ASTILLERO
Julio Hernández López
TODO ESTABA LISTO AYER en Los Pinos para una nueva maniobra mediática de aprovechamiento de la victoria futbolística que se consideraba inminente. Xóchitl había llegado a la casa presidencial con una bolsa llena de amuletos (entre ellos una cruz) y, cuando se dio cuenta de que le faltaba uno, tuvo un asomo al futuro: "šAy, no: se quedó! A ver si no pierde, Ƒeh?", aunque segundos antes había sido el ejemplo vivo de la confianza en la selección tricolor. Eres muy optimista, Ƒno?, la sondearían los reporteros. Y la respuesta de la folclórica comisionada de asuntos indígenas: "šClaro! Si no, no estaría aquí". Y, Ƒcómo vas a festejar?, insistieron los periodistas, a los que contestó: "šHíjole! Pues ahora sí šal Angel! ƑNo? Al cabo que no son horas hábiles de trabajo".
TANTA CONFIANZA HABIA en el triunfo de la selección mexicana que el mismísimo vocero presidencial se echó una cascarita usando de pelota el asuntillo ese del agua que los gringos reclaman: "ƑApostó algo el presidente Fox con el presidente Bush?, Ƒalgo?, Ƒagua?", preguntaron los reporteros. Y el negro respondió, sueltito, convencido de que México es un palenque y Fox el gallero mayor: "No. No hubiera estado mal, Ƒverdad? No hubiera estado mal". Pero cambió luego luego de banda: "No. Yo creo que fue buena la llamada de Bush, y me parece que hay buenos deseos y estamos totalmente seguros de que vamos a ganar".
ƑLLAMADA DE BUSH? šYeah! ƑCumbre telefónica Marlboro por alguno de los varios asuntos trascendentes que nos traen a las patadas? No. "Aproximadamente a las 13 horas", según el boletín de prensa de Los Pinos, el presidente de Estados Unidos habló con su colega mexicano para echarle la sal, perdón, para desearle "suerte a la selección mexicana" de futbol y para expresarle a Fox "su deseo de que 'gane el mejor' y sus mejores augurios para México y para su Presidente". Pero, šoh, dioses de la diplomacia aplicada a faenas hechas con los pies!, "de igual forma, el Presidente mexicano deseó suerte a la selección estadunidense, al país vecino y a su mandatario, y agradeció a Bush la cortesía de su llamada".
NADIE PODRA QUEJARSE de lo atinado que ha sido el presidente Fox en este Mundial: una vez vaticinó el resultado exacto, en otra ocasión se acercó al marcador final y, ahora, sus deseos de suerte a la selección estadunidense se convirtieron en realidad. Las dotes de pitoniso no le son, sin embargo, adecuadamente apreciadas por los malos perdedores que forman mayoría nacional: no han faltado, en ámbitos de subdesarrollo político y simplismo fatalista, quienes atribuyen la caída de los mexicanos a fantasías como la de suponer que la escuadra tricolor habría sido llevada a la derrota por compromisos políticos o por presiones vecinas (los cambios, los cambios: si como tales serán los que algún día habrá de hacer, entrenador Fox, mejor deje a los Ramoncitos Morales en su lugar y no saque matadores de los museos).
DE TODO SE HABLA EN el bajo mundo del chisme colectivo: que si las deudas del agua, que si las broncas migratorias, que si razones de seguridad nacional. Malo es, desde luego, politizar lo que no es sino un juego sujeto a múltiples variables que pueden hacer inverosímiles o inexplicables algunos resultados. Pero resulta que quien politizó la participación de México en el Mundial fue justamente la Presidencia. Es absolutamente injusto para los jugadores, y para el Vasco Aguirre, que haya elucubraciones y chismes por la derrota futbolera impensada, pero la culpa central es del Presidente de la República, que sólo piensa en términos mercadotécnicos y no políticos, y que quiso apropiarse, para fines facciosos (personales y de partido: el 2003 como Copa Mundial), de un encuentro que despertó en todo México el sentimiento nacionalista que los neoliberales priístas, y ahora los foxistas, pretenden dar por muerto y enterrado, pero que, ahora, les ha cobrado sus frivolidades y torpezas mediante los díceres que encuentran en el 2-0 una nueva muestra de entreguismo.
LA DERROTA DE MÉXICO, por lo demás, desfondó el globo de voluntarismo triunfador que ya estaba desplegando el foxismo en lo deportivo, como prueba de que sus sueños y proyectos también podrían ser alcanzables mediante el poder de la mente. Si el gabinete era el equivalente a la selección, y Fox a Aguirre, entonces los avances futboleros serían una comprobación deportiva del destino mexicano manifiesto de convertirse en una potencia mundial, en un actor protagónico de los grandes cambios en el orbe, como una y otra vez lo han dicho Vicente Fox y Jorge Castañeda antes de Corea-Japón.
LA REALIDAD, SIN EMBARGO, se impuso de manera apabullante. Tanto que el Presidente (siempre optimista y propositivo) hubo de pasar de los discursos grandiosos a las justificaciones conformistas y derrotistas: la próxima será la nuestra (dijo, sin temor al albur), "hay que aprender de la derrota", "qué bueno que se luchó, qué bueno que se hizo un gran esfuerzo para ganar", "hay que ver hacia delante", y otra serie de lugares comunes propios más de una premiación de concurso de declamadores infantiles a los que se les juega el dedo en la boca diciéndoles que todos son ganadores pero, por desgracia, sólo uno lo será más que los otros (y, entre la catarata de cornejismos deportivos, una perla del gran cronista Enrique Bermúdez, a quien apodan El Perro: "y además, señalar, Señor Presidente -favor de respetar las mayúsculas, pues con tales hablaban todos los involucrados en las transmisiones televisivas al referirse al susodicho-, que se perdió un partido de futbol, un juego lúdico..." Continúe el lector en el disfrute (por cortesía de su Astillero bien frío) de las arengas de Bermúdez (no de Fox, aunque parezcan): "... que México es un país impulsado por usted, por todos los mexicanos, que sigue hacia el frente, que es próspero: se perdió un partido de futbol, y México va hacia enfrente". No ha de ahorrar elogios este tecleador al hecho de que, ante tales juegos lúdicos de palabras palabreadas del cronista de Televisa, el presidente Fox no se haya atrevido a confundir al centro delantero mexicano con Jorge Luis Borjeti.
YA PARA DESPEDIRSE por hoy, este tecleador desvelado transcribirá, chambonamente, las palabras finales del vocero presidencial, Rodolfo Elizondo (RE), luego que los reporteros protestaban porque Fox sólo había hablado a las televisoras y no al resto de los medios:
RE. -Pues ya se fue a dormir el Presidente.
-ƑNo habrá otro mensaje?
RE. -Ya no. No creo que vaya a haber otro.
-ƑNi a las nueve de la mañana, como se había programado?
RE. -No. Hay una reunión de trabajo mañana, temprano, creo que a las diez y media de la mañana (...)
-ƑCenaron, Rodolfo?
RE. -No, pues, ahí unos taquitos.
-ƑQué tomaron?
RE. -Agua fresca.
-ƑDe qué sabor?
RE. -No hubo ni un grado de alcohol.
-ƑY Xóchitl?
RE. -Xóchitl, pues muy triste.
-Dijo que iba a llorar.
RE. -Lloró.
-ƑQuién más lloró?
RE. -Nada más.
-ƑNo hubo olas, Rodolfo?
RE. -No. No hubo ahora olas.
Y HASTA AQUI, POR ESTE día sin olas. Ya mañana volveremos a la triste realidad de un país al que le han robado un sueño, justo cuando los ladrones más necesitaban a la gente dormida.
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