Autorretrato de Héctor Bonilla
Myrra Yglesias
Físicamente que yo diga: ¡Guau! Qué
maravilla, no. No me gusto, porque soy muy vanidoso y quisiera ser perfecto.
Me caigo bien.
Bastante
favor me ha hecho la vida con que me empiecen a salir canas a esta edad.
Soy una persona asquerosamente sana. Desde el sarampión y todas
esas cosas nunca he vuelto a estar en cama. Creo que en gran parte se debe
a la homeopatía, porque nunca tomé medicina alópata.
Soy muy blanco, como sobaco de cuija, es verdaderamente
vergonzoso. Mis ojos tienen color agua puerca, entre café y verde,
y cambian dependiendo el color de ropa que me ponga. Cuando más
se me ponen verdes es cuando estoy muy cansado. Generalmente duermo cuatro
horas al día, por maniático, y si puedo me sabe maravillosa
una siesta de 20 minutos después de la comida. Hay algo muy sintomático,
yo dejé de dormir cuando nació mi hija Leonor. Básicamente
soy papá, eso lo tengo perfectamente claro. Nací papá
porque tengo una gran capacidad de paternidad.
La cirugía plástica es un recurso y no me
la haría para verme joven o para verme bonito. En una ocasión,
en un fallido proyecto, que creo ha sido el más importante que he
tenido en mis manos, Isabel Allende me dio los derechos para hacer La
casa de los espíritus, y yo tenía planeado hacer un despegue
publicitario haciéndome una intervención de cirugía
plástica con María Rojo, porque en la historia los personajes
pasan como por 40 años. Hay un loco en Estados Unidos que caracterizó
a Dustin Hoffman para un personaje de muchos años, al cual interpretó
en una película, de la que ahora no recuerdo el nombre. Resulta
que el tipo en lugar de ponerte maquillaje y ojeras, te hace un retrato
de cómo serías de determinada edad y te opera. Al loco de
Hoffman le sacó cuatro dientes. Yo me niego a andar oreando mi vida
privada en escándalos como que te agarraron en un hotel con un perro,
o ese tipo de cosas tan insignificantes, pero para ese proyecto tenía
planeado invitar a la prensa a la intervención quirúrgica
que nos iba a hacer este cuate, pero finalmente Emilio Azcárraga
Milmo canceló el proyecto.
Cuando estaba chavito soñaba con tener la nariz
respingada. Me la operaron porque jugando futbol americano tuve un golpe.
Con toda la vergüenza del mundo, porque confesar que quería
ser actor en 1957 era como decirle al doctor bésame, le dije que
necesitaba operármela, pero él no hacía cirugía
plástica y me recomendó un doctor, Mario del Río,
amigo suyo, que me operó gratis.
Me cuido y hago mucho ejercicio. Quisiera tener más
tonalidad muscular pero nunca he llegado a mis marcas en ese sentido, necesitas
invertirle mucho tiempo y desprenderte en gran parte de tu vida social.
Tengo
muchos años de correr y me "cargué" el cartílago entre
la pelvis y el fémur, y ya no puedo correr, lo cual fue un golpe
muy fuerte porque para mí correr no sólo era mi ejercicio,
sino el momento en el que nadie me hablaba por teléfono y no había
familia ni nada. Pensaba, imaginaba y alucinaba desde cómo interpretar
un personaje hasta escribir argumentos, para mi era muy importante porque
era mí momento, y eso ahora ya no lo tengo. Ahora nado, lo cual
nunca me gustó, pero estoy muy contento porque ya no tengo dolores
permanentes, no evoluciono hacia una operación muy drástica
como es eso de hacerte un injerto.
A diario me peso porque es importante para mi salud y
para mi trabajo, porque mi patrimonio es este conjunto de huesos, arrugas,
pellejos y demás, porque es lo único que tengo de aquí
a que me muera. Esta chamba es muy cruel, es como de albañil, llega
un momento en el que no puedes levantar los bultos, se te acaba el físico,
y si uno tiene el criterio de las televisoras, entonces, ¿de qué
vives?
Tengo herencia vasca de parte de mi abuelo y tengo una
capacidad de tragar verdaderamente siniestra, puedo comer lo que comen
seis personas. Me tengo que controlar porque la gula es algo que se me
da fácilmente. Si vas a una reunión o una fiesta, es difícil,
te sientes como señorita profundita. Necesitas llevar una vida social
de alguna manera, yo creo que la pasas muy mal si no alternas. Si estás
en teatro y te van a ver, pues vas a cenar y tomas unos alcoholes y demás,
así que me cuido mucho en el desayuno y la comida. Procuro no comer
de negocios porque se me hace obsceno; comer y deglutir es igual que defecar
o que hacer el amor, es un acto animal; entonces pensar en cómo
transo a alguien mientras como me parece siniestro. Es horrible porque
los verdaderos negocios se hacen en los restaurantes, no en las oficinas.
Las sobremesas generalmente terminan en sobrecamas... entonces ya están
más gruesas las transacciones.