Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 29 de julio de 2002
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TOROS

Triunfal debut del imberbe Aldo Orozco: oreja y petición ayer en la México

Extraordinario par de banderillas de Christian Ortega corriendo hacia atrás

Acabó la Feria Nacional del Novillero  Guillermo Martínez tuvo detalles

LUMBRERA CHICO

"Cuando termine la próxima tanda, le van a empezar a gritar ¡toro!", susurró un aficionado al escuchar las palmas que saludaban la segunda serie de derechazos que el jovencísimo Aldo Orozco le había pegado a Vaticano, su primer enemigo y tercero de la tarde en el cuarto y último festejo de la Feria Nacional del Novillero organizada por Telmex.

Pero vestido de verde sandía y oro, el debutante jalisciense volvió a plantar la muleta en la cara del bicho, un negro bragado que había recargado con fuerza en la suerte de varas, provocando incluso un tumbo, y que tenía una embestida clara y repetidora, y nadie gritó nada sino ¡ole!, y ¡ole!, y ¡ole! otra vez -aunque la gran mayoría simplemente no gritaba-, acompañando al inexperto muchacho en el sentimiento, y pasando aceite como él, cada que el animal se le quedaba en el tercer tiempo de la suerte y alzaba la cuerna buscándolo.

Gracias a la bravura y pujanza del novillo y a las ganas de ser y decir del novillero, poco a poco fue cuajándose la faena, en medio de continuos desarmes, y al final un espadazo letal provocó la mayoritaria irrupción de los pañuelos, obligando al juez Ricardo Balderas a conceder merecidamente la única oreja de la fecha.

Si con este apéndice el novel Orozco salió como indiscutible triunfador de la Monumental Plaza México, el capitalino Christian Ortega estuvo en plan grande, cubriendo los tres tercios con clase, facultades, imaginación y sobrado talento, pero tuvo en su contra la debilidad de las reses, una muy escasa personalidad y una pésima fortuna al realizar la suerte suprema, que le hizo perder la oreja de su primero, así como la del séptimo cajón, que regaló para borrar la desagradable impresión que había dejado al asesinar a su segundo enemigo, reventándole un pulmón con un metisaca al más puro estilo de Pablo Alevoso de Mendoza.

Una proeza poética

Ortega, puede afirmarse sin rubor, es ya el novillero puntero del país. Está puestísimo con el capote y tiene lo indispensable para llegar a ser un magnífico muletero, si bien acusa una marcada tendencia derechista... como los senadores del PRD. Pero ayer logró su mejor momento al clavar un par de banderillas en todo lo alto que debe ser narrado con reverencia.

Después de colgar el primero, citando de largo y caminando para templar la embestida en el centro de la reunión, antes de salir nuevamente caminando entre aplausos azorados, Ortega se colocó cerca de la puerta de toriles, y Jerarca, su segundo novillo, que estaba debajo del palco del juez, se le arrancó airoso y alegre. El muchacho empezó a correr en reversa, mirándolo de frente y dejándoselo llegar, y se asomó al balcón mientras la pala del pitón derecho le tocaba el muslo sin derribarlo. Fue una proeza poética, y la gente lo ovacionó de tal modo que, en vez de dar la vuelta al ruedo como se le ofrecía, cogió el tercer par y al tratar de hacer la suerte de Calafia, aplicó una doble inyección de papel de china en el anca del cuadrúpedo.

Algo semejante le ocurriría en su trasteo de muleta. Comenzó doblándose como un maestrito, pero el bicho quedó sin resuello y le desmoronó la faena. Entró a matar de la artera forma ya descrita y entonces decidió torear el de regalo. Este, de nombre Misionero, fue también bravo y lo lidió con hondura y belleza, por momentos muy pero muy bien; sin embargo, la toledana surtió efectos tardíos y los cuatro mil espectadores que tanto lo habían celebrado huyeron ante la amenaza del chaparrón.

Hermosos de lámina, con trapío y encornadura, aunque mansos en general, los ejemplares del hierro michoacano de La Paz se agarraron al piso en el tercer acto, con excepción de Vaticano, Peregrino y Misionero. Por su parte, Guillermo Martínez, también jalisciense y debutante en Mixcoac, mostró atisbos de clase, pero sus labores ante Mensajero y Pescador fueron como sus estocadas, enteras y en buen sitio, sin interesar ni los órganos vitales de las reses ni el corazón del público.

Para el empresario Pepe San Martín, el balance es por demás positivo: hoy por hoy es el hombre que tiene en Christian Ortega, Aldo Orozco y los multicitados niños toreros, a los únicos elementos que atesoran en su espuerta el futuro de la fiesta brava en México. Por desgracia, el domingo próximo volverá el doctor R con su hediondo costal de mañas a cuestas. Paciencia...

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