TOROS
Triunfal debut del imberbe Aldo Orozco: oreja y petición ayer en
la México
Extraordinario par de banderillas de Christian Ortega
corriendo hacia atrás
Acabó la Feria Nacional del Novillero
Guillermo Martínez tuvo detalles
LUMBRERA CHICO
"Cuando termine la próxima tanda, le van a empezar
a gritar ¡toro!", susurró un aficionado al escuchar las palmas
que saludaban la segunda serie de derechazos que el jovencísimo
Aldo Orozco le había pegado a Vaticano, su primer enemigo
y tercero de la tarde en el cuarto y último festejo de la Feria
Nacional del Novillero organizada por Telmex.
Pero
vestido de verde sandía y oro, el debutante jalisciense volvió
a plantar la muleta en la cara del bicho, un negro bragado que había
recargado con fuerza en la suerte de varas, provocando incluso un tumbo,
y que tenía una embestida clara y repetidora, y nadie gritó
nada sino ¡ole!, y ¡ole!, y ¡ole! otra vez -aunque la
gran mayoría simplemente no gritaba-, acompañando al inexperto
muchacho en el sentimiento, y pasando aceite como él, cada que el
animal se le quedaba en el tercer tiempo de la suerte y alzaba la cuerna
buscándolo.
Gracias a la bravura y pujanza del novillo y a las ganas
de ser y decir del novillero, poco a poco fue cuajándose la faena,
en medio de continuos desarmes, y al final un espadazo letal provocó
la mayoritaria irrupción de los pañuelos, obligando al juez
Ricardo Balderas a conceder merecidamente la única oreja de la fecha.
Si con este apéndice el novel Orozco salió
como indiscutible triunfador de la Monumental Plaza México, el capitalino
Christian Ortega estuvo en plan grande, cubriendo los tres tercios con
clase, facultades, imaginación y sobrado talento, pero tuvo en su
contra la debilidad de las reses, una muy escasa personalidad y una pésima
fortuna al realizar la suerte suprema, que le hizo perder la oreja de su
primero, así como la del séptimo cajón, que regaló
para borrar la desagradable impresión que había dejado al
asesinar a su segundo enemigo, reventándole un pulmón con
un metisaca al más puro estilo de Pablo Alevoso de Mendoza.
Una proeza poética
Ortega, puede afirmarse sin rubor, es ya el novillero
puntero del país. Está puestísimo con el capote y
tiene lo indispensable para llegar a ser un magnífico muletero,
si bien acusa una marcada tendencia derechista... como los senadores del
PRD. Pero ayer logró su mejor momento al clavar un par de banderillas
en todo lo alto que debe ser narrado con reverencia.
Después de colgar el primero, citando de largo
y caminando para templar la embestida en el centro de la reunión,
antes de salir nuevamente caminando entre aplausos azorados, Ortega se
colocó cerca de la puerta de toriles, y Jerarca, su segundo
novillo, que estaba debajo del palco del juez, se le arrancó airoso
y alegre. El muchacho empezó a correr en reversa, mirándolo
de frente y dejándoselo llegar, y se asomó al balcón
mientras la pala del pitón derecho le tocaba el muslo sin derribarlo.
Fue una proeza poética, y la gente lo ovacionó de tal modo
que, en vez de dar la vuelta al ruedo como se le ofrecía, cogió
el tercer par y al tratar de hacer la suerte de Calafia, aplicó
una doble inyección de papel de china en el anca del cuadrúpedo.
Algo semejante le ocurriría en su trasteo de muleta.
Comenzó doblándose como un maestrito, pero el bicho quedó
sin resuello y le desmoronó la faena. Entró a matar de la
artera forma ya descrita y entonces decidió torear el de regalo.
Este, de nombre Misionero, fue también bravo y lo lidió
con hondura y belleza, por momentos muy pero muy bien; sin embargo, la
toledana surtió efectos tardíos y los cuatro mil espectadores
que tanto lo habían celebrado huyeron ante la amenaza del chaparrón.
Hermosos de lámina, con trapío y encornadura,
aunque mansos en general, los ejemplares del hierro michoacano de La Paz
se agarraron al piso en el tercer acto, con excepción de Vaticano,
Peregrino y Misionero. Por su parte, Guillermo Martínez,
también jalisciense y debutante en Mixcoac, mostró atisbos
de clase, pero sus labores ante Mensajero y Pescador fueron
como sus estocadas, enteras y en buen sitio, sin interesar ni los órganos
vitales de las reses ni el corazón del público.
Para el empresario Pepe San Martín, el balance
es por demás positivo: hoy por hoy es el hombre que tiene en Christian
Ortega, Aldo Orozco y los multicitados niños toreros, a los únicos
elementos que atesoran en su espuerta el futuro de la fiesta brava en México.
Por desgracia, el domingo próximo volverá el doctor R con
su hediondo costal de mañas a cuestas. Paciencia...