lunes 22 de julio de
2002 |
Del hecho al dicho Los pactos con el diablo n Manuel de Santiago |
Detrás de la mayoría de las
personas hay historias más o menos complejas de
esfuerzos, de lucha, de tenacidad, hasta de fortuna por
alcanzar una meta, cualquiera que sea ésta. Sabemos
perfectamente que entre la vida real y las fantasías que
promueve indiscriminadamente la publicidad comercial hay
un profundo abismo. Pero no solamente la fuente de las
fantasías manipuladoras corresponde a la mercadotecnia
orientada a estimular el consumo, sino que a menudo gran
parte de la información que se difunde por los medios de
comunicación tiende a reforzar la idea simplista de que
las cosas se consigue con sólo desearlas o que éstas
llegarán a nosotros en forma "natural". Es común que los niños pequeños consideren a su ambiente social y a sus condiciones de vida como algo natural, dado que éstas son las únicas referencias de que disponen. A medida que el proceso de socialización se va haciendo más complejo surgen las dudas, las inquietudes, las preguntas respecto a las cosas que nos diferencian de otras personas, y así se va construyendo la percepción de nuestra situación social. Lo que parece difícil de creer es que algunas personas adultas pierdan fácilmente de vista la liga que hay entre el esfuerzo personal y la consecución de los satisfactores que anhelan. Si usted, prójimo común, motivado por la publicidad, desea a una rubia o rubio naturales como representantes máximos de la belleza y del amor, va usted en camino. Si necesita suplir alguna deficiencia, física o mental, por medio de un carísimo carro de lujo cuyo potente motor potencie su necesidad de reconocimiento social, le auguro una autopista de satisfacción. Si cree usted a pie juntillas que los cosméticos caros resanarán las imperfecciones de su cerebro y de su cutis, conviértase en "gente bonita". Si piensa que la comodidad y el reconocimiento social dependen de una prenda que tenga a la vista la marca "exclusiva", vístase de seda. Y así, podríamos seguir ad infinitum en el mundo de tentaciones materiales en el que vivimos. Le voy a dar una simple receta para obtener lo que usted anhela: venda su alma al diablo; localice lo más pronto a su propio diablo; una vez ubicado, respíre profundo, afloje el cuerpecito y empínese ante él, el resto de su vida. Ahora, si quiere evitarse el esfuerzo, eso sí que no se va a poder. |