Jueves 13 Junio 2002
Josetxo Zaldúa
Dos imagenes al final del México-Italia. Los tanos celebrando el empate como si hubieran ganado el Mundial. Del Piero abrazando y dialogando con Borgetti, como reconociendo, de delantero a delantero, el enorme juego que desplegó el sinaolense ante la línea defensiva más efectiva del planeta.
La selección mexicana saltó a la cancha sin complejos, como si enfrente tuviera a un equipo más, no a la Italia que ha sido dos veces campeona del Mundo. Al Tri no le dio miedo tener la pelota y a los italianos no les importó porque, entre otras cosas, no nacieron para controlar la esférica. Lo de ellos es levantar murallas desde la defensa hasta el centro del campo y dejar que el contrario se aburra, se desespere. Ahí es donde aprovechan para dar sus zarpazos.
Eso sucedió faltando cinco minutos, cuando Del Piero, el olvidado de Trapattoni, aprovechó un descuido de la zaga mexicana para marcar el empate. Los minutos restantes Italia, sin pena, se echó atrás para dejar que México paseara la pelota a su antojo.
Claro que ganar a Italia hubiera sabido a gloria. Pero así es el futbol. Lo que importa ahora es entender que anímicamente la selección nacional salió de ese juego fortalecida, con el nivel de autoestima por las nubes. Impresionante el golazo del sinaolense Borgetti, que superó en el salto ni más ni menos que a Maldini, considerado como uno de los mejor defensas central del mndo. La afortunadísima aparición del jugador del Santos, que aprovechó un sensacional pase del controvertido Blanco, no estaba contempla- da en el guión establecido por el ultraconservador Trapattoni. Los italianos se desquiciaron con razón. Debe ser duro ir abajo teniendo enfrente a un equipo al que siempre miraron por arriba del hombro.
Qué decir de Vidrio, Carmona y Márquez, que cerraron a cal y canto los accesos a la cabaña del Conejo Pérez. O del inmenso trabajo por las bandas de Arellano y Morales, todo una revelación este último. Luna hizo también un trabajo muy serio, al igual que Joahan Rodríguez.
El capitán Márquez anuló totalmente a Vieri, la rutilante estrella del Inter de Milán que debe ganar como 20 veces más de lo que gana el michoacano. Cosas del futbol, ayer los papeles se invirtieron: el millonario fue Márquez.
El discutido Blanco hizo lo suyo: ciertamente es un hombre dado a ganarse antipatías, pero más allá de esas cuestiones, hay que reconocerle que trabajó para el equipo. No es un jugador físico, corre poco, pero su visión del juego es notable. Siempre está un pasito adelante que sus compañeros.
Dejamos para el final a Torrado, quien le da al equipo una solidez fuera de serie. Tuvo carácter hasta para cruzar mentadas con Totti, habitante del Olimpo futbolero. El trabajo del mexicano como engarce no ha tenido precio en esta primera fase.
Y el vasco Aguirre se salió con la suya. Hizo oídos sordos de muchas críticas mal intencionadas y se encerró en sus creencias futboleras. Apostó por sus jugadores a muerte y éstos le respondieron con la calificación a octavos.