El cúmulo de problemas expuestos
por las propias familias, incluye un sinfin de promesas
incumplidas, rechazo y hasta burla de las autoridades,
quienes se han negado a resolver las necesidades más
apremiantes de la población, como son el agua y la
vivienda. Las casas para la reubicación de las personas
no están siquiera en obra negra, y el espacio que les
entregarán es menor a la superficie que tienen en sus
antiguas moradas. El Instituto Poblano de la Vivienda,
agregaron, optó por un modelo de casa que no es "viable"
para la forma de vida de los peones y campesinos.
A esta situación se suma el problema económico. A
excepción de dos familias, el resto tuvo que regresar a
sus viejas casas, ya que carecía de los recursos para
alquilar una nueva vivienda. Algunos no tardaron ni seis
días en regresar, y otros sólo "aguantaron"
tres meses. La afectación a los terrenos de cultivo
también provocó que los damnificados tengan que vivir
con menos de la mitad de los ingresos económicos que
recibían antes del perjuicio; otros han tenido que
ocuparse como "diableros" en la central de
abasto de Huixcolotla, y la mayoría no ha podido
encontrar un empleo fijo. Tampoco cuentan con las
verduras y frutos que cultivaban para autoconsumo.
Pese a que Pemex se comprometió a absorber todos los
gastos médicos para las personas afectadas, la ayuda sólo
duró tres meses. Hoy, varios de los enfermos, como
Emiliano y Laura Nolasco -esta última madre de María
Teresa Zambrano, la menor de edad fallecida a causa del
derrame-, tienen que pagar con su dinero la atención y
medicinas que necesitan. En el caso de Emiliano, a pesar
de tener una severa afectación en los ojos, tuvo que
salir a trabajar para tener el dinero suficiente para
pagar su tratamiento, relató su hermana.
El panorama en cuanto a salud también es malo, debido a
los químicos utilizados para la recuperación de las
tierras. Las diarreas y dolores de cabeza son cosa de
todos los días, y en tiempos de calor "la
pestilencia es insoportable". Aunque dijeron que ya
presentaron sus quejas ante las autoridades de Pemex y
las compañías encargadas de los trabajos, sólo han
tenido como respuesta que "no pueden hacer nada, y
lo de los dolores de cabeza, pues que son normales y no
peligrosos" (sic). El recorrido
El barrio de Guadalupe, en el municipio de Acatzingo,
es uno de los mejores ejemplos de la marginación y
atraso en los que viven algunas comunidades poblanas.
Algunas casas que están a unos metros de donde ocurrió
el derrame del hidrocarburo, y presentan condiciones
deplorables e insalubres. Atrás de algunas viviendas es
común observar excrementos humanos; el agua que utilizan
para sus necesidades se descarga al aire libre.
Para nadie es ajeno el intenso olor a petróleo que
golpea la cara cuando se arriba a la zona perjudicada.
Las 30 familias afectadas, y que necesitan reubicarse,
viven a lo largo de un corredor de unos 300 metros;
enfrente están los terrenos afectados. A la mitad se
encuentra la casa de María Esther Velázquez Pérez,
madre de una familia conformada por 10 hijos, quienes a
su vez ya formaron sus propios hogares. Todos viven
juntos, en un terreno, propiedad de Marcelino Martínez,
quien encabeza al grupo de pobladores inconformes que
visitaron hace unos días a un grupo de diputados en el
Congreso para exponerles sus problemas.
La casa de Esther Vázquez contrasta con otras debido a
su limpieza y conservación. Acompañada de varias de sus
nueras, quienes participaron en la entrevista, relató la
serie de penurias que han enfrentado desde el día del
conflicto. Los primeros problemas, dijo, comenzaron con
la entrega de apoyos, ya que sólo recibieron una
despensa y media, cuando debió ser una a la semana; a
los jefes de familia nunca se les entregó los jornales
que Pemex prometió.
Esther Velázquez Perez, igual que sus 10 hijos, regresó
a su vivienda una semana después del derrame. El motivo:
"Rentamos (otra casa) o comemos", argumentó.
"Esos días", platicó, "fueron los peores",
ya que para entrar y salir de la zona tenían que enseñar
identificaciones y aguantar los malos tratos de varios
empleados. "La comida nos daba asco; comíamos y teníamos
que aguantar el intenso olor a petróleo".
Pese a las adversidades, comentó, trataron de rehacer su
vida. Un mes después de la tragedia, la familia Martínez
Velázquez celebró la boda de Jaime, el hijo más pequeño
del clan. Las autoridades, en esa ocasión, ayudaron a la
familia limpiando el terreno, cuyos trabajos sólo
consistieron en echar tierra sobre el petróleo, dijeron.
Los meses pasaron, continuó, pero las oportunidades de
empleo escasearon, y los cabezas de familia estaban
desempleados. De ahí que unos se emplearon como "diableros",
otros tuvieron que buscar otros terrenos donde los
contrataran como peones, y otros más se volvieron albañiles.
Hasta el momento, los hijos de Marcelino Martínez y él
mismo no han podido encontrar empleo fijo y bien pagado.
Antes, en general, tenían un ingreso semanal de 700
pesos, pero ahora oscila entre 350 y 400 pesos, situación
que obligó a las esposas a trabajar también como peonas.
ángela Martínez no duda en afirmar que "el olvido
de las autoridades" ha sido una de las causas que
han provocado el ahondamiento de varios problemas. Las
promesas de apoyo y reubicación, mencionó, "no hay
para cuando" sean cumplidas, además de que en la
oficina de Pemex que instalaron en ese municipio nunca
hay nadie que la atienda, y cuando van a presentar sus
demandas, como agua potable, apoyos económicos, sólo
les contestan que el plazo de apoyo -tres meses- ya
terminó y no pueden hacer nada, o bien que son asuntos
que debe atender el presidente municipal.
"Son cosas básicas y ni nos atienden, se echan la
bolita y nunca sabemos qué ocurre. No pedimos nada más
de lo que necesitemos, pero nunca nos toman en cuenta...
ya se olvidaron de nosotros", señaló
A muchas cuadras de distancia de la zona perjudicada vive
Laura Nolasco. Aunque por fuera su vivienda parecería
estar en buenas condiciones y ser muy amplia, cuando se
conoce por dentro esa imagen se diluye. Los cuartos son
pequeños y albergan a por lo menos cinco personas cada
uno. No tienen baños, drenaje, los techos son de teja de
asbesto y su renta cuesta 500 pesos. "Un precio poco
accesible para nosotros; pero yo ya no regreso a la otra
cas; nunca podré tener otra vez seguridad de que no
pasará otra fuga", puntualizó.
El cuarto de Laura está compuesto de dos camas
matrimoniales y un ropero grande, en cuya parte superior
colocó varias fotos de María Teresa Zambrano, su hija,
quien murió por la fuga del petróleo, así como otras
imágenes en donde aparece ella con sus dos hijas. "Con
el paso del tiempo cada día se extraña más a la
persona", es lo único que alcanza a decir, y sus
ojos se llenan de lágrimas. "Mi hija todavía está
triste por su hermanita; la extraña; se habían
acostumbrado a jugar juntas todo el tiempo", abundó.
Pero Laura Nolasco no sólo se enfrenta al dolor por
haber perdido a su hija. "ése fue el comienzo",
sostuvo. Cuando ocurrió la fuga del hidrocarburo, Laura
tuvo que ser hospitalizada en la ciudad de Puebla, y
después fue sometida a varios tratamientos. En la
actualidad, el apoyo que Pemex le brindó ya concluyó,
pese a que continúa con mareos, pérdida de memoria y
continuos dolores de cabeza. "Yo siento que no quedé
bien", exclamó.
Ahora los costos de su atención médica corren por su
propia cuenta. Ha acumulado dos recetas de 600 pesos,
dinero que tenía guardado para la renta de la casa. Las
consultas con especialistas y otras médicos también han
sigo pagadas por ella misma.
En la misma situación, relató, se encuentra su hermano
Emiliano Nolasco, quien sufrió una severa afectación en
sus ojos. Al principio, sus globos oculares estaban
sumamente irritados, al grado que parecía que lloraba
sangre. Su tratamiento también ya concluyó, pero las
molestias siguen, y tuvo que buscar un nuevo trabajo para
poder pagar las medicinas y consultas con especialistas.
Ambos, abundó, han recurrido a Pemex para solicitarle su
apoyo económico, pero sólo les han respondido que el
apoyo ya se terminó.
"Al principio también nos dijeron que a los seis
meses iban regresar los médicos para hacer un chequeo a
todos, pero hasta el momento no se ha cumplido. Ya nos
abandonaron totalmente, ya pasaron siete meses y no se
resuelve nada, no creo que las cosas sean tan difíciles,
pero allá las autoridades. Nuestra demanda sigue siendo
que la reubicación se haga lo más pronto posible, y que
nos ayuden con los tratamientos; no pedimos más",
aseveró.
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