Hasta pedigüeños y automovilistas que no van al espectáculo deben entrarle
Estacionamiento cerca del Auditorio Nacional, jugoso negocio para franeleros y sus cómplices
El estacionamiento en la vía pública en las inmediaciones del Auditorio Nacional del circuito de teatros del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), en la Unidad Artística y Cultural del Bosque, organizado por los cuidacoches, se ha convertido en un negocio en el que participan, según versiones del personal de estacionamiento del palacio de concreto, familiares y amigos de los revendedores de boletos, patrulleros y gruyeros de la Secretaría de Seguridad Pública de la delegación Miguel Hidalgo, elementos de la Policía Judicial capitalina y personal encargado de los estacionamientos de los seis teatros del INBA.
Con ingresos que van de 40 a cien pesos por cada espacio de estacionamiento, los cuidacoches admiten que los espacios son caros, pues están cercanos al lugar del espectáculo y permiten el ingreso y salida del automóvil de manera rápida y sin problemas.
Franeleros puntuales
Una vez que dan las 18 horas, los franeleros se hacen visibles en los recorridos por "su estacionamiento". A partir de esa hora nadie, sin su consentimiento, puede dejar estacionado su vehículo. De lo contrario, no se responsabilizan por percances a los automóviles, de robos o de que los gruyeros levanten la unidad.
En caso de que haya vehículos estacionados desde antes de esa hora, cuyos dueños se hayan negado a moverlos "como un favor" o a entrarle con la cuota, los franeleros bloquean la salida del coche con otras unidades. Y sólo las mueven si necesitan el espacio para más clientes.
El control de estas personas y sus familiares en el área abarca a los pedigüeños, quienes no pueden establecerse y si lo logran son hostilizados por grupos de mujeres que les arman gran bulla. Si reinciden o se trasladan a la explanada del auditorio, el matriarcado en pleno los sigue para agredirlos físicamente e incluso ordenar a los policías, que vigilan las escalinatas del recinto que los retiren. Sin objetar, los oficiales obedecen.
El modo de operar con algunas variaciones
En las inmediaciones de los teatros el sistema varía un poco. Los franeleros se hacen cómplices de los encargados de los estacionamientos de los teatros. Si los conductores asisten a un espectáculo teatral pueden dejar sus vehículos dentro del estacionamiento a cambio de apostar para el chesco; si se busca un cajón para entrar a un espectáculo en el auditorio, los lugares de los teatros son rentados por 50 pesos, sin boleto alguno que ampare al vehículo.
De no aceptar "tal abuso", los encargados dicen que no hay más lugar, aun cuando sea falso, y remiten a los automovilistas con los franeleros, que en ese tramo de vía pública cobran 100 pesos sin dejar las llaves del automóvil y 70 si el conductor tiene que dejarlas. Quienes las dejan corren el riesgo de encontrar sus vehículos en sitios donde no los habían estacionado o con rayones y menos litros de gasolina; algunos serán consumidos por el constante encendido y movimiento de las unidades.
Mientras más lejos se ubican los franeleros del Auditorio Nacional el precio de estacionamiento se reduce. A partir del Teatro Orientación y hacia el Villaurrutia, el cobro desciende de 70 a 40 pesos. En estos puntos sólo 10 o 15 pesos es la diferencia entre dejar o no las llaves.
En todos estos espacios que ocupan familias enteras de franeleros no hay, por supuesto, comprobante fiscal alguno que permita ampararse a los dueños de las unidades en contra de los cuidadores, si éstos dañan los coches. Los tratos se realizan de "palabra" y los pagos, siempre, son por adelantado.
GABRIEL LEON ZARAGOZA