Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 29 de agosto de 2002
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Política

Martí Batres Guadarrama

ƑQué pasó con el PRI?

En algunos círculos apareció cierto asombro por la facilidad con la que la dirigencia priísta abandonó su encendida defensa de la industria eléctrica nacional. Hace apenas unas semanas se les escuchaba un discurso nacionalista, firme, persistente que, acompañado de un cúmulo muy amplio de datos, cifras y referentes históricos, se empeñaba en demostrar que no había razón alguna para entregar a intereses privados la industria eléctrica nacionalizada.

De repente parecía que el PRI era otro. La elección del 2 de julio de 2000, con la derrota del hasta entonces partido oficial, arrojó una oleada de reflexiones al interior de esa organización política. Algunos hasta renunciaron criticando a su partido, como Roberto Campa y Luis Miguel Ortiz Haro, quienes se dieron golpes de pecho, aunque después regresaron sin alarde alguno a sus filas. Otros afirmaban que la derrota del PRI se debía al abandono de sus postulados, a la subordinación ante el Ejecutivo y a decisiones que tomaron, como el TLC, el Fobaproa o el aumento de 10 a 15 por ciento del IVA. Oscar Levín decía que ahora "se abriría una lucha de liberales contra conservadores". Manuel Jiménez Guzmán hablaba de alianzas hasta con los zapatistas y con el CGH. Beatriz Paredes manifestaba que ahora con más razón su postura era de izquierda. Genaro Borrego afirmaba que había que ubicarse en una postura socialdemócrata.

Más adelante, ya en la acción, Juan S. Millán encabezaba las protestas de los maiceros de Sinaloa. José Elías Romero Apis reclamaba en tribuna la defensa de la educación gratuita en la UNAM. José Murat aparecía como "indigenista". Fidel Herrera defendía a los cañeros y Manuel Bartlett hacía suya la bandera de la industria eléctrica nacionalizada.

El Consejo Político Nacional del PRI rechazaba el IVA en medicinas y alimentos. Y la Asamblea Nacional de ese partido se pronunciaba en contra de reformar la Constitución para nuevas privatizaciones, y sus legisladores protestaban por los recortes al gasto social.

Así, leíamos una dura autocrítica del priísmo que cuestionaba todo aquello que ellos mismos habían hecho como gobierno. Cualquier observador extranjero poco conocedor de la historia de México podría haber pensado que el PRI era un partido de izquierda. Los priístas visitaban sus bases, recorrían los territorios perdidos y gritaban a los cuatro vientos que no iban a abandonar a su gente, que rectificarían sus errores, que "no más neoliberalismo".

Y de repente, el PRI aparece con el PAN nuevamente, no para promover la reforma política del Distrito Federal o para sacar adelante las figuras de referéndum o plebiscito. No para anunciar un incremento de recursos para la educación. Aparecen, en el viejo estilo, para anunciar que ellos juntos hacen la mayoría constitucional para la privatización de la industria eléctrica.

Muy poco le duró al PRI el entusiasmo social, la euforia nacionalista y el deseo de corregir sus líneas de gobierno, apenas un año y medio de paréntesis dentro de largos 20 años de consistencia ideológica neoliberal. ƑY por qué el nuevo viraje, por qué el retorno a lo que estaba mal?, se preguntan priístas en voz baja estos días.

El presidente del PRI tácitamente les responde: "porque primero es México antes que los intereses partidistas". Entonces lo anterior, Ƒera sólo demagogia electorera? Entonces, Ƒno se trataba de ayudar a México, sino de fingir una postura política? O sea que nada de lo que dijeron en los pasados casi dos años era por el bien del país.

Pero el viraje no está motivado por México, sino por un interés, precisamente, partidista. El interés de detener la ofensiva publicitaria, y sólo publicitaria, del gobierno foxista contra el PRI.

La partida secreta de Carlos Salinas, la investigación a Luis Echeverría, el Pemexgate, Capufe, Banca Unión y otras preocupaciones del PRI son las que están detrás de dicho viraje.

Las prioridades están claras: primero el PRI y luego México. El PRI pone su propia necesidad de sobrevivencia antes que el país. Es capaz de respaldar la venta del patrimonio nacional, que apenas semanas antes defendía, antes que enfrentar cualquier cuestionamiento a sus líderes.

No es que de repente reflexionaran acerca de lo importante que era para México un mercado eléctrico privado. No es que de repente se dieran cuenta de la lucidez que ya había en la propuesta de Zedillo y de la razón que "ahora le asiste" a Fox en el mismo tema. No es que de repente se tocaran la frente con la mano y exclamaran: "qué graves errores estatistas subyacen en la plataforma del PRI, en las resoluciones de su Asamblea Nacional y su Consejo Político". No, nada de eso. Simple y sencillamente, su convicción profunda es que sobreviva el PRI, aunque eso implique vender a México.

ƑQué pasó? Que nada pasó. Lo que pasó es que en el PRI nada ha pasado en realidad. Que nadie se engañe, que nadie se llame a sorpresa, que ningún priísta de base se decepcione de su partido. El PRI sigue siendo el PRI.

Afortunadamente, la sociedad sí ha cambiado. Su fuerza en movimiento, sólo su fuerza en movimiento, puede parar una nueva oleada de privatizaciones. Y al contrario de lo que presuponen los dos partidos del capital financiero: decidir contra México y su gente sí tiene elevados costos políticos y económicos.

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