El Altar de Venus es la primera serie erótica ''de y para mexicanos''
Las palabras ardientes, ''íntimas y nacionales''
Chingar, palabra maravillosa que no tiene traducción a ninguna lengua: Anabel Ochoa
ARTURO JIMENEZ
Publicar literatura erótica en México no es fácil, pues aunque aquí se consume este género, el grueso de las obras son importadas, con el inconveniente de que las traducciones casi siempre se hacen en el español de España, donde una ''polla" no necesariamente significa el tónico de vino jerez, yemas de huevo y canela que tanto gusta a los mexicanos.
Y es que las palabras ardientes suelen ser ''íntimas y nacionales", como dice Anabel Ochoa, para quien ''la cama de aquí no es la cama de allá". Esta escritora y sexóloga habló durante la presentación de la que podría considerarse la primera colección de literatura erótica ''de y para mexicanos": El Altar de Venus, publicada por Editorial Colofón.
Este altar a la diosa del amor cuenta ya con sus primeras cuatro ofrendas: la novela Tras el falo, de Ochoa, y las selecciones de cuentos Por qué me quité del vicio, de Jorge Luis Sáenz; Hadas de mar, de la escritora y artista plástica que se autodenomina Niña Yhared (1814), y Guarradas light, de Josu Iturbe.
Los cuatro libros comenzaron a circular desde enero, y en ese tiempo, según el editor Ramón Cifuentes, se han vendido unos 3 mil ejemplares de cada título, cifra importante en un país en el que casi no se lee, pero sí se busca un desfogue a las fantasías.
Una nueva sobada
Diversos fueron los temas tocados, tentados y hasta sobados en la reunión, como la demasiada importancia que a veces se atribuye a las opiniones oscurantistas. Es ''gente analfabeta", se asustan porque un travesti se pinta los labios pero no dicen nada sobre los sacerdotes que violan niños, dijo Ochoa.
O como la presunta diferencia entre erotismo y pornografía: que si es cultural, que si es mental. Aunque quizá se ubique, de manera llana, en la calidad literaria de lo que se escriba.
Considerable fue también en la presentación la algarabía provocada por la excarcelación de las palabras ''eróticas" o ''pornográficas". Una especie de sana reunión de erotómanos.
Originaria de Bilbao y radicada en México desde hace años, Anabel Ochoa dijo de Tras el falo: ''He escrito mi libro en mexicano. En este país he aprendido la palabra 'chingar', palabra maravillosa que no tiene traducción a ninguna lengua. Podría significar 'joder', pero es mucho más que eso".
Esta novela fue finalista de un premio internacional de literatura erótica hace ocho años, pero en México nadie quiso publicarla. Su contexto es la España del ''destape" de la década de los 70, tras el fin de la dictadura franquista. Se trata de la historia de una feminista radical que lleva una doble vida y tiene una obsesión edípica con su padre.
Jorge Luis Sáenz aclaró que en México sí se ha escrito una literatura erótica importante, y para probarlo sólo mencionó algunos nombres como Juan García Ponce o Juan José Gurrola.
El periodista y escritor provocó: ''Lo que sucede con el erotismo en México es que somos pornógrafos de closet, así como hay gays de closet o cogelones de closet".
Niña Yhared (1814) expresó: ''Con esta colección quisimos enloquecer a todo mundo, a todo México". Sobre Hadas de mar, esta seguidora del Marqués de Sade dijo que sus 35 cuentos breves están poblados por mujeres con poderes mágicos y por historias en las que se funden el erotismo y la fantasía.
Su colección de cuentos también incluye una colección de dibujos suyos sobre sus ya conocidas sílfides, sirenas y vampiresas. Luego de su intervención leyó el relato ''Luciérnagas en mi sexo".
Para Josu Iturbe el erotismo le da un ''plus" a la literatura. Antes había señalado, en una especie de gozo in crescendo, que si escribir es un placer, más lo es publicar y más aún ser leído. ''Pero si a uno le comentan lo que escribe, es un orgasmo", dijo.
Hubo además una ''primicia", la próxima aparición del Diccionario México-España, que será editado por Colofón y buscará evitar confusiones como la de si una ''polla" se bebe o se mama.