Su reciente disco El veneno que fascina es
una recolección de piezas de Agustín Lara
Crecí con música que nunca fue moda para
mí, sino mi cuna: Margie Bermejo
Estoy dispuesta a seguir brincando obstáculos
sin miedo a tropezarme; si lo hago, me levanto, dice
JUAN JOSE OLIVARES
Margie Bermejo es una cantante inquieta e infatigable
en su afán "por probar nuevos rumbos"; no se detiene por los obstáculos
que le impone la vida ("porque antes de ser artista soy ser humano", dice
en entrevista), no cesa en su exploración, iniciada desde hace 40
años, porque prácticamente ha cantado de todo. La muestra
es su reciente disco El veneno que fascina -recolección de
piezas de un creador clásico del siglo XX, Agustín Lara-,
que ya está en los estantes y que cuenta con la participación
de su pareja musical, el pianista Dimitri Dudin, y en el que, según
dicen, "es algo más que la simple y compleja orfandad cómplice
de un piano, una voz y un compositor"... más bien es un coito entre
lo clásico y lo popular.
Margie -viviendo un momento de sensibilidad extrema por
la salud de su padre, el compositor Guillermo Bermejo, cofundador del trío
Calaveras y embajador de los músicos en Argentina-, explica el porqué
cantar a Lara y 13 de sus canciones más intensas: "Después
de tanta experimentación, de conocer, de aprender, de interpretar
lo que siento, hubo algo, que es lo consecuente que soy conmigo misma.
La historia de este disco es retomar el canto romántico. Agustín
Lara forma parte de mi educación. Sentí que podía
refrescarlo, así como disfrutarlo, por eso lo hice de esta forma
no tan tradicional, y el público es el que dirá".
Y seguro se convencerá de este trabajo que, pese
a penetrar atmósferas incondicionales de romanticismo nato, no deja
fuera un trabajo de virtuosismo musical, desde la fina voz de Margarita
hasta la suavidad de los dedos de Dimitri.
El punto de partida
El
proyecto inició luego de que Margie realizara algunos conciertos
dedicados a Lara, incluso participando en el festival que se le rinde al
compositor en Veracruz.
-¿No tuviste prejuicios al grabar a un compositor
tan importante?
-Cuando hago algo no me pregunto si eso le gustará
o no a alguien. Lo que agradezco a la vida es que aprendí a ser
libre; nadie me ha venido a decir lo que tengo que hacer, aunque esté
abierta a las críticas. Mis decisiones las respeto y nunca me cuestiono.
Sólo tengo que estar convencida de lo que quiero decir, y si eso
no resulta del gusto del público de todas maneras es un paso sincero
para mí. Estoy dispuesta a seguir brincando obstáculos sin
miedo a tropezarme; si lo hago, me levanto.
Y eso tiene que ver con lo mencionado de don Guillermo,
porque Margie hasta el momento ha cancelado presentaciones por esa condición
de humano sensible. Dice al respecto: "En un inicio creo que a nadie le
importa el sentimiento de uno. Sabemos que la vida comienza y acaba. Los
momentos son dolorosos. Tenemos que sobreponernos para enfrentar a un público
que espera lo mejor. Hay que volcar los sentimientos de lo que hacemos,
y limpiarse, porque al hacerlo ofreces esa energía de sentimientos
verdaderos de dolor de la vida. Pase lo que pase, cada uno de nosotros
(los Bermejo) ya aprendimos y crecimos, y si hay que trabajar, hay que
trabajar".
-¿Qué momento artístico vive Margie?
-El de mucha plenitud y mucha tranquilidad espiritual.
De seis años a la fecha he aprendido, más que nunca en mi
vida, que estudiar es lo mejor. Me encanta mi soledad, y disfruto lo que
estoy experimentando. Durante toda mi carrera he sido muy inquieta por
probar nuevos géneros, pero en los recientes años he investigado
sobre mi voz, sobre otra manera más estudiada, más clásica
(aunque esté consciente de que el estudio de la voz requiere de
muchos años), siendo una cantante de origen popular.
Ya con Dimitri Dudin, Margie había trabajado en
El
canto extravagante, pieza discográfica de matices clásicos
contemporáneos donde también la conexión piano-voz
deviene en fluctuación energética sonora.
"La música es tan llena de matices y posibilidades,
que un artista o una cantante no solamente tienen que dedicarse a cantar,
sino a escuchar cómo se elaboró y armonizó, qué
es la voz dentro de esa riqueza sonora. En este proyecto tuvimos una percepción
especial y una integración total con los arreglos."
Un género nuevo
Bermejo agrega que mezclar lo popular con lo clásico
"es una buena alternativa que propone un género nuevo, que tiene
como clave el estudio, al cual le dedico tiempo diario. Lo que hace el
éxito de las cosas es la tenacidad y la repetición".
Ella lo ha demostrado, ya que ha cantado música
de protesta, rock, bossanova, jazz, folclor... de todo, y lo ha hecho por
convicción personal, no por moda.
"Crecí con música de boleros y latinoamericana,
con tangos, con todo eso que nunca fue moda para mí, sino mi cuna.
Mi padre me dijo, así como a todos mis hermanos: primero eres buena
cantante y después haces cualquier cosa. Me siento orgullosa de
lo que he sido y ahora que está reciente el asunto de mi papá,
recuerdo que tengo que agradecerle lo que nos enseñó, a luchar
por este oficio y no tomarlo como un pasatiempo, ni como un adorno o una
gracia. El nos exigía que afináramos, y eso fue desde que
abrimos la boca, por eso para mí el canto representa el gusto, la
plenitud, la expresión, la manera de vivir con un reto y el terror
por hacerlo bien, así como una pasión".
Margie revela que su mamá, doña Luz, siempre
cantó mientras estaba embarazada, tanto de ella como de Mili, su
hermana. Que nacieron con el canto en las venas. Todo en su vida era música.
Que hacía duetos con Mili, poniéndose la ropa de su mamá
y arriba de la cama, cuando sus padres salían a cantar por las noches
se hacían las dormidas y "nos poníamos sus collares y cantábamos
como lo hacían ellos. Mi papá tenía una canción
para cada momento: para ir a comer, para ir a la cama, todo siempre fue
música", y lo seguirá siendo, ahora cantando a Agustín
Lara como hace tiempo no se había escuchado.