Juan Saldaña
Lo principal y lo accesorio
Lo accesorio corre siempre la suerte de lo principal, reza la máxima acuñada para resolver dudas y litigios en lo que a propiedad del suelo se refiere. Fórmula no siempre equitativa, no siempre clara, pero de universal y totalizadora aceptación.
Hoy en México se antoja aplicable la visión inversa de la vieja propuesta, por la interminable sucesión de actos que destacan en la crónica reciente de la acción gubernamental. Hoy en México parece que lo principal está corriendo la suerte de lo accesorio. Valgan algunos ejemplos.
El diseño de los viajes presidenciales muestra ya la tendencia de una política exterior encaminada más a consolidar servidumbres y, en el mejor de los casos, complicidades, que alianzas significativas con los iguales, frente a la dramática y unívoca polarización del dominio mundial.
La idea de que el agro mexicano debe salvar su evidente catástrofe con la eficacia productiva, caiga quien caiga, más que con la instauración de programas que antes de atender a las cifras del producto se ocupen del bienestar del campesino y su familia. Que no más tengan que hablar los simbólicos machetes para defender la historia y las propiedades ancestrales de los trabajadores de la tierra.
La reiterada actitud de prolongar la querella electoral hasta bien entrado el ejercicio institucional de gobierno, en un inconfesable prediseño de lo que puede significar la sucesión sexenal y sin parar mientes en las proporciones que puede cobrar el afán persecutorio del adversario, más allá de la pugna que concluyó en los comicios.
Destacar los resultados de una política social que concibe, por ejemplo, a la educación pública como objeto de gasto y erogación, y no como lo que es: la más relevante inversión social de nuestro país, con o sin computadoras en las aulas.
Prefigurar a las políticas indigenistas por medio de un tratamiento asistencialista, en lugar de orientarlas a la incorporación integral de nuestras amplias comunidades autóctonas a la marcha del país, con irrestricto respeto a sus propiedades y a sus tradiciones.
Escatimar recursos a las entidades federativas en aras de una dudosa política de ahorro, interrumpiendo planes regionales y sectoriales en marcha, constituye un camino eficiente para la liquidación de nuestro federalismo o Ƒalguien recuerda hoy aquello del municipio libre?
Definir, en suma, a la problemática nacional mediante un tratamiento gerencial desvirtúa los grandes objetivos del Estado. Más temprano que tarde, esta actitud terminará por desdibujar a la tarea pública para convertirla en quehacer de mercadeo, en búsqueda clientelar, en liquidación rápida y eficaz de los haberes de la nación.
Son todos estos, apuntes apresurados de lo que viene formando, todos los días, el meollo de una profunda inquietud social en el país. Por añadidura, el transcurso de la acción de gobierno en sólo dos años está mostrando la falta de entendimiento del equipo presidencial. Su desarticulación programática y política, esto es, hacia los resultados externos y hacia sus relaciones como integrantes del equipo primero del Presidente.
Valga un ejemplo. La retirada de Atenco constituyó, sin duda, un acierto del Presidente, pero obedeció a decisiones adoptadas casi en estado de sitio. Decisiones que lograron operar en el último momento, cuando ya la sangre había comenzado a derramarse. Manipulaciones del poder local o no, los gerentes llegaron tarde. El equipo presidencial tenía que haber resuelto el problema antes de que las circunstancias exigieran la firma mayor en el documento que marcó la retirada.
Resulta imperativo, en este orden de cosas, que el equipo presidencial recapacite o deje el lugar a quienes entiendan, con claridad, lo que es gobernar este país a partir de sus más altos fines. A quienes hayan sido capaces de superar la contienda partidista para enfrentar, a profundidad, los verdaderos problemas de hoy en día.
A quienes no estén dispuestos a que lo accesorio ocupe el lugar de lo esencial que, al fin y al cabo, si se aportan soluciones de fondo, poco importan los ósculos que haya que depositar en el anillo pontificio.