Alberto Aziz Nassif
Primer cuarto, primer triunfo
Pocas cosas son tan contagiosas como la sensación que genera un triunfo. En un país acostumbrado a las malas noticias, de pronto un día se despierta con la buena noticia de que la selección nacional ganó su primer juego en la Copa del Mundo Corea-Japón 2002. México, país futbolero de corazón, ha tenido que aguantar desempeños poco satisfactorios de su selección. Esta vez no se trató de un triunfo gratuito o por azar, sino porque se jugó bien y la fortuna hizo lo propio. El diario La Jornada aguantó el reloj y dio la nota en una primera plana grande y limpia: "Avanza México" (3/06/02).
Entre el futbol y el juego de la política hay diferencias y similitudes. El gobierno del presidente Vicente Fox cumple su primer cuarto de tiempo, 25 por ciento del sexenio, y su marcador vuelve a crecer, según mediciones recientes.
Medir el desempeño de un gobierno es más complicado que ver quién anotó más goles en un partido, pero la aprobación ciudadana puede ser un buen indicador. Desde que se inició este gobierno han caído sus niveles de aprobación y de calificación, pero algo sucedió en las últimas semanas y la tendencia decreciente se revirtió: de 5.8 en calificación durante mayo, subió a 6.3 y de 47 por ciento de aprobación subió a 57 por ciento (Reforma, 1/06/02). Los cambios en la percepción no son sobre grandes eventos, pero la mejoría está, según la encuesta, en los indicadores del manejo de la economía, el combate a la pobreza, la honestidad y las relaciones con Estados Unidos.
El gobierno foxista ha sido motivo de una crítica severa por tres lados principalmente: el incumplimiento de las promesas de campaña, que ha representado un ajuste a la baja en las expectativas de cambio; el desempeño cotidiano evidenciado en múltiples errores, saldos negativos, y hasta pleitos internos; y el nivel mismo de la crítica y de la opinión pública, que se despliegan con fuerza en el espacio crecido de la libertad de expresión.
En una democracia el escenario de la polémica siempre está cargado y más cuando se trata de un gobierno dividido y de minoría que amplifica los desacuerdos entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo y reduce los acuerdos.
Frente a este primer cuarto de gobierno hay voces y posiciones diferentes y encontradas. En un ejercicio de simulación se ve con mayor claridad la polarización de dos bandos que cruzan la opinión pública: para los optimistas el gobierno marcha, la relación con el Congreso reporta números aceptables; por ejemplo, de las 51 iniciativas del Ejecutivo, 37 se han aprobado en las dos cámaras y 12 permanecen sin dictamen, lo cual representa un nivel de 72 por ciento de aprobación. Para los pesimistas el argumento es que los principales proyectos del Ejecutivo no han sido aprobados, ya sea porque han sufrido modificaciones radicales (ley indígena y reforma fiscal) o porque no se ven posibilidades de aprobación (reforma eléctrica).
Según los optimistas el gobierno ha mantenido la estabilidad económica y la gobernabilidad política, y el país, a pesar de todo, está en paz. En cambio, la posición contraria ve que hay desastres en varias partes, inseguridad creciente, impartición de justicia muy deficiente, un gabinete enfrentado y una economía en grave parálisis. Para unos estamos en una transición democrática, entramos a un nuevo régimen por la alternancia y vamos a la fase de consolidación; en cambio, para otros la transición es meramente electoral y sólo en el nivel federal; el régimen nuevo no se ha construido porque no hay otras reglas y una regresión es factible. Algunos consideran que está haciendo cambios importantes en la conducción de las políticas públicas, a pesar de que no hay un cambio de reglas y de instituciones; otros ven que no se podrán hacer las grandes reformas estructurales que necesita una consolidación democrática, por no contar con una mayoría legislativa.
Quizás estas posiciones, que alimentan un entramado polar, tengan parte de razón y sean al mismo tiempo muy discutibles. Así sucede con procesos nuevos en los que ya no hay grandes consensos. La diferencia, la crítica y los desacuerdos son dinámicas propias de una democracia, pese a que ésta sea incipiente y defectuosa, como la mexicana. Sin embargo, hasta ahora los costos de la transición representan una incertidumbre aceptable y no una situación caótica. Atravesamos el ajuste de las expectativas en el cual la alternancia lleva a procesos de bajo contraste y poco colorido, con grandes dificultades pero, tal vez, con una mejor situación que la del pasado inmediato. Apenas va un cuarto del sexenio. Apenas se ganó el primer juego en el Mundial.