Luis Linares Zapata
La neta geopolítica de Fox
El voto del gobierno mexicano en Ginebra, que aprobó la moción uruguaya de inspecciones sobre derechos humanos a Cuba, le adhirió un robusto grano de arena a la que más tarde se convirtió en amenazadora avalancha de infundios lanzados sobre la pequeña isla del Caribe por la poderosa administración de los republicanos. La nota dada al mundo por su otrora aliado mexicano acunó, qué duda cabe, el señalamiento posterior del gobierno cubano como uno ya no sólo represor, sino abierto conspirador terrorista. Fabrica y comparte la tecnología para hacer, dijeron altísimos funcionarios, espantosas armas biológicas a sólo 90 millas de distancia. Se colocaba así a Cuba dentro del cuarteto de países que Bush identificó con el religioso nombre del "eje del mal". De pegar la especie, difundida con todo el apoyo de medios a la disposición de los americanos, lo demás vendría por inevitable sucesión encadenada de acontecimientos.
Cerrada, al menos por ahora, la posibilidad de destruir a Saddam Hussein a consecuencia de los violentos sucesos entre Israel y los palestinos, que han enajenado a las masas árabes y debilitado sus regímenes, factibles aliados en la pendiente contienda, hay que localizar, con la rapidez de las próximas elecciones internas en Estados Unidos, un sustituto a modo. Poco importa que para levantar la molesta traba que México ponía siempre a manera de contención se contrariara el mandato fijado por la Constitución del 17 para modular la política exterior del país. Pero el cambio, se dice con vehemencia desde Tlatelolco, hay que ejemplificarlo donde se puede y la diplomacia de nuevo cuño así lo exige. Los derechos humanos van primero que la no intervención que se apunta en la ley suprema. El motivo primordial que delinea las actuales relaciones exteriores deriva del proceso integrador con América del Norte, es cierto. Pero entender esta estrategia general y abarcante como la relación privilegiada con la administración de Bush no es precisamente una y la misma cosa.
Si el concierto de naciones, entre ellas las más civilizadas del mundo según una tradicional categorización occidental, condena las violaciones del eternizado régimen de Castro a las libertades civiles, es el momento, se piensa desde centros estratégicos del norte, de insertarlo en una fórmula que permita cualquier agresión posterior, ya sea bajo la forma de recrudecer el bloqueo o una intervención armada. Esta última afirmación, por terrible o fantástica que parezca, es una posibilidad que ha estado presente en el horizonte mucho tiempo y que ahora sólo se le reubica dentro de una firme decisión de combatir, frontalmente, al terrorismo. En cualquier lugar donde se encuentre un terrorista y bajo cualquier forma que adopten sus malvados designios, se le perseguirá, según ha decidido Bush al frente de su enorme ejército.
Pero las previstas concreciones de privilegiar las relaciones con Estados Unidos y, en específico, con la rama ejecutiva de su gobierno, no se han logrado. El presidente Fox apostó todo el éxito de su esfuerzo diplomático al acuerdo migratorio y éste, al paso de los días, las semanas y los meses, se ve cada vez más lejano, a pesar de los nuevos apoyos que desde distintos ángulos y actores recibió. De nada han servido los sacrificios de imagen en que se tornó la oficiosa llamada telefónica para sujetar, "como amigos", a Castro a una indigna agenda y aligerar así la disponibilidad y el tiempo de Fox para concentrarse en el quisquilloso visitante texano. De poco ha servido llevar las relaciones con Cuba al borde de la ruptura y propiciar la escalada de agresiones comentadas. Tampoco parecen arredrarlo las rijosas condiciones generadas entre poderes y partidos, que han ocasionado el desgaste de un canciller que busca votos útiles en México y aliados incómodos (Salinas) en una incomprensible, innecesaria y contraproducente cena europea. El acuerdo no se visualiza en un horizonte asequible y el fracaso ronda por Los Pinos con densa presencia.
Por fortuna para la versión cubana de la historia, el ex presidente Carter ha sido recibido en la isla con los honores y distinciones de un mandatario en funciones. Su amplia agenda de entrevistas con disidentes, los que quiera y para los temas que solicite, y su visita a los centros de investigación biogenética y sus posteriores opiniones al respecto, han desmantelado, que las hubo, las pretensiones agresivas de Bush. No cabrán, por ahora, más alegatos de armas para el terrorismo isleño. Previamente se le había caído a la facción más reaccionaria y belicosa de Miami que abandera el subsecretario de Estado, Otto Reich, la mentira de los aviones enviados a Venezuela el día del fallido golpe de Estado y que pretendía unir, en el ámbito colectivo de los rumores y las premoniciones, a esas dos naciones y a sus gobiernos en un dúo maligno. Sin embargo todo apunta a predecir que la hora de las rectificaciones todavía no ha llegado para la administración del cambio.