TOROS
Sonoro abucheo al juez
Pleonasmo: triunfan los novillos de Vaca
LUMBRERA CHICO
Milagro: de la chequera del doctor R salieron ayer siete novillos bravos y bien presentados, que acabaron definitivamente con las aspiraciones del potosino Mario Zulaica, descubrieron que el regiomontano Juan Antonio Adame está condenado a ser del montón y dejaron ver, sólo por momentos, la buena clase del sevillano Antonio Saavedra, que regresó a la Monumental Plaza Muerta por segundo año consecutivo como protegido de Enrique Ponce que es.
Pero la tarde se la llevó el magnífico ganado de los hermanos Pedro y José Ignacio Vaca Elguero, oriundo del rancho jaliscience de La Punta, que salió con divisa blanca en busca de cartel. Fueron, con excepción del tercero de la tarde -Cocotero, de 398, el de menor trapío pero el de mayor calidad- unos hermosos pavitos, altos y hondos, bravos al caballo, nobles y fijos en la embestida, que causaron, en suma, una excelente impresión.
Cominito, de 381, el que abrió plaza, hizo evidentes las limitaciones de Zulaica, porque era de dulce pero el rubio y bien vestido novillero nunca le cogió la distancia ni el son. Peor se vio el consentido del doctor R ante Canastero, de 425, que era más bien tardo y áspero, y sin embargo rompió en el tercer tercio y se toreaba solo, ridiculizando a su impotente lidiador.
Por consejo de quién sabe qué zafio, Zulaica regaló a Amistoso, cárdeno caribello, culibello y bragado, de 472, con el que se equivocó de principio a fin, mató mal y despachó después de oír un aviso.
Chocolatero, de 468, y Perdiguero, de 383, estuvieron en todo momento por encima de José Antonio Adame, aprendiz que carece por completo de transmisión, y aunque terminó sus trasteos con el terno manchado de sangre bovina, nadie se fijó en lo que hacía, y ambos lapsos dieron pábulo a que los aficionados hablaran de la muerte de Roberto Cobo Calambres, el gigante de la carpa y del cine que se fue la noche del viernes en olor de santidad.
Lo mejor del encierro, a no dudarlo, saltó al ruedo bajo el nombre de Cocotero, negro zaino que peleó bajo el peto del caballo y se comía la muleta del andaluz Saavedra, quien tuvo instantes de gran belleza torera al correrle la mano por la derecha, aunque sin cuajarlo.
A la hora de entrar a matar, se tiró de frente y quedó montado en la pala del pitón derecho. Por agarrarse de algo, mientras era dramáticamente zangoloteado, siguió aferrado a la empuñadura del estoque y sacó la mayor parte del acero, antes de caer a la arena con la taleguilla destrozada.
Pese a la emotividad del lance, el público pidió la oreja, que no fue concedida, pero sobre todo exigió que el novillo fuese premiado con el arrastre lento, cosa que tampoco dispuso el juez Ricardo Balderas, y entonces estalló la bronca en los despoblados tendidos, en protesta por la absurda decisión.
Con Limonero, de 429, un meano, lucero y coletero que desarrolló mucho sentido y le asestó otra golpiza, desgarrando la taleguilla sobre la línea divisoria de la región glútea, Saavedra cumplió a secas. Al terminar, ingresó en la enfermería quejándose de un fuerte dolor en la ingle. Por lo demás, nadie ovacionó a los triunfales ganaderos.