Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 4 de junio de 2002
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Política

José Blanco

La atrofia

Antes de madurar la democracia mexicana ha comenzado a atrofiarse. Este tema es hoy visitado y revisitado por múltiples voces, especialmente en la prensa escrita, y a pesar de ello la pertinencia de su examen permanece intacta. Y así permanece porque entre las voces que reflexionan sobre el estado de cosas del país y los intereses de los responsables de la atrofia -los partidos políticos y su actuar, especialmente en el Congreso- parece haber un abismo de comunicación insalvable. Qué duda cabe: esos responsables trabajan para su santo, no para el país.

Está puesto en vitrina que las oposiciones al bisoño gobierno panista tienen como propósito central hacerlo fracasar. Cuando el Senado negó a Fox su salida a Estados Unidos, ese propósito quedó transparente para una mayoría apabullante de las encuestas que en tal sentido se realizaron. De modo que hacer fracasar al gobierno hoy parece la peor estrategia para ganar o recuperar el poder. El gobierno no sabe gobernar y su aprendizaje ha sido moroso -y a ello no han sido ajenas las oposiciones, que han puesto todas las piedras que les ha sido posible-, y las propias oposiciones no saben ser oposiciones: creen que su papel es invertir todos los minutos de sus días en hacer resbalar al Ejecutivo. Un gobierno dividido, como el que configuró la sociedad el 2 de julio de 2000, fue la creación de un cogobierno responsable del presente y del futuro de la sociedad, no la conformación de un campo de batalla de pacotilla como el que tenemos.

Ya es claro: no tendremos una reforma social a través de una Gran Reforma de la Constitución. Los partidos políticos no poseen las competencias políticas y técnicas para realizar una reforma fiscal, dígame usted si los ve capacitados de realizar la reforma del Estado mediante un nuevo diseño constitucional.

En particular, a pesar del actual marasmo político y la precariedad institucional general, la economía está de lujo. Ciertamente está en receso, pero bajo control, con unos equilibrios básicos macroeconómicos que se sostienen. Pero también es cierto que en ninguna parte gobierno y partidos políticos debaten -no en una justa por formular la frase más efectista o la demanda más popular, sino en términos de un discurso analítico y técnicamente sustentado- cómo mantener las estabilidades básicas, que afortunadamente tenemos, y al mismo tiempo crecer, sin atenernos exclusivamente a la recuperación de la economía estadunidense. Sin crecimiento, mejorar la justicia social es imposible. Un debate y un discurso en el que dejemos de oír necedades como las de algunos diputados priístas y perredistas que "denuncian" recortes hacendarios que, de no realizarse, violarían la disposición legal decidida por los propios diputados sobre el monto del déficit fiscal. Los recortes se originan: en el bodrio impositivo que elaboró el Congreso el año pasado, en el monto del déficit presupuestario aprobado, y en la prolongación de la recesión económica.

Un debate sobre estabilidad y crecimiento es, entre otras cosas, una discusión racional sobre reformas estructurales e institucionales. Entre ellas siguen pendientes: la reforma fiscal, la reforma del sector energético, la reforma laboral. Una discusión sobre la reforma del sector eléctrico, por ejemplo, es imposible de llevar a cabo si el PRI declara, de entrada -con el PRD de cabús-, que la Constitución es intocable, cuando el propio Revolucionario Institucional la "tocó" y la cambió cada vez que le vino en gana (más de 600 veces). Tampoco puede debatirse tomando la privatización o la no privatización como asunto de principio.

Cada proyecto tiene que ser examinado en sus propios méritos, sin extrapolaciones ilógicas. El proyecto fracasado en California tiene que ser analizado y conocido por todos para ver con transparencia bajo qué condiciones de operación las decisiones condujeron a un fracaso; es inadmisible oír a cada paso "razonamientos" del tipo: "la privatización eléctrica en California fracasó, ergo, las privatizaciones eléctricas fracasan"; este "argumento" es apenas un rebuzno.

El subdesarrollo histórico de una economía como la nuestra no depende de la propiedad -pública o privada- de los proyectos que buscan soluciones a los problemas de la sociedad. Un sector productivo dado resulta exitoso si es económicamente eficiente, lo que significa que funcione al menos con la productividad media mundial de ese sector. Y esto podría ocurrir bajo condiciones de propiedad privada, pública o mixta. En Argentina la privatización de todo fue un fracaso monumental, pero no es esa la experiencia general internacional. En el caso del sector eléctrico de Brasil, se optó -tardíamente- por un proyecto mixto -público y privado-, pero por ahora parece marchar adecuadamente. Examinemos ese caso también para entender bajo qué condiciones de operación las cosas parecen haber marchado ahí. Tal vez algo aprendamos.

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