Militante de izquierda toda su vida, defendió con convicción
y sensibilidad sus causas
Falleció la activista Pilar Claudín,
férrea opositora al franquismo
"Fue siempre una revolucionaria, la punta de lanza de la vanguardia
femenina", dice su biógrafa Mariángeles Comesaña
Superó con aplomo los excesos de la dictadura española
CESAR GÜEMES
Esta mañana parten rumbo al poblado de Viñegra,
provincia de Avila, España, las cenizas de la activista social Pilar
Claudín, quien padeció cárcel y tortura bajo el régimen
de Francisco Franco, vivió luego en países del orbe socialista
y residió finalmente en México, donde falleció este
domingo a las 13 horas.
Portador de la noticia es el señor Fulgencio López,
hombre de 87 años, naturalizado mexicano, que participó en
la Guerra Civil "mientras la hubo, luego perdimos y fue necesario dejar
el país". Don Fulgencio López supo de Pilar Claudín
en España, "aunque fue imposible vernos a lo largo de muchos años,
tomemos en cuenta que yo llegué a México en 1939 gracias
a que el entonces presidente Lázaro Cárdenas tuvo a bien
recibirnos como exiliados". Después retomaría la amistad
con Claudín, cuando ella llega a México.
La historia de Fulgencio López, plomero, electricista,
vendedor a comisión de las más diversas mercancías
y hoy jubilado, se asemeja a la de Claudín: pelear contra una dictadura
es combatir en desventaja, si bien, dice el señor López,
"hicimos todo lo posible incluso después de que terminó la
guerra; la vida de cualquier forma ha sido muy complicada para nosotros,
me refiero a los afectados, los que no pudieron salir y los que conseguimos
asilo".
Fulgencio
López conoció también, ya en México, a quien
fuera esposo de Pilar Claudín, Antonio Pérez García,
conocido aquí bajo el nombre de Mario Zapata, seudónimo con
el que realizó trabajos para el periódico El Día
y Canal 11. Antonio Pérez/Mario Zapata falleció en 1980,
y su ausencia no detuvo la trayectoria de activista social de Claudín.
Recuerda Fulgencio López: "En pocas palabras, fue una activista
social tanto en España como fuera de ella. Aquí en México
estuvo muy ligada al apoyo hacia el Ejército Zapatista de Liberación
Nacional. Pienso que lo mismo será recordada en Barcelona que en
Chiapas".
La memoria del señor López es fidedigna.
Su dicho queda corroborado con los cientos de notas producto de amplias
conversaciones que con Pilar Claudín tuvo la poeta y periodista
Mariángeles Comesaña, quien apunta para La Jornada
sobre el episodio y el carácter de Claudín: "Ni la pérdida
de su esposo la detuvo. Y eso, me consta, fue un dolor enorme al que se
enfrentó. Para ella la pérdida de Antonio fue peor que los
veinte años de cárcel. Y aun así consiguió
sobreponerse".
El registro de Comesaña tuvo su inicio hace 15
años, cuando decidió escribir un libro sobre Claudín,
que permanece inédito. Con base en esos datos que obtuvo de primera
mano, nos dice: "Para ella era dolorosísimo revivir sus años
de cárcel, aunque fue una experiencia que prácticamente superó.
Evocar ese pasado era algo que la sacaba de balance, inmediatamente se
ponía a llorar y me pedía volver otro día sobre el
tema. Poco a poco fui provocando que contara algunos hechos, que se soltara.
Sin embargo, Pilar valoraba más la experiencia vivida por su marido.
Mi objetivo, desde luego, era que contara lo que deseaba. Llegó
a contarme que la entrevistaban sobre asuntos históricos y no eran
esos los temas que hubiera querido abordar. Deseaba narrar la propia experiencia
pero, y esto me lo dejó siempre claro, no hablar por ella sino por
todas personas que vivieron la cárcel fascista".
La propia Pilar Claudín dejó para La
Jornada, el 22 de abril de este año, un testimonio sobre su
lucha. Ese día recibió en Barcelona un homenaje a su trayectoria,
junto con otros ex presos del franquismo.
Le dijo entonces a nuestro corresponsal en España,
Armando G. Tejeda, con motivo de su existencia en cuanto obtuvo su liberación:
"Al salir de la cárcel me incorporé de inmediato a la lucha
en la clandestinidad. En esta época conocí en la lucha a
Felipe González y Jorge Semprún, por ejemplo, pero después
me tuve que ir del país, ya que permanentemente tenía citatorios
para que me presentara, pues salí en libertad condicional. Nos tuvimos
que ir mi marido y yo porque ambos estábamos en las mismas condiciones.
Así que nos fuimos al mundo socialista, pero a seguir luchando;
vivimos en Rumania y en las entonces Checoslovaquia y Unión Soviética.
A Antonio lo conocí desde que éramos pequeños, pero
después de que los dos salimos de la cárcel ya nunca jamás
nos separamos. Como Antonio estaba tan mal en aquella época, ya
que de su estancia en la prisión y de la vida clandestina le brotó
una especie de manía persecutoria, el partido nos propuso irnos
a vivir a Rumania. Nos fuimos para allá con nuestros dos hijos y
sin saber el idioma".
Los caminos recorridos entonces no fueron del agrado de
Claudín: "Es una historia fea porque en esa época me decepcioné
del socialismo, ya que llegamos en plan de privilegiados, un contrasentido
total para nuestra ideología. Además estábamos rodeados
de policías, nos llevaban la comida a la casa y nos daban productos
que el propio pueblo rumano no comía. Entonces pensé que
si hemos luchado durante toda una vida para que no haya diferencias no
nos podía entrar en la cabeza que cuando vivíamos en el socialismo
nosotros mismos fuéramos unos privilegiados. Luego fuimos a la Unión
Soviética, a Polonia, a Checoslovaquia, y en todos estos países
había una diferencia de clases brutal, además de la represión
política, que también era tremenda. Por eso cuando he visto
el hundimiento del mundo socialista de alguna manera lo esperaba, porque
creo que la gente tiene un límite. Eran regímenes dictatoriales,
pero por eso no vamos a dejar de luchar; en ese sentido estoy con Adolfo
Sánchez Vázquez cuando dice que no podemos pensar que no
debemos seguir defendiendo un mundo mejor. No pienso en la igualdad total
de las personas, eso creo que es una tontería, simplemente defiendo
que los que tengan menos vivan dignamente".
Siempre en lucha
En efecto, corrobora de nuevo Mariángeles Comesaña,
"Pilar era una mujer que desde los 15 años militó políticamente
con una sensibilidad fuera de serie. Sus antenas estuvieron siempre puestas
en la mirada de lo que hacían las mujeres en favor del género
y desde luego de su entorno". Entre sus logros está elaborar una
cartografía simbólica de lo que significa ser preso político,
"me habló mucho del significado que para ella tuvieron los gritos,
los ruidos, la respiración de las otras reclusas muro de por medio
y el temor que les infundía escuchar las llaves del guardia civil
de turno que caminaba por los pasillos. Me contó que, sentada en
el piso de su celda, se concentraba en escuchar lo que ocurría en
una plaza cercana a la cárcel, oía al periodiquero desde
las cinco de la mañana, cerraba los ojos y se iba con el que repartía
diarios; por la tarde, con esa necesidad que le cubría la imaginación,
regresaba con el vendedor de diarios y de alguna forma con él se
retiraba cuando aquel se iba a descansar. Así hizo mucho tiempo
para 'ver' esa luz que se le había cerrado a causa del franquismo".
"La recuerdo siempre de pie -dice Fulgencio López-,
incluso cuando se vio afectada por la enfermedad". Los dos años
en que Claudín luchó contra el cáncer fueron, según
apunta Comesaña, tan intensos como cuando peleó por una causa
social. "Su batalla contra el cáncer no fue ni más ni menos
que el reflejo de lo que fue su vida; desde el principio dijo que le iba
a ganar al cáncer y lo hizo porque le ganó a la adversidad;
esa actitud no la perdió nunca".
Luego
de su paso por algunos países socialistas fue a Cuba, como le narra
a Tejeda: "Eso ocurrió gracias a que le insistí a Santiago
Carrillo, el entonces dirigente del Partido Comunista Español, que
nos sacara de estos países donde nos sentíamos otras vez
presos. Entonces vivimos lo que fue la invasión de Bahía
de Cochinos, estuvimos con el Che Guevara, con Fidel Castro y con
Camilo Cienfuegos. En Cuba, donde los peligros eran reales, recuperamos
nuestra libertad y nos despojamos del sometimiento de la clandestinidad".
De forma posterior llega finalmente a México, nación
que, afirmó Claudín, "me abrió el alma y me encontré
con un país excepcional en su manera de recibir a los refugiados
españoles, y me permitió también seguir luchando por
causas muy importantes, como la defensa de los derechos de los indígenas,
por lo que he participado siempre en las marchas y caravanas del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional. Creo que la lucha para cambiar
el mundo tiene que ir de abajo hacia arriba, son las masas las que tienen
que provocar el cambio; por eso mientras no concienticemos bien a la sociedad
de este país no lo vamos a lograr. Además ahora con la globalización
es todo mucho más difícil, por eso me entusiasman los grupos
de globalifóbicos y me gustaría ser más joven
para ir a todas esas movilizaciones. Soy partidaria de que en la calle
es donde deben emerger los movimientos de resistencia a este mundo globalizado,
que es cada día más terrible. La pobreza de México
es incomparable, al menos no he estado en ningún país que
tenga tales niveles de miseria; posiblemente la India sea el único
país comparable, pero ahí nunca he estado".
Señala por último Mariángeles Comesaña:
"Fue siempre una revolucionaria, la punta de lanza de la vanguardia femenina.
Supo entender el significado del cambio, fue un puente de oro entre la
generación de nuestras madres y nosotras. Pilar siempre entendió
incluso la revolución sexual, apoyó el que las hijas de su
generación escribiéramos, saliéramos y conversáramos,
eso aligeraba la manera de pensar de nuestras madres. Decía siempre
que las jóvenes tenían la razón".
Cuando la marcha zapatista a la ciudad de México,
Claudín le solicitó a Comesaña y a Blanca Sánchez,
editora de la casa Juan Pablos, que al acompañaran al Zócalo.
Había pasado la dura prueba que representa una sesión de
quimioterapia. Aun así, vio pasar a la entrada de la Plaza de la
Constitución al subcomandante Marcos y los representantes
del EZLN. No quiso saludarlos desde la silla de ruedas que la auxiliaba
para movilizarse, sino de pie: se subió al artefacto a gritar vítores
por la causa zapatista.
Pilar Claudín cumplió 79 años hace
tres semanas. Hoy sus cenizas viajan a España. "La única
arma que tiene el pueblo es la palabra -solía decir- y debe utilizarla
para plantarle cara a las injusticias del sistema".