Negaba que su fortuna se debiera a favores de políticos
Siempre rodeó a Dolores Olmedo el halo del mito
Se le recordará por legar al país importantes colecciones
CESAR GÜEMES
Singular musa de pintores, cercana amiga de presidentes,
firme empresaria de la construcción y temible coleccionista de la
obra de Diego Rivera y Frida Kahlo, Dolores Olmedo Patiño hizo,
deshizo y volvió a hacer lo que en gana le vino siempre con sus
objetivos en la mira.
La
historia de doña Dolores, que se inicia con su nacimiento el 14
de diciembre de 1908, pasa necesariamente de la biografía al terreno
de la leyenda sin problema alguno. Su linaje viene en línea directa
de Pedro Patiño Gallardo, en su momento compañero de armas
de José María Morelos y Pavón. Su madre, María
Dolores Patiño, como apunta el archivo del Instituto de la Mujer
del Distrito Federal, "fue una de las primeras cinco maestras egresadas
de la Escuela Normal para Señoritas; por su labor en favor de la
educación de la niñez y de la juventud fue condecorada con
la medalla de oro Ignacio Altamirano por sus cincuenta años de labor
continua". Ella forjó el carácter de Dolores Olmedo y es
por eso que a la entrada del museo que hoy lleva su nombre, en La Noria,
Xochimilco, se lee: "A ejemplo de mi madre, la profesora María Patiño
Suárez viuda de Olmedo, quien siempre me dijo: todo lo que tengas
compártelo con tus semejantes. Dejo esta casa con todas mis colecciones
de arte, producto del trabajo de toda mi vida, para disfrute del pueblo
de México. Dolores Olmedo Patiño".
La coleccionista, que lo sería con el tiempo, estudió
derecho en la UNAM y tomó cursos en la Escuela Nacional de Música
y la Academia de San Carlos. Para mitad de los sesenta era ya presidenta
vitalicia del Fideicomiso Diego Rivera, formado por el Banco de México.
En breve sería por su lado directora, también vitalicia,
de los museos Diego Rivera y Frida Kahlo. En la administración pública
ocupó diversos cargos ya en el entonces Departamento del Distrito
Federal, ya en el Instituto Nacional de Bellas Artes, aunque el mayor impulso
que supo encauzar para la difusión del arte mexicano en el extranjero
lo tuvo al ser nombrada, entre 1963 y 65 como coordinadora general del
Consejo Nacional de Turismo.
En una de las más amplias y jugosas entrevistas
que dio para La Jornada reveló en 1995 para Adriana Malvido
el origen de su fortuna, parte necesaria del mito que la rodeó:
"Empecé haciendo tortas para las escuelas, luego donas y cuando
hacía muchas donas las vendía en una fábrica. Ya estaba
casada (...) vivíamos arriba de una botica y un día el dueño
de aquella botica me dijo: 'fíjese, doña Lola, que nos venden
una tabiquera que se arma y desarma, ¿por qué no la compra
usted?'. Yo no sabía nada de tabiques pero fui a ver la tabiquera,
hablé con el gerente del Banco Nacional de México en Tacubaya,
me prestó el dinero y la compré. Luego ya tenía dos
tabiqueras, luego tres y luego fui dueña de todas las tabiqueras
de Naucalpan. Después conocí a los de ICA, desde que estaban
en un garage trabajé con ellos, yo les llevaba el material.
Más tarde cuando entró (Miguel) Alemán, se hizo un
concurso para hacer la estación de Buenavista, y la estación
de carga y descarga de los ferrocarriles en Pantaco. No pagaban con dinero
sino con terrenos. Yo tenía un amigo, el señor McCarter,
que era un hombre muy rico de Chicago, y le pregunté cómo
podía conseguir el dinero. 'Pero ¿qué sabes tú
de construcción?', me preguntó. Pues nada, pero ahí
aprendo, le dije. Y me consiguió el dinero: eran 5 millones de dólares,
que en esa época era un resto, entonces hice Buenavista y
Pantaco. Cuando terminé me pagaron y ya con eso me hice millonetas,
empecé a comprarle obra a Diego Rivera y ya hice lo que me dio la
gana".
De su relación con los presidentes del país,
de quien fue cercana, recordó entonces: "A López Mateos lo
traté en la universidad y nos quisimos mucho; al general Calles
lo conocí en una fiesta y era muy-muy-muy amigo mío; José
López Portillo vino dos veces a comer a mi casa, a los que no quise
fue ni a Luis Echeverría ni a Ruiz Cortines".
Arturo García Hernández se acercó
a ella en 1994, en la época de la inauguración del museo
Dolores Olmedo, y acotó: "Dueña de una fortuna inmensa pero
no precisada, Olmedo asegura: 'yo he trabajado mucho, no he recibido dinero
de nadie, es producto del trabajo de toda mi vida'. Se le pregunta: '¿Ha
logrado en la vida todo lo que ha querido?' Responde: 'Sin presumir, sí'."
El tinte de su carácter quedó escrito en
dos líneas que dijo para Malvido: "He tenido que luchar muchísimo
porque tengo la convicción de que uno debe pelear por lo que quiere
hasta la muerte y cueste lo que cueste".