Alejandro Nadal
Johannesburgo: cumbres vergonzosas
Después de nueve días de reunión en la cumbre sobre desarrollo sustentable en Johannesburgo, los gobiernos han negociado un plan de acción sin compromisos concretos. Es un decepcionante documento que poco tiene que ver con las necesidades del planeta en el plano del medio ambiente y el desarrollo sustentable, pero que sí establece fuertes vínculos con la agenda del libre comercio y la liberalización financiera.
Hasta el texto de la Declaración política está lleno de problemas. El primero es que reafirma las metas sobre ayuda oficial al desarrollo, que siguen siendo demasiado modestas y los países ricos ni siquiera las están cumpliendo. Al mismo tiempo se señala la importancia de la inversión extranjera directa (IED) para el desarrollo de los países pobres. Se da la espalda en esta declaración política a la necesidad de llevar la IED a una contabilidad responsable en el terreno social y ambiental. Este párrafo es una vergüenza para los gobiernos del mundo subdesarrollado.
Sin mencionar a la Organización Mundial de Comercio (OMC), la declaración política "reconoce la importancia del sistema de comercio internacional, basado en reglas, como clave para la aplicación del programa de Johannesburgo". Es cierto que el sistema de la OMC está basado en reglas y que se llega a resultados predecibles (porque las fuerzas económicas actúan como elemento coercitivo). Por eso esta semana la OMC autorizó a la Unión Europea aplicar medidas compensatorias en contra de las exportaciones estadunidenses a Europa por una suma astronómica. Pero ese sistema y sus predecibles resultados es precisamente lo que ha forzado la rápida e indiscriminada apertura comercial experimentada en los últimos diez años, profundizando la desigualdad y el daño ambiental en bosques, lagos, costas, y la pérdida de diversidad biológica. Es increíble que el texto de Johannesburgo consagre este principio sin introducir una cláusula de salvaguarda que llame a la OMC a rendir cuentas.
Parece increíble que después de una década de globalización neoliberal los gobiernos se atrevan a decir eso en la declaración política, pero eso revela, una vez más, el grado de subordinación del proceso a la OMC. El resto de la declaración política es un dócil y (quizá no tan) inocente texto, digno de un concurso de oratoria de primaria, que no dice nada. En cambio, en el capítulo sobre comercio y globalización ni siquiera recoge el principio de que los acuerdos de comercio deberán pasar por un auditoría que verifique la sustentabilidad ambiental.
El tema de las metas cuantitativas puede ilustrar cómo funcionaría todo esto. En el documento final casi no hay compromisos cuantitativos y los únicos dos capítulos en los que sí se mencionan son el de agua y el de la protección de recursos marinos. En el primer caso se establece que para el año 2015 se reducirá en 50 por ciento la proporción de habitantes del planeta que carece de agua potable. En el segundo se establece el compromiso para 2012, pero desgraciadamente no se cubre el tema de los subsidios que han fomentado la sobrexplotación de los recursos marinos vivos a escala mundial.
La meta sobre agua potable es claramente importante, pero ni siquiera es claro que sea alcanzable con las tendencias actuales. Probablemente se busca ligar este tema con el de las privatizaciones en el servicio de distribución de agua y las "nuevas alianzas" con el sector privado. Y todo eso puede ligarse con la nueva/vieja agenda de la OMC sobre liberalización del sector servicios.
Uno de los temas mas importantes de la reunión es el de la energía, por sus vínculos con el cambio climático a escala mundial y la contaminación atmosférica regional. Pero las complicidades cruzadas de los países árabes (el lobby petrolero), Estados Unidos y Japón conspiraron para impedir la inclusión de metas cuantitativas en el acuerdo final. Por eso, en lugar de incluir metas para aumentar el uso de fuentes de energía renovable, el texto final simplemente habla vagamente de "un sentido de urgencia" para incrementarlas. En vez de fijar metas obligatorias, simplemente se reconoce la importancia de las metas regionales voluntarias.
El documento de la cumbre de Johannesburgo no tiene nada más que ofrecer en términos de compromisos efectivos. Ni siquiera en los cruciales temas de biodiversidad o del uso de recursos naturales hay compromisos claros y vinculatorios. Ha pasado una década y lo único que se alcanzó fue el imperio de las palabras. Tienen razón las organizaciones civiles cuando reclaman: "šno más cumbres vergonzosas!"