ASTILLERO
Julio Hernández López
NI INTELIGENCIA, NI sensibilidad, ni oficio, ni
proyecto, ni negociadores y, a veces, ni idea. Un gobierno federal tomado
por sorpresa por un problema que tenía más de nueve meses
manifestándose en las calles con machetes como distintivo. Un gobierno
federal de reacciones paquidérmicas que, por fortuna, pasó
de 72 horas de parálisis a una reacción de sobrevivencia
que le llevó a allanarse a las exigencias de los ejidatarios para
que Vicente Fox no tuviera que asomarse al espejo de Gustavo Díaz
Ordaz, cuya muerte fue conmemorada ayer. Un gobierno federal panista, o
de fachada panista, puesto en jaque en una entidad cuyo gobernador se ha
especializado en la guerra contra presidentes municipales blanquiazules,
a los que tiene en la cárcel o en el descrédito por sus
andanzas mafiosas, y que, además, encabeza una de las facciones
del priísmo más imaginativa para el tendido de trampas coyotescas
a correcaminos con botas. San Salvador Atenco, que en cuestión de
horas parecía convertirse en una sucursal de las Cañadas
chiapanecas instalada a 30 kilómetros del Distrito Federal. La tragedia
rondando a causa de la insensibilidad social, la ambición económica,
la incapacidad política y la falta de visión jurídica
de los empresarios que desempeñan sus funciones gerenciales en Los
Pinos. El riesgo grave para una nación que pendió de los
ánimos de líderes de visceralismo improvisado, de los ímpetus
de los buscadores de revoluciones perdidas, de los aceleres de los ultras
oportunistas y del batidillo de intereses políticos maltratados
y retados sin nada más que fanfarronería agitadora de avisperos
por el foxismo que no ha logrado sino enfurecer a las pandillas del echeverrismo,
el salinismo y el labastidismo, a los que sólo ha tocado por encima
y sin trascendencia, pero cuyas respuestas sólo están a la
espera de escenarios propicios que desestabilicen lo que de por sí
parece guardar poco equilibrio.
NO
HUBO SANGRE, y eso es importantísimo, plausible. Fox tomó
esencialmente la decisión correcta frente al problema concreto que
tenía enfrente: negociar con las premisas de que su gobierno no
podría mancharse las manos de sangre y de que entre más se
tardara en cerrar esta fase del conflicto más caro y difícil
le resultaría. Hubo, desde luego, en este tramo, y usando la figura
mítica que tanto le gusta al Presidente de la República,
cantos de sirena que le convocaban a la aplicación de medidas de
mano dura. De hecho, a la hora de hacer el recuento de daños, habrá
que tener muy en cuenta que Fox sacó al Ejército de sus cuarteles
en el contexto de un conflicto político y social de dimensión
nacional, cosa que nunca había sucedido desde 1968, pues los hombres
de verde sólo habían sido movidos desde entonces para asuntos
de seguridad pública (sobre todo en cuanto al narcotráfico)
y de conflagraciones.
PERO, PARA DESGRACIA del Presidente, su gabinetazo
y sus proyectos, el costo del episodio de San Salvador Atenco es muy
alto. Para empezar, exhibió en pantalla gigante y con sistema modernísimo
de sonido su monumental incapacidad: un Presidente solitario, valido sólo
de su proverbial buena voluntad y su permanente disposición a enfrentar
personalmente los problemas (si no él, ¿quién?), sin
información actual, confiable y sistematizada, y sin proyectos,
alternativas o soluciones posibles. Luego, la virtual cancelación
de un amadísimo proyecto más: el presidente Fox hubo de reconocer
en privado la misma noche del domingo que ningún aeropuerto se construiría
en Texcoco si los ejidatarios inconformes no lo aceptan. (En Tizayuca,
Jesús Murillo Karam y su representante de bienes raíces,
Manuel Angel Núñez, deben de haber corrido de inmediato a
retiquetar el precio del metro cuadrado que se habría caído
terriblemente luego de haber perdido, meses atrás, el duelo de mafias
entre el grupo Atlacomulco y el grupo Hidalgo.)
EL PUNTO MAS peligroso de las maniobras hechas
por el foxismo es, sin embargo, el relacionado con el retorcimiento en
público de las leyes y las instituciones (el tal estado de derecho)
a causa de presiones políticas extremas. No se ha de hacer en esta
sección descamisada una defensa llena de esdrújulos respecto
de la importancia del derecho en la conservación del orden social;
simplemente se habrá de decir que, en una situación social
tan crispada como la que se vive en México, y frente a la evidencia
de la inservibilidad de leyes e instituciones, el ejemplo de Atenco abre
puertas infinitas a la rebeldía popular, que luego de estallar buscaría
negociaciones para conseguir avances y cancelar castigos. El viernes pasado,
por ejemplo, mientras todo mundo miraba hacia Atenco, en un poblado del
Valle del Mezquital llamado El Alberto Dexthi, el Supremo Consejo Ñañú
ordenó, conforme a sus usos y costumbres, que Juan Canales Espinoza
y Carlos Olaf González, empleados del Sistema de Administración
Tributaria de la Secretaría de Hacienda, fueran "retenidos" para
ser canjeados a las autoridades por los vehículos de procedencia
extranjera y estancia ilegal que Hacienda había decomisado. El intercambio
estaba programado para realizarse ayer por la noche en el poblado, que
está a 90 kilómetros de Pachuca. En Las Cañas, Michoacán,
la Unión Regional de Campesinos del Sur dijo, en su tercer aniversario,
y frente a dos diputados priístas y uno perredista, y el secretario
particular del gobernador del estado, que si no les cumplen sus demandas
esa región se puede convertir en "un Salvador Atenco" o en un "Huécato",
que es un poblado michoacano donde recientemente se enfrentaron soldados
y labriegos y hubo varios heridos. Y en Puebla, también ayer, miembros
de la Unión Campesina Emiliano Zapata Vive protestaron contra el
Plan Puebla-Panamá y se declararon prestos para batallas venideras
al estilo Atenco.
MIENTRAS TANTO, Y ya para cerrar, sépase
que ayer la señora Marta tuvo peculiares intervenciones en Zamora,
Michoacán, su tierra natal. Para empezar, pronunció inusitadas
palabras de elogio para el gobernador, Lázaro Cárdenas Batel,
y para su esposa, Mayra Coffigny. "Michoacán los necesitaba", les
dijo y, por lo visto, también Beatriz Sahagún Jiménez,
hermana de la señora Marta, quien preside la asociación Coopera,
que será una especie de Fundación Vamos Michoacán,
a cuya instalación viajó la esposa del Presidente y, también,
para participar en la graduación del Tecnológico de Zamora,
donde otra de sus hermanas, Teresa, es coordinadora del instituto de idiomas.
No viajó la señora Marta en avión comercial ni sus
gastos fueron cubiertos de su bolsillo, pero eso sí, se lanzó
duro contra las políticas gubernamentales paternalistas, aunque
nada dijo de las hermanistas. En ese viaje, la señora Marta dijo,
y con ello finaliza la entrega de esta columna criticona y quejumbrosa:
"No es lo mismo ser crítico que quejarse. La primera actitud mueve
a la acción, a la construcción. De la mano de la crítica
está la autocrítica. La crítica constructiva es un
efecto de esperanza. En cambio, la queja, es un desahogo sin provecho.
Después de la crítica, se espera la superación; después
de la queja, el temporal alivio de un resentimiento." ¡Sácatelas,
lo que provocan las indagaciones sobre peculado y, en especial, sobre el
famoso libro contra las adicciones!