento para revisar los artículos en materia de política
exterior, incluido el principio de no intervención, para ver qué
"debemos adecuar al tiempo que estamos viviendo". Y añadió:
"Espero que nadie se oponga a la revisión, y si el resultado es
que se queden las cosas como están, lo tenemos que respetar." Pero
es el caso que no se están respetando, ni por parte de los panistas
que han apoyado las posiciones de Fox ni, desde luego, por parte del Presidente
de la República.
No soy constitucionalista, pero es probable que estemos
en presencia de una controversia constitucional en la que quizá
debería intervenir la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
pues es obvio que el jefe del Ejecutivo está contraviniendo la Carta
Magna y las cartas de la ONU y de la OEA que el gobierno de México
signó. Por lo pronto, con base en el artículo 87 constitucional,
podemos demandar al Presidente que cumpla con su juramento al tomar posesión
como tal, es decir "guardar y hacer guardar la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos" y que repare que el juramento dice Estados
Unidos Mexicanos y no Estados Unidos de América.