Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 21 de agosto de 2002
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Capital

Nora Patricia Jara

Las limitantes de la democracia

ƑCómo explicar que vale lo mismo la vida de una persona que la de muchas? ƑQue es igual que muera un ciudadano que 300 o 500? ƑQue la tarea de un Estado, además de ejercer la represión legítima, es también evitar los conflictos y no generarlos? ƑQue cuantitativamente algunos son por lo menos uno? ƑQue las minorías valen y que si ese uno no está de acuerdo hay que negociar -o, como gustan decir ahora, cabildear- para que los menos acaten por voluntad propia lo que designen en beneficio de todos las mayorías, sin reprimir, sin imponer?

Es cierto que en las democracias se hace lo que la mayoría dispone, pero una de sus limitantes como sistema político (la primera, coinciden algunos expertos) es la del respeto y garantía de la opinión y expresión de las minorías; es un supuesto moral y legal de este tipo de régimen.

En San Salvador Atenco faltó que se escuchara la voluntad general de los afectados; ahí no se implantaron medidas políticas preventivas que facilitaran el acercamiento y el diálogo o que pusieran en alerta temprana al gobierno federal, de la oposición que iba a encontrar en la ejecución de su proyecto. Fue la carencia de un trabajo político anticipado lo que dio al traste con una multimillonaria inversión y con la posibilidad de que la capital del país contara con una nueva sede aeroportuaria adecuada; plan sujeto, en un inicio, a los intereses de las multinacionales aéreas y luego a los capitales de la región, los mismos de siempre.

Esta mezcla explosiva, donde la falta de reconocimiento del otro -que en este caso era el afectado directo- se convirtió en una agresión que al final condujo al enfrentamiento. Y, como en casi todo conflicto donde se involucran una minoría y la falta de voluntad política, en éste se identifican patrones económico-productivos, de afectación a los recursos naturales y de propiedad de la tierra. Elementos éstos que fueron obviados por una práctica autoritaria y soberbia que sólo ve por unos cuantos en representación supuesta de los muchos, cuando es derecho de todos, incluso de las minorías, participar en las decisiones de carácter nacional.

Desde 1992 la Organización de Naciones Unidas establece, en la Declaración de los Derechos de Personas que Pertenecen a Minorías, que los Estados, en la aplicación de políticas y programas nacionales, tienen que tomar en cuenta el interés minoritario. Es decir, lograr el consenso de omnium, o de la voluntad general, que señala que el criterio de la mayoría implica el acuerdo de todos. En ocasiones, como en Atenco, dicho principio hace indistinguible la opinión minoritaria de la voluntad de la mayoría; hasta que la decisión de esta última se interpreta como "el todo", asumiéndose como tal al momento en que las minorías aceptan acatar el designio mayoritario.

Pero en el estado de México nunca se manifestó un todo, sino el sentir de la fuerza y el deseo de despojo, arropado en discursos de preservación del estado de derecho a cualquier costo, hasta el de vidas humanas; ejemplo: la confrontación entre campesinos y elementos policiacos mexiquenses puso de relieve la conciencia de territorio de los habitantes del lugar, en un sentido más amplio que el de la posesión, para manifestar su cultura espacialmente, llevando su tradición y costumbres a un contexto físico que va desde la lengua hasta el comportamiento cotidiano. Sin embargo, nada de esto tiene importancia al escuchar los exabruptos de personajes como el groseramente millonario obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, que más que cristiano pareciera ser líder espiritual de los adoradores del Becerro de Oro, y que enmedio de jugadas de golf y crónicas taurinas vocifera su desencanto exigiendo la aplicación a ultranza de la represión.

Este hombre de Iglesia no comprende que en la democracia se prohíbe a la mayoría el abuso de la fuerza que la determina, la del número, eliminando así el uso de la única fuerza de la que disponen las minorías para hacerse sentir o escuchar: la de la violencia.

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