viernes 16 de agosto de
2002 |
Cine El crimen (no es) del padre Amaro n Alfredo Naime |
El crimen del padre Amaro es la
más reciente cinta de Carlos Carrera, joven cineasta al
que el cine mexicano le debe su más importante premio
internacional: la Palma de Oro del Festival de Cannes,
obtenido por su corto El héroe, de 1994. En esos días
Carrera se convirtió en poco menos que -precisamente- un
héroe para México, siempre ávido de triunfos y
reconocimientos culturales (y deportivos) que no siempre
abundan. Hoy, el mismo personaje, Carlos Carrera, es un
villano incalificable para los no pocos asustadizos
detractores del Crimen del padre Amaro. La película procede de una novela, publicada en 1875, del escritor portugués José María Eça de Queiroz, cuya literatura gozó de amplio reconocimiento durante la primera mitad del siglo XX. Fue adaptada por Vicente Leñero (flamante Premio Nacional de Literatura), quien la ubicó entre nosotros -en un pueblo del Bajío- en la época actual, lo que le posibilitó incluir temas vigentes en el México de hoy. En breve, la historia tiene que ver con Amaro (Gael García Bernal), joven sacerdote recién ordenado que al llegar a la comunidad de Los Reyes descubre que otros religiosos están vinculados con la guerrilla y el narcotráfico. Más adelante él mismo sostendrá relaciones sexuales con una hermosa lugareña (Ana Claudia Talancón). Este ambiente, de manera inevitable, pondrá en la encrucijada tanto la vocación como la carrera sacerdotal del confundido padre Amaro. Cual se sabe, de esto ha derivado, sorpresivamente, un escándalo monumental. Y digo "sorpresivamente" porque la película hasta hoy estrena, y no son más de 100 las personas que antes han podido verla. En específico es la organización Cultura de la vida (parte de Pro Vida) la que ha señalado ferozmente a la película de Carlos Carrera como "desagradable, antirreligiosa y sacrílega, que lastima seriamente las creencias del pueblo mexicano". Además, por conducto de su presidente, Jorge Serrano Limón, Cultura por la vida ha decidido demandar a Santiago Creel, Sari Bermúdez (presidente de Conaculta), Alfredo Ripstein (productor) y al Imcine (vía su director, Alfredo Joskowicz) por sus diversos vínculos y responsabilidades con El crimen del padre Amaro. Y no: que se sepa, nadie de Cultura por la vida ha visto la película. Alrededor de este escándalo, se ha opinado así: Gael García Bernal: "La película no atenta contra la fe, la virgen ni nada; ha tomado, desde una novela, un evento aislado que es incluso más suave de lo que se vive en la realidad". Monseñor Juan Sandoval Iñíguez: "Ofende a la mayoría de los mexicanos y atenta contra la iglesia católica". Conferencia del Episcopado Mexicano: "No intentaremos que no se vea o que la censuren; es un llamado de atención para que la Iglesia revise sus procesos de selección y de formación en el seminario, y para vivir de manera más acorde con las necesidades de nuestro pueblo". ACI Prensa (agencia católica): "Que no se exhiba esta película; invita a tus amigos a unirse a esta campaña; no permitas que con tus impuestos seamos atacados". Carlos Carrera: "En ningún momento quise atacar a la iglesia católica; quise narrar la vida de un ser humano con virtudes y defectos, sin importar su profesión". Daniel Birman Ripstein (productor ejecutivo): "Me resulta extraño que traten de impedir que la cinta se exhiba, porque nunca se ha mostrado al público". Catón: "Tras del escándalo absurdo, de las prédicas y condenas en su contra, estoy que ardo en deseos de verla". A mí me han preguntado mucho al respecto, pero he de guardar silencio hasta ver la película. Si el film amerita disputa, que la haya; si por su causa hay que subir al ring, pues a boxear; pero no sin haber transitado por sus 120 minutos. La inconformidad se vale, pero cuando conocemos por nosotros mismos -y no "de oídas"- el origen de nuestra irritación. Sin que seamos el padre Amaro, el verdadero -inadmisible- crimen es lo contrario. |