Jesús Manuel Macías
Los muertos de los desastres naturales, Ƒson naturales?
La visión y acción tecnocráticas sobre los desastres tienen un vínculo muy estrecho con la noción del "desastre natural" y por ello se cuentan los siguientes implícitos: a) los desastres naturales son fenómenos superiores a los poderes humanos, por lo que se desliga de toda responsabilidad a la autoridad y sus agentes; b) las fuerzas de la naturaleza pueden ser desatadas por Dios, como expresión de su ira en contra de los humanos: desastre y fenómeno natural son sinónimos; c) como la naturaleza envía sus expresiones "extremas", que reflejan su "furia", entonces se requiere de la injerencia de los científicos naturales que son imprescindibles y ellos deben hacerse cargo de cómo se hace la investigación y el manejo de sus recursos; d) como el entendimiento de los fenómenos naturales extremos sólo se logra con la ciencia natural, y sus aplicaciones tecnológicas respectivas para reducir los riesgos definen la misma pertinencia de los ingenieros, ambos grupos asumen la regencia de las acciones de defensa y prevención de riesgos, y e) los grupos humanos que sufren los desastres son víctimas incapaces de responder adecuadamente a los desastres, por lo que requieren la ayuda externa para ser rescatados y ayudados, ya que ellos no pueden enfrentarlos... Hay otros implícitos derivados igualmente absurdos, pero eso nos basta para comentar lo siguiente.
Los muertos recientes por los desbordamientos de presas en Zacatecas, San Luis Potosí y en otros lugares de la geografía del centro-norte del país ya fueron declarados "naturales" por el presidente de la República, Vicente Fox. No hay responsables, se "trató de un accidente. La naturaleza es así..." y el país seguirá sufriendo desastres "naturales" y seguirá habiendo pérdidas cuyas muertes serán culpa de la naturaleza, de la "gran concentración de lluvia" o de otras fuerzas "incontrolables".
Pero la esencia de los desastres es social. Ninguna expresión "extrema" de la naturaleza es desastre si no interviene un grupo humano que lo sufre, de esa manera los desastres y los riesgos son materia de seguridad fundamental que los gobiernos no deben vacilar en atender. En prácticamente todas las sociedades modernas los gobiernos han desarrollado organizaciones para enfrentar a los desastres y, en México, a eso se le llama "protección civil".
Qué pensaría el presidente Fox si se le diera a conocer la primera recomendación que en septiembre de 1996 formuló uno de los comités científicos asesores del Sistema Nacional de Protección Civil (el relativo a fenómenos geológicos), que trata precisamente de la "seguridad de presas de almacenamiento de agua". Ahora vemos que, como casi todas las recomendaciones de esos grupos científicos -mantenidos ahora en desuso por los actuales funcionarios de la Secretaría de Gobernación- fue desatendida. Lo inexplicable es que dicha recomendación, que ya alertaba a las autoridades acerca del enorme peligro que representan las "más de 4 mil presas y bordos de almacenamiento de agua de todo tipo", y anticipaba la estimación de "esperar la falla de una de ellas en México cada 2.5 años", fuera desestimada por los mismos ingenieros que siguen al frente de las instituciones "técnicas" de la protección civil mexicana.
Los desafortunados sucesos en Zacatecas y en San Luis Potosí, que hablan de las muertes y los daños producidos por las rupturas y desbordamientos de las presas no son accidentes. Sus muertos y las pérdidas materiales pudieron evitarse sin lugar a dudas, y también tienen responsables tanto en los ámbitos federal como estatal y municipal.
Es de esperar que el actual gobierno abandone las mismas prácticas que desarrollaron sus precedentes priístas, desde el tristemente célebre ex presidente Miguel de la Madrid en el desastre de 1985, y quienes le sucedieron, siempre eludiendo toda responsabilidad por omisiones o negligencia gubernamental y culpando de las desgracias a la naturaleza. Haría bien el secretario de Gobernación si evaluara urgentemente los eventos desastrosos recientes para rectificar los evidentes desaciertos y descuidos que son imputables principalmente a él por razón del cargo.
Hay que recordarles a los gobernantes foxistas que en este ámbito tuvieron un "mal principio", cuando trataron la emergencia del volcán Popocatépetl en diciembre del año 2000. Los operativos que desarrollaron fueron de absoluta improvisación, a pesar de que se contaba con planes de emergencia y que el personal de operación seguía conformado por los funcionarios zedillistas. Sólo una funcionaria, la secretaria de Desarrollo Social, lo reconoció entonces, pero fue pronto acallada por las versiones triunfalistas y mercadotécnicas del gabinetazo, que instaló de nuevo la simulación y el engaño, y que quizá buscará recetarnos a los mexicanos más de lo mismo. Es de esperar que esto no suceda, por el bien de todos.