lunes 29 de julio de
2002 |
Semanálisis Penta-Shumacher: la gesta del año n Horacio Reiba |
O mejor, la del temprano siglo XXI,
todavía sin nada que equiparar en materia deportiva con
la conquista de la quinta corona de F1 alcanzada por el
piloto alemán la semana anterior, en le Gran Premio de
Francia. Lo de menos es que Michael Schumacher haya
triunfado esta vez más por la fuerza de la costumbre que
por sus méritos personales, limitados al aprovechamiento
casi resignado de una combinación de circunstancias
afortunadas con errores ajenos. Lo de más precisamente
eso, que la colonés le baste ya con la presencia de su
Ferrari en pista para desatar sobre los demás todo tipo
de inconvenientes. Lo del domingo en Magny Cours es
paradigmático: a Barrichello, el único con una máquina
de similar potencia, el motor lo dejó tirado en el
momento mismo de la arrancada; a Juan Pablo Montoya, con
los tamaños y la osadía justos para desafiar al
maestro, volvió a traicionarlo la mediocridad de su
Williams tras un arranque en punta más que prometedor;
luego, cuando la carrera pintaba de lo mejor para un
Coulthard embalado, un castigo de diez segundos por pisar
la línea blanca a la salida de boxes lo hizo también de
lado; con todo, la victoria se antojaba imposible para
Schumi, pues a falta de cinco vueltas el finés Raikkonen
lo aventajaba por cuatro eternos segundos. Y justo
entonces sucedió lo que si no fuera ya rutina bien podría
calificarse de milagro: el líder sufrió un despiste más
propio de novato que de aspirante al podio, y Michael no
tuvo más remedio que cruzar solo la meta, saludando por
el banderazo más significativo de su asombrosa carrera,
el que le permitía igualar los cinco títulos mundiales
del mítico Juan Manuel Fangio con exactamente 45 años
de diferencia, pues el Chueco de Balcarce estableció tal
marca el 4 de agosto de 1957 al final de un Gran Premio
de Alemania, carrera por cierto harto distinta a la
comentada, ya que el argentino se había visto obligado a
remontar 48 segundos de desventaja a sólo diez vueltas
del final -Nurburgring tenía entonces un largísimo
trazado de más de 16 kilómetros, el temible "Infierno
Verde"-, batiendo en cada una de ellas el récord de
pista para superar en la penúltima al británico Collins
y en la última a su paisano Hawthorn. Una actuación
todavía insuperada en los anales de la Fórmula Uno. De Balcarce a HürthHelmülheim. Varias revoluciones tecnológicas separan los vetustos F1 de los 50Õs del actual Ferrari, una máquina de cuyos asombrosos alcances es sin duda corresponsable el flamante pentacampeón. En cambio, están muy próximos entre sí los atributos personales -sensibilidad privilegiada para hacerse uno con el coche, dominio casi total de las emociones, el don de la estrategia, increíble frialdad ejecutiva, inteligencia para sacar provecho de los mínimos detallesÉ más la inevitable "suerte de campeón"- que sirven para sintetizar el talento impresionante de ambos monarcas, el que alumbró con su genio los inicios de la F1, y el que acaba de coronar en Francia el currículum más impresionante que piloto alguno haya reunido jamás. Debatir acerca de la superioridad de uno sobre el otro es estéril e impropio, por más que varios "expertos" hayan caído ya en la tentación, siempre desde Europa e invariablemente para postular una ilusoria superioridad del alemán sobre el bonaerense. Ni lo uno ni lo otro. Colosos ambos en su propio tiempo, pasarán a la posteridad como dos glorias gemelas del automovilismo deportivo. Si acaso, la aleatoria ventaja que la vida ofrece a Schumi es haberle entregado el "Penta" a los 33años, en contraste con los 47 que tenía Fangio el día de su consagración. Lo que pueda hacer el teutón con ese considerable handicap es, por ahora, insondable. Los seis más grandes de la F1. Serían, luego de un rápido sondeo entre amigos y citados por orden cronológico: Fangio, Clark, Stewart, Prost, Senna y Schumacher ¿Usted qué opina? |