Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 18 de junio de 2002
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Economía

Ugo Pipitone

La madre de todas las metáforas

Uno ve los partidos y es como si viera transcurrir frente a sus ojos pedazos de historia nacional, símbolos de fuerzas y flaquezas, dramas humanos, cobardías, errores, actos de valor, técnica, estrategias exitosas y fallidas, derrotas que duelen más que otras, excitaciones tribales, actos de altruismo, personalismos suicidas e íntimas vergüenzas por un penalty fallado o un gol propiciado por el descuido o la arrogancia. El futbol es la madre de todas las metáforas. Por lo menos, en esa parte del mundo que va de Rusia a Europa occidental, pasando por Medio Oriente y Africa, hasta llegar al sur del continente americano y, ahora, dar signos de cruzar el estrecho de Bering al revés. En mi (Ƒhumilde?) opinión, beisbol, baloncesto y hockey son formas pobres respecto al dramatismo y la densidad de símbolos que se cruzan en un partido de futbol, sobre todo cuando se trata del Mundial.

Metáfora obvia de una guerra global entre naciones sin apoyo de misiles. Once hombres, de una parte y de la otra. Y cada uno de ellos que cumple una tarea estratégica. Nadie puede fallar y, sin embargo, algo o alguien siempre falla (estrategias o individuos), arriesgando el éxito colectivo. Pero también ocurre que alguien hace algo que no se esperaba y le da a su equipo una victoria que, tal vez, no merecía. Esto es el futbol: síntesis inextricable e impredecible de regla y azar. La teoría del caos en su esplendor. Si en los mundiales hubiera prevalecido la regla, Holanda debería haber ganado por lo menos dos o tres. Y nunca ganó ni uno. Infortunios de la virtud, diría el maestro De Sade. Pero tampoco estamos en manos de la excepción: si fuera así Ƒcuántas veces deberían haber ganado Arabia Saudita, Marruecos, Suiza o Estados Unidos?

Y ni se diga de las infinitas combinaciones entre un entrenador (encarnación de racionalidad colectiva) y su equipo. Por cierto, qué profesión tan extraordinaria la de ser Maquiavelo, Napoleón, Freud y Florence Nightingale al mismo tiempo.

El Mundial es fuente inagotable de alegorías. Una de ellas es la globalización. Por el lado de lo mejor de la globalización: negros, blancos y amarillos que comienzan a entremezclarse en equipos de todos los colores. Un entrenador francés en el equipo de Senegal que derrota a Francia y uno alemán en el equipo de Camerún que casi derrota a Alemania. Una maravilla de cruces que revelan la nueva porosidad de las fronteras, su movimiento en las cabezas que anticipa el movimiento sobre el territorio. Por la serie de lo peor de la globalización: la FIFA que se comporta como un monopolio natural y fija precios para el circo global. Un negocio de miles de millones de dólares que nadie regula. Y a uno se le ocurre pensar en los capitales de corto plazo libres como aves migratorias en nuestra realidad cotidiana. Siempre por el lado de lo peor: unos árbitros (šy guardalíneas!) globales como para avergonzarse. Está bien que el azar es inevitable, pero el árbitro debería ser encarnación de la regla, no del albur. Otra lección de teoría del caos: el desorden dentro del orden. Y a propósito de árbitros que cambian los partidos, a uno se le ocurre pensar en el FMI.

Dos observaciones finales. Me siento orgulloso de los jugadores italianos que, tercamente, siguen sin cantar el himno nacional durante las ceremonias que anteceden los partidos. De alguna manera ellos han entendido lo que políticos conservadores y periodistas de su país no entienden: que los ritos nacionalistas encarnan un pasado cargado de tantas glorias como vergüenzas. Si se necesita alguna, la retórica que Europa requiere ahora es europea, no nacionalista. Y, obviamente, no entenderlo es grave. Sin considerar que, más allá de su carga de símbolos, el himno de Mameli es francamente horrible.

México-Estados Unidos. Ahí debíamos caer. De todos los equipos posibles, con Estados Unidos debíamos perder. El partido como un enfrentamiento de historias. De una parte, México envuelto en una belleza de juego impotente (ƑLa danza inmóvil de Manuel Scorza?) y, de la otra, Estados Unidos que hace tres jugadas y se apunta dos goles. ƑCultura churrigueresca vs. eficacia? ƑExquisitez jurídica vs. pragmatismo? ƑDiscurso florido vs. efectividad? Sepa Dios. Pero esperemos descubrirlo pronto. Que seamos menos productivos que Estados Unidos en la producción de maíz debería ser suficiente razón de embarazo nacional; perder en futbol es francamente demasiado. ƑO no?

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