ATENCO: EL CONFLICTO
Introducción de agua y drenaje, fruto de la gestión de las
comunidades
Al gobierno se le olvida que los atenquenses tienen
décadas de experiencia en lucha social
MARIA RIVERA
San Salvador Atenco es un pueblo de lucha. La resistencia
al decreto expropiatorio, que afectaría más de 70 por ciento
de las tierras para la construcción de la nueva terminal aérea
de la ciudad de México, es producto de décadas de movilizaciones
sociales. Los siete meses que median entre la resolución oficial
y el momento actual no son más que un capítulo de una historia
de rebeldía.
El gobierno federal debería tener en cuenta esta
tradición, advierte David Pájaro, uno de los líderes
del movimiento. "No somos inexpertos en la lucha ni en la gestión
social. Esta es una región de luchadores sociales. Y el decir Atenco
implica hablar de sus siete comunidades: San Salvador, Ixtapa, Acuexcomac,
Nexquipayac, Zapotlán, Francisco I. Madero y La Pastoría."
Para los habitantes más viejos del pueblo, algunos
de los hitos que han marcado la historia cívica del municipio son
el movimiento estudiantil de 1968, que tuvo una amplia repercusión
en el rumbo, pero sobre todo las elecciones de 1969, en las que pese a
la masiva votación en favor de Salomón Miranda, candidato
del Partido Acción Nacional (PAN) a la alcaldía, el gobierno
estatal desconoció el resultado.
El blanquiazul era entonces el único medio
de expresión de la rebeldía ante el hegemónico priísmo.
La izquierda vivía tiempos de clandestinidad. Las esperanzas de
cambio no sólo de San Salvador, sino de San Antonio de la Isla y
Calpuluac, localidades cercanas a Toluca, donde también habían
optado por la oposición, quedaron postergados para mejores tiempos.
En 1969 se sembró la semilla de la desconfianza
hacia el gobierno
En
San Salvador la gente terminó totalmente desilusionada con los comicios
y quedó sembrada la semilla de la desconfianza hacia el gobierno.
Como resultado de esa experiencia se formó la Unión Social
y Cultural de Atenco (USCA), organización en la que confluyeron
personas de todo tipo de filiación política, que tenía
como propósito impulsar iniciativas ciudadanas. Continuó
gobernando el PRI, pero los avances de la comunidad se lograron en gran
medida gracias a la gestión comunitaria.
El agua potable, por ejemplo, no existía en el
pueblo. Se abastecían mediante pozos artesianos particulares. En
1970 se conformó un comité para gestionar el servicio. Se
logró, y la gente lo valoró como una gran conquista comunitaria.
Vieron que se podían hacer obras y continuaron con el drenaje. Las
autoridades municipales y gubernamentales se dieron cuenta que estaban
siendo borrados del mapa y se comprometieron a realizar trabajos. Hasta
la fecha el agua continúa siendo gestionada por el pueblo.
Quince años atrás surgieron una serie de
organizaciones regionales, como el Comité de Defensa de los Recursos
Naturales y el Frente Popular del Valle de Texcoco, con posiciones claramente
de izquierda, que tenían como principal objetivo la gestoría
social. Este último grupo se llamó localmente Habitantes
Unidos de San Salvador Atenco (Hausa). Una de sus primeras iniciativas,
recuerdan sus fundadores, fue la defensa de las costureras de Chiconcuac
y contra las alzas a las tarifas catastrales. En este grupo social empezaron
a destacar Ignacio del Valle, Israel Rodríguez y Venancio Castellanos.
La irrupción del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) tuvo una amplia simpatía en el rumbo. Algunos de
los miembros de Hausa participaron activamente en el movimiento de solidaridad,
y las autoridades mexiquenses comenzaron a hablar de nexos. Fue la época
en la que Emilio Chuayffet ejerció el poder con mano dura
en la entidad.
Otra lucha que marcó la conciencia de los trabajadores
del rumbo fue la emprendida contra la empresa Sosa-Texcoco, que producía
alga espirulina, en 1993, y que duró seis años. La disputa
terminó con la resolución de pagar a los trabajadores 60
por ciento de los salarios caídos, pero todavía luchan por
conseguir el restante 40 por ciento.
En 1994 triunfó el PAN en los comicios municipales.
En ese contexto, un año más tarde, Hausa tuvo su prueba de
fuego. Enarbolaron una serie de exigencias sociales, como el reparto de
tortibonos y transporte, que tal vez para algunos parecerán demandas
limitadas pero que para la gente de esta zona son fundamentales, ante los
limitados recursos con los que viven, que no tuvieron respuesta. Ante la
ausencia de negociaciones, los habitantes del rumbo realizaron un bloqueo
en la carretera Texcoco-Lechería.
Les enviaron a un funcionario de bajo nivel a dialogar,
pero éste no les resolvió nada y lo retuvieron, en una situación
similar a la actual. Finalmente les mandaron a granaderos para reabrir
el camino, y éstos, ya encarrerados, irrumpieron en el pueblo y
arremetieron contra todo aquel que encontraron en el camino.
La historia de aquella represión ha quedado en
la memoria del pueblo. La violenta jornada, con saldo de innumerables golpeados,
mujeres y niños incluidos, fue considerada un agravio más
en su relación con las autoridades. "Por eso sabemos cómo
responder, sabemos también cómo podemos cuidar a nuestra
gente. Ya lo vivimos", explican quienes sufrieron esos hechos.
Tras la vivencia panista en el gobierno siguieron dos
alcaldes priístas.
Pese a esta experiencia en la lucha social, el proyecto
del nuevo aeropuerto de la ciudad de México tardó en suscitar
una respuesta colectiva en el municipio. Mientras en Texcoco algunas organizaciones
de tipo social habían realizado ya una serie de consultas y foros
en torno a los efectos del proyecto, entre marzo y abril de 2001, en Atenco
el rechazo se inició hasta junio del mismo año.
Tras llevarse a cabo las primeras reuniones para construir
un movimiento de resistencia, se organizaron comisiones de enlace con los
jóvenes de la región y con los ejidatarios. Días más
tarde funcionarios del estado de México llegaron a presentar el
proyecto y encontraron un ambiente de repudio.
Para entonces a Hausa se la había cambiado el nombre
por el de Organización Emiliano Zapata.
El 20 de junio de ese mismo año se realizó
un foro en Chapingo, donde se invitó a autoridades del estado de
México y a académicos para hablar sobre los efectos de la
obra, y se decidió la formación de una coordinadora regional
en repudio de la nueva terminal aérea. Organizaciones que habían
estado aisladas durante largo tiempo empezaron a converger, y la Universidad
Autónoma de Chapingo (Uach) se convirtió en el espacio físico
de confluencia.
La institución universitaria se ha convertido desde
entonces en blanco de todo tipo de descalificaciones por parte de las autoridades
mexiquenses, que la acusan de foco de radicalización. Lo cierto
es que la Uach ha sido tradicionalmente un espacio favorable al pensamiento
de izquierda, y buena parte de los atenquenses que tienen estudios universitarios
son egresados de ese centro universitario.
Finalmente, el movimiento ha seguido la misma pauta que
los anteriores. La movilización, que tiene como eje la lucha por
la tierra, se ha construido sin participación partidista. Los orgullosos
atenquenses siguen apostando por la movilización comunitaria para
resolver sus problemas, más aún cuando lo que se encuentra
en juego es su supervivencia como pueblo.