TRADICION Y CULTURA

MANATI

En el mundo sólo existen tres especies de  manatíes. El nombre científico de la que  habita en México  es Trichechus manatus.
Manatí es el término con el que los españoles lo conocieron en lo que hoy es Haití.

Aunque es grande y pesado, la grasa  de su cuerpo y el aire de sus pulmones  ayudarón a equilibrar su peso y a nadar fácil y grácilmente.

Los mayas tuvieron un conocimiento  detallado de este animal y los cronistas  de la época de contacto lo describen con  amplitud. El marino europeo Dampier  lo conoció en Campeche y aportó datos para su clasificación, de acuerdo  con la norma occidental.

Manatí en náhuatl=tlacamichin que significa hombre-pez.

El soldado español Gómara  escribió acerca de un manatí que había sido domesticado por un cacique  maya; califica al animal  de "manso y amigable".

La cacería del manatí fue  indiscriminada sobre todo durante la Colonia y hasta el siglo XIX; se llegó casi a su extinción. Durante un tiempo se exportó del Caribe hacia Inglaterra.

La contaminación ha destruido  los lugares en donde habita  y sus alimentos.

Desde hace algunos años  en Quintana Roo se realizan acciones para su protección y reproducción

Se dice que la especie africana  de nombre durgong dio origen a la  leyenda de las sirenas.

Este mamífero, que se adentra poco en el mar, vive en aguas no muy profundas, claras y tibias de lagunas costeras, esteros y en las desembocaduras de los ríos. Tiene pulmones bien desarrollados y para respirar sale a la superficie cada 10 o 15 minutos. Cuando lo persiguen, puede durar hasta media hora sin emerger del agua. Una vez que aspira aire, los orificios de su nariz se cierran con una membrana que los sella para evitar el paso del agua.

Cuando alcanza la madurez puede medir hasta cuatro metros de largo, llega a pesar más de 400 kilos y su diámetro alcanza más de un metro.

El manatí procrea una vez al año, tiene una cría y en raras ocaciones dos. Las madres son muy cuidadosas, las protegen bajo sus aletas cuando son pequeñas y permanecen juntas poco más de dos años, enseñándoles a vivir y mostrándoles los lugares adecuados para comer y dormir. Por esta razón fue símbolo de la maternidad entre las etnias originarias.

No obstante ser un animal que carece de oreja externa, emite sonidos que le permiten comunicarse con los de su género; también lo hace mediante señales que se dan tocándose unos a otros.

Con sus fuertes labios, pues sólo tiene molares en su dentadura, arranca la vegetación acuática como el camalote; también come plantas flotantes como el lirio. Su intestino es largo como el de todos los animales que comen hierbas.

Sólo tienen aletas anteriores y las utilizan casi como patas para desplazarse en los fondos y lechos de los cuerpos de agua en los que habitan. Su fuerte y extendida cola horizontal sirve al manatí como medio de impulso y de timón cuando nada.

Se le encuentra en pequeños grupos pastando dentro del agua entre la abundante vegetación, que es su única comida. El cronista Fernández de Oviedo describe que en ocasiones salían a pastar en las riberas con medio cuerpo fuera del agua y que los ballesteros aprovechaban ese momento para cazarlos.

En Mesoamérica su carne y su grasa fueron muy apreciadas para cocinar. Varios de los cronistas de la época de contacto hacen referencia a la abundancia y buen sabor de su carne.
 
 
 

Agradeceremos que nos envíen datos acerca de las celebraciones que se realizan en su comunidad, así como descripciones de sus costumbres y tradiciones. También serán bienvenidos sus comentarios y correspondencia a: La Jornada, Francisco Petrarca 118, Col. Chapultepec Morales, Miguel Hidalgo, C.P.11570, sección Cultura, página Tradición y Cultura.

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