Alejandro Nadal
Tesobonos en Copacabana
El actual secretario del Tesoro estadunidense, Paul O'Neill, llegó a su puesto con una retórica estridente contra los rescates financieros como el de México en 1995 o el de algunos países asiáticos en 1997-98. Esa oposición no sorprendió: después de todo, su trayectoria no pasó por Wall Street y su lógica especulativa es como la de su predecesor Robert Rubin. O'Neill proviene de otra parte del sector privado (Alcoa) y la administración del presupuesto federal. ƑPor qué entonces acabó promoviendo el rescate financiero del Fondo Monetario Internacional (FMI) para Brasil?
El señor O'Neill puede seguir convencido de que los rescates están íntimamente ligados a la corrupción (tiene razón). Pero él está tan sujeto a las presiones de los dueños de bancos y administradores de los fondos de pensión, como anteriormente lo estuvo Rubin. La diferencia es que en esta ocasión el responsable del tesoro ni siquiera tuvo que recurrir al Fondo de Estabilización Cambiaria como en el caso de México en 1995. Casi todo el paquete de 30 mil millones de dólares (mmdd) son recursos del FMI. Pero, Ƒa quién va a rescatar el FMI?
Para responder esa pregunta hay que observar que una parte muy importante de la deuda publica interna (aproximadamente 30 por ciento) está indexada con el tipo de cambio. Es decir, son recursos externos colocados en títulos denominados en reales, pero acompañados de una provisión que permite a los titulares revertir el riesgo cambiario hacia el gobierno brasileño. Son títulos idénticos a los tesobonos mexicanos de 1994.
Ese tipo de arreglo es casi obligatorio en una economía amenazada por la reversión del flujo de capitales de corto plazo. Cuando los inversionistas comienzan a dudar sobre la estabilidad del tipo de cambio, la única forma de retenerlos es otorgando una garantía cambiaria. Es exactamente lo que hicieron los señores Mancera, Aspe y Ortiz en 1994 en respuesta a las presiones de corredurías y fondos de pensión.
En el caso de Brasil (igual que en México en 1995) esta medida convierte esos títulos denominados en moneda local en parte de la deuda externa. Esto empeora el perfil del calendario de vencimientos porque esos títulos típicamente tienen plazos más cortos. Los inversionistas lo saben y eso agrava su nerviosismo, con lo cual se sabotea el esfuerzo para aplacar los ánimos.
Cualquier depreciación del tipo de cambio agrava el peso de esta deuda, y en lo que va del año la moneda brasileña ha sufrido una devaluación cercana a 38 por ciento. Al final de cuentas, cuando estalle la crisis cambiaria y financiera, el peso del servicio de la deuda aumentará de manera brutal.
Otro dato importante es que los bancos internacionales tienen una exposición importante en el caso brasileño (a finales del año pasado ascendía a cerca de 150 mmdd según el FMI). En los días que siguieron al anuncio del fondo, las acciones de bancos, como Fleet Financial (con sede en Boston), J. P. Morgan Chase y Citigroup, y varios otros europeos con importantes préstamos en Brasil, vieron sus acciones revalorizadas en el mercado bursátil. Es claro que los inversionistas saben descifrar para quién está dirigido el paquete del FMI. En el caso argentino estos inversionistas grandes pudieron salir de apuros antes de la debacle, y las empresas y bancos pequeños que sufrieron pérdidas claramente no contaron con la suficiente fuerza para presionar por una intervención eficaz del FMI.
Al igual que en otros rescates, el menoscabo que sufre la soberanía económica de Brasil por la imposición de compromisos en materia de política fiscal y monetaria, tiene su contraparte en las ventajas para los principales beneficiarios del modelo neoliberal. Pero, Ƒfuncionará el rescate?
El monto de la deuda brasileña es colosal y no es evidente que el rescate del FMI funcione sin una renegociación del perfil de vencimientos y nuevos esquemas de refinanciamiento. La deuda pública total representa ya cerca de 60 por ciento del PIB, y el servicio excede el superávit primario. Si los bancos y demás acreedores de Brasil no cooperan y aceptan la restructuración (que inevitablemente representaría pérdidas para ellos) el rescate podría fracasar. El servicio de la deuda es insostenible y el paquete del FMI no altera este hecho fundamental.
El cambio de señor O'Neill ha sido justificado diciendo que se busca evitar el daño que sufriría la economía mundial en caso de una moratoria brasileña. La realidad es que este nuevo rescate solamente busca mantener la estabilidad cambiaria. Si se quisiera evitar la debacle de la moratoria habría que actuar primordialmente sobre la restructuración de la deuda brasileña.