Sus manifestaciones ganan cada vez más
espacios
El son jarocho se convirtió en fenómeno
social en la urbe
Inculcar los códigos propios de esa expresión,
tarea constante de practicantes y especialistas
SIMAO HERNANDEZ ESPECIAL PARA LA JORNADA
El son jarocho se ha convertido en un fenómeno
social en la capital mexicana. El llamado movimiento jaranero que se creó
a finales de los años setenta, con la formación del grupo
Mono Blanco, y que se propuso el rescate, la difusión y el fomento
de la fiesta tradicional en algunas comunidades del sur de Veracruz, causó
lentamente y en otro sentido, una repercusión en varios sectores
de la población urbana.
La música fue llegando de forma paulatina, primero
mediante algunas grabaciones de campo y luego de algunos grupos; contribuyeron
también los encuentros de jaraneros que se transmitían por
Radio Educación y los conciertos, que fueron encontrando un buen
mercado y una demanda creciente en la ciudad.
Durante todos estos años, el son ha tenido varios
ecos en la urbe. Grupos que se abrazan a la idea de tocar a la usanza tradicional;
conjuntos que intentan fusiones con otros géneros musicales, algunos
que incluyen la jarana o la guitarra de son en otro tipo de experimentaciones;
grupos de amigos que se juntan para tocar sones del repertorio del fandango
o composiciones nuevas, etcétera. Así, pues, el son jarocho
se ha convertido en un fenómeno social en esta metrópoli
que reinventa sus espacios culturales y su identidad a cada momento, apropiándose
de modelos de significación que le parecen pertinentes o simplemente
se ponen de moda.
En la época en que México estaba conformando
sus estereotipos de identidad nacional, el son jarocho y el mariachi jugaron
un papel muy importante. El son jarocho ocupa ahora un lugar en la enseñanza
de la música folclórica en todo el país, desde las
clases de danza en las escuelas primarias, hasta los ballets folclóricos
que se profesionalizan en la interpretación coreográfica
de la música tradicional mexicana. El estereotipo del jarocho, de
su música y de su manera de ser uniformó una imagen hacia
el interior de la República y el extranjero e hizo a un lado la
riqueza que tiene esta tradición en su diversidad.
Lo que el movimiento jaranero trajo a la ciudad, junto
con todo su discurso sobre el rescate de la tradición, la difusión
de una forma más auténtica de interpretación de la
música y el baile, y el sentido de la fiesta tradicional, el fandango,
fue una muestra y una "invitación" a recrearlo en un espacio urbano.
Los códigos del son en la ciudad
En el acercamiento que se ha dado del mundo del fandango
con la ciudad a partir de este movimiento, en las presentaciones y en los
cursos que han impartido los integrantes de los grupos de son creados a
partir del mismo, llegan las imágenes de cómo se desenvuelve
la fiesta en su contexto; oímos hablar de "los viejos" soneros y
de los fandangos en las rancherías creando una idea mágica
llena de seres legendarios y fascinantes que la urbe trata de adaptar,
a su manera, a una cotidianidad sumergida en una realidad muy distinta.
La realidad cultural en la que vivimos necesita recrear
espacios populares de convivencia y participación alrededor de ritos
de festejo. El fandango, como fiesta popular, ofrece un espacio para los
que están familiarizados con sus códigos. En los fandangos
que se llevan a cabo en la ciudad de México se ven los primeros
esbozos de recreación de la fiesta.
Los códigos y el lenguaje del fandango han tenido
y tienen un orden, una forma que se aprende en el desarrollo de la tradición
de manera oral y que desde hace varios siglos se sigue adaptando a la realidad
de las comunidades. Hay un saber no explícito y no estipulado en
un reglamento de fandango; hay, simplemente, un acuerdo tácito de
prioridades y jerarquías en las que todos los participantes se manejan.
Por ejemplo, reconocer cuándo un son es de montón (baile
de mujeres) y cuándo de pareja (un hombre y una mujer), o conocer
la disposición de los músicos alrededor de la tarima.
En la ciudad de México la forma de aprender y reproducir
estos códigos está apenas buscando un mecanismo propio. Hasta
ahora su transmisión ha estado en manos de la gente que porta esta
tradición y se presenta en los foros culturales, de los que imparten
los esporádicos talleres y que al no tener una continuidad que se
sustente por sí provoca que el aprendizaje se disperse y la esencia
de la fiesta popular se va perdiendo o simplemente no se logra. Por ello
la adaptación de estos espacios de convivencia debe ser asumida
por la gente que está interesada en el son. De alguna manera es
su responsabilidad que exista o no una comprensión de los códigos
que le dan sentido a reunirse para celebrar, tocar, bailar, conversar y
darle un identidad a la comunidad que confluye en un espacio determinado.
Alternativa Son
Alternativa Son, coordinado por Soledad Zamudio, es un
proyecto que se está conformando por jóvenes de la ciudad
de México que, atraídos por el mundo del son jarocho,
desde hace algunos años han realizado viajes a diversas comunidades
del sur de Veracruz. A partir de esta experiencia han conocido la realidad
que se vive en los fandangos veracruzanos y la diversidad de éstos
según la región y el motivo de la fiesta. Asimismo, han estrechado
lazos de amistad que permiten establecer una conexión entre el mundo
del son tradicional y el que se está gestando en la ciudad de México.
La labor que lleva a cabo Alternativa Son en el centro
cultural independiente La Pirámide a través de cursos, fandangos
y talleres está orientada hacia el aprendizaje y recreación
del son como un lenguaje. Durante los meses de abril y mayo se realizó
la primera etapa del proyecto con los cursos que impartieron Rubí
Oseguera, Araceli Galván y José Felix Oseguera, del grupo
Chuchumbé.
El 11 de junio, de 19 a 20:30 horas, se impartirá
el taller de jarana por Alonso Borja, y de 20:30 a 22 horas el de guitarra
de son (requinto), a cargo del mismo. Los talleres de zapateado comienzan
el jueves 13 de junio: principiantes, de 19 a 20:30 horas, y avanzados,
de 20:30 a 22 horas, a cargo de Donají Esparza. (Informes: 5217-3628,
04455 3054-1684)
En los talleres se plantea compartir las experiencias
de músicos y bailadores que se han formado en el fandango, de su
forma de vivir la fiesta, de la forma como interpretan sus instrumentos,
de las historias que han escuchado de los viejos y de preguntarse cómo
miran la fiesta en los espacios urbanos y compartirla con ellos, así
como propiciar un foro en el cual se plantee la discusión alrededor
del fenómeno urbano del fandango. Es claro que la modalidad en que
sean adoptados estos elementos es tarea del tiempo y de la convivencia,
pero se plantea como necesidad de recuperar el significado primordial de
la fiesta popular y tener uno o varios referentes.