El escultor oaxaqueño Tiburcio Ortiz expone Gente de piedra que
habla en el Instituto Mora
''La cultura no sabe de nacionalismos ni regionalismos''
MERRY MAC MASTERS
En la Mixteca, la piedra está a flor de tierra;
allí, a la espera de que alguien descubra su potencial creativo.
Tiburcio Ortiz (Santa Catalina Chinango, Oaxaca, 1945)
aprendió a tallar la piedra en la Escuela Nacional de Artes Plásticas,
donde estudió de 1966 a 1970, con maestros como Manuel Silva Guerrero,
Alberto de la Vega y Elizabeth Catlett, quienes le mostraron cómo
simplificar las formas con pocos recursos.
Ortiz considera la talla directa "una técnica en
desuso", pero también siente que el "aprendizaje" de ésta
lo refuerza para usar "el material que encuentro en ese suelo, en mi tierra".
No obstante, reitera estar a "destiempo", incluso en su expresión
misma, que describe como "más étnica" y "menos internacional
o ampliada como se dice aquí entre los artistas".
"A
mí me han dicho mucho: que sigo la tradición, que soy muy
nacionalista. Me siento muy orgulloso de que me digan eso porque parece
ser que la intención cultural ahora no quiere saber nada de nacionalismos
ni de regionalismos. Pero para mí esa es mi fuerza".
Mediante la piedra Ortiz busca expresar un lenguaje que
le atrae mucho: "La forma femenina o la varonil, entre guerreros, guerreras
y mitos que existen en Mesoamérica, como la diosa de la luna, la
familia, el flechador del sol, los toros de los fuegos artificiales, mujeres,
ríos, montes. Todo eso me evoca esas formas que encuentro en la
piedra, o sea, en el mármol, depende del color, ya sea oscura, ya
sea clara. Trato de buscar un lenguaje donde me sienta feliz, no como muchos
de mis amigos artistas que sufren para hacer cosas. Disfruto lo que hago,
aunque se diga que estoy fuera de contexto, de orden".
El escultor acaba de inaugurar la exposición Na-ii
Yuu Ka-ah. Gente de piedra que habla, en el jardín del Instituto
de Investigaciones José María Luis Mora (Plaza Valentín
Gómez Farías, Mixcoac, donde permanecerá hasta el
3 de noviembre).
De niño, Ortiz hacía sus muñequitos,
"es más, copiaba las estampas revolucionarias del maestro Alberto
Beltrán, porque llegaban unas revistas a la casa de mi tío,
que era maestro". A fin de cursar sus primeros estudios, porque no había
primeria "completa" en Chinango, Ortiz se fue a Huajuapan de León.
Cosas del destino, a la vuelta estaba el taller de un escultor "religioso".
Acabó pasando dos años allí como aprendiz, ''arreglando
los manitas de los santos". Recuerda en particular "unos cristos allí
derrumbados". Se le hacía "tan curioso e impactante" que
estuvieron con el brazo roto o incompleto.
Al venir a la ciudad de México Ortiz ingresó
al ejército, pero no faltó el encuentro con el taller de
escultura. Ahora se trataba de uno donde aparte de hacer prótesis
para manos u ojos también se hacían bustos de Villa, Hidalgo,
"todos los personajes históricos de nuestro país; le pregunté
al maestro, que era doctor, pero que había estudiado en la Academia
de San Carlos, qué se hacía para aprender eso. Me dijo, 'váyase
usted a la Academia de San Carlos. Allí, tengo a mis amigos y le
voy a recomendar'. Fui recomendado pero tuve que entrar a estudiar formalmente.
Así es como me incliné más por la escultura tradicional".
En la actualidad, Ortiz dice ver muy pocas esculturas
de piedra: "Antes, cuando visitaba La Esmeralda, los escultores que estvieron
en la época de 1965 a 1970, siempre estaban entusiasmados tallando
la piedra. Trato de repetir ese mismo entusiasmo hacia la piedra. En la
Mixteca vivimos sobre las piedras. Allí hay unos montones de piedras
y uno nada más está sentado allí viendo los montes.
Entonces, es el material con el cual siempre he buscado decir algo".