REPORTAJE ESCRITOR ESPONTANEO
Y UNIVERSAL
A 103 años de su natalicio, sus inéditos
aguardan ver la luz
Juan de la Cabada dio voz a la literatura y la política
Una parte del acervo del escritor se encuentra en la galería
7 del AGN; allí se realizan las últimas correcciones y se
prepara la base de datos antes de presentar, en octubre, el Inventario
analítico del archivo documental de Juan de la Cabada
AMALIA RIVERA
Hoy, hace 103 años, nació Juan de la Cabada,
y dicen sus amigos que no se sentiría tan extraño de volver
a una galera como huésped del Palacio Negro de Lecumberri, hoy Archivo
General de la Nación (AGN). Y es que ahora una parte de su acervo
se encuentra en la galería 7, donde se realizan las últimas
correcciones y se prepara la base de datos antes de presentar, en octubre,
el Inventario analítico del archivo documental de Juan de la
Cabada, que comprende inéditos (novela, guiones de cine, cuento),
fotografías, dibujos, material sobre su participación en
la Guerra Civil española, dictámenes de las sentencias de
los presos políticos del 68, así como correspondencia personal
y material que refrenda sus intereses políticos y académicos
que dan cuenta de una época y muestran la riqueza de una vida prolífica.
''Tener aquí a Juan de la Cabada como huésped
es un privilegio", dice Juan Manuel Herrera, director del Archivo Histórico
Central del AGN, quien generosamente abrió las puertas al acervo
del escritor campechano, que llegó ''de manera inusual: con el entusiasmo
de Julia Marichal y con quienes mejor lo conocen y lo han venido trabajando":
la antropóloga Flor de María Trejo Rivera, hoy asesora, y
más recientemente la historiadora Lilia Isabel López y Daniela
Juárez, capturista.
Al rescate del archivo
A dos años de la muerte de Juan de la Cabada (26
de septiembre de 1986), su viuda, Esther Martínez -madre de Julia-
abrió el archivo a Alejandro Miguel Méndez, del Centro de
Estudios del Movimiento Obrero y Socialista (CEMOS), quien intentó
un listado que no concretó. Más tarde, Abelardo Carrillo,
gobernador de Campeche, ofreció 15 millones de pesos que se depositarían
en una cuenta de la que sólo podrían cobrarse ínfimos
intereses. Dado el triste
panorama, José María Fernández Unsaín, Eraclio
Zepeda y Luis G. Basurto pretendieron que el archivo fuera depositado en
el AGN, por lo que buscaron a Fernando Gutiérrez Barrios, quien
en 1990 lo donó a la Universidad Veracruzana, donde permanece como
Fondo Juan de la Cabada, sin clasificación, como si no existiera.
En 1992, Julia Marichal, actriz profesional e hija de
Juan, al ordenar la biblioteca de la última casa que habitó
el escritor, encontró una caja etiquetada con la leyenda Material
de desecho y decidió empezar a ordenar el archivo. Nadie ha
dicho que organizar un acervo sea fácil, menos aún si es
el de Juanito...
Papeles que paren más papeles
Abrir esa caja fue como invocar a Pandora, pues empezaron
a aparecer papeles por todas partes: en los libros, en la recámara
y por toda la casa. Julia rememora: ''Esto empezó de la manera más
loca y absurda del mundo. Yo nunca antes había tocado un papel de
Juan. Si tocabas algo te hacía un escándalo espantoso, porque
le fastidiabas 'su orden'.
''Había bolsas con papelitos, papeles y papelotes
con documentación muy importante, como una carta que pensamos que
es de Octavio Paz. Es un saludo a los compañeros mexicanos en la
que dice que viendo la guerra de España empieza a comprender muchas
cosas. Están también los Cuadernos del chicle, que
habían estado buscando y nadie encontraba, y que Juan quiso hacer
toda su vida y nunca logró. Había material de investigación,
cuentos, como Aquella noche, el Tratado del yo o la egología,
grabados de Quintero, la correspondencia con Leonora Berry, quien fue el
amor de su vida, unos 70 cuentos inéditos y cuatro novelas. Mi madre
siempre me dijo que Juan se quitaba los años, lo que corroboré
al encontrar su acta de nacimiento, porque está como borrada la
fecha como con navaja que es 1899, y arriba tiene puesto a máquina
1902."
Dada la cantidad de material optó por poner todo
en cajas con carpetas para ir ordenando por temas, ''porque pensé
que sería más fácil írmelos acabando así,
pero parecía que en la noche los papeles parían más
papeles. Y la semana que pensaba dedicarle se extendió a tres, y
luego a meses, y ya han pasado 10 años".
La gran cantidad de documentos incompletos que encontró
le hizo suponer que encontrarían su otra mitad en el Fondo Juan
de la Cabada, por lo que ella y Flor tomaron un autobús para viajar
a Jalapa con la ilusión de ofrecer sus servicios para trabajar todo
el acervo; sin embargo, recibieron la frialdad de las autoridades, que
les respondieron que ''ya contaban con gente".
Entregada en cuerpo y alma al archivo, en 1992 Julia inscribió
su proyecto Rescate y organización del archivo privado de Juan
de la Cabada en el Programa de Fomento a Proyectos y Coinversiones
Culturales y recibió el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura
y las Artes (Fonca), que refuerza el Instituto Nacional de Bellas Artes
con tres contratos de trabajo, lo que les permitió concluir una
parte del inventario. Agotado el presupuesto, continuaron su trabajo con
muchas limitaciones; el dinero que Julia obtuvo por su participación
en la telenovela Marimar lo invirtió en la compra de archiveros
y una computadora, pero materialmente fue imposible continuar. Posteriormente
recibieron un nuevo apoyo del Fonca, por 30 mil pesos, que sólo
permitió avanzar en la revisión.
''En la primera parte del proyecto pedí auxilio
-explica Julia- y me dijeron que debía fumigar los archivos, por
lo que fui al AGN, donde conocimos a Leonor Monasterio, quien nos adoptó,
y a Alberto Partida, que fue nuestro primer asesor. Más tarde se
integró Lilia al proyecto y por ella recibimos la invitación
de Juan Manuel Herrera para trasladar el archivo al AGN". A partir de ese
momento se dio un gran salto y pasos más seguros.
¿Anécdotas? ¡Eso es De la Cabada!
Julia tenía unos 11 años cuando conoció
a Juan de la Cabada, quien le pareció ''un tipo loco, que entró
a conocernos a mis hermanos y a mí friccionándose el pecho,
así, era un gesto muy suyo. Nosotros dijimos: '¡Hola, Juan'.
No obstante la convivencia, fue una relación distante, ''porque
él andaba en sus cosas. Entraba y salía. Bastaba que le preguntaras
algo para que empezara a ejecutar la historia, a bailar, a cantar y de
ahí pasaba a otra historia y se pasaba horas y días con la
gente que lo acompañaba. Para escribir se encerraba o desaparecía
y se iba a casa de alguien. No tenía una rutina. Pero en el fondo
creo que había una gran angustia y una preocupación constante:
no tener los medios económicos suficientes para dedicarse a escribir
todo lo que quería, a realizar sus sueños.
''Una vez nos buscó una chica que hacía
una tesis sobre Juan. Estaba irritada porque decía que toda la gente
le contaba anécdotas. 'Eso es Juan de la Cabada', contestamos todas,
pero no lo entendió y se fue igual de molesta."
Y esta personalidad tan poco convencional se refleja en
el archivo que, a decir de Flor Trejo -asesora del proyecto- vino a plantear
problemas metodológicos: ''Un archivo personal es muy difícil
de organiza, porque tiene que ver con la vida de la persona y Juan era
espontáneo, asistemático, además de universal, pues
todos los temas le interesaban, ninguno se le escapaba. Era una persona
curiosa, no ordenada, escribía en un papel, una servilleta y sus
cuentos tienen muchísimas correcciones aun impresos, por lo que
es muy difícil rastrear la cronología de un manuscrito o
establecer de manera tajante separaciones".
Otra dificultad, explica la asesora, es que el archivo
estaba separado y los diversos traslados hicieron que se mezclaran documentos,
lo que requirió de una minuciosa descripción: ''A veces encontraba
una hoja suelta que era continuación de algún cuento, por
lo que con el tiempo el inventario se fue transformando en un inventario
razonado con muchas notas y también en una obsesión por conocer
a detalle la vida de Juan y presentarlo al investigador". Las observaciones
incluyen, a decir de Lilia López, datos como los besos con el labial
sobre el papel que Leonora Berry le enviaba en sus cartas, algunas perfumadas.
''Organizar un archivo -explica Trejo- no es definir cuál
fue el primer manuscrito y cuál la versión final de un cuento;
eso toca al investigador. La organización debe tener un sentido,
porque si no se vuelve un mundo kafkiano, considerando la personalidad
de Juan. El inventario que estamos por finalizar dirá qué
documentos hay, qué contienen y dónde están. Una vez
confrontados los expedientes y corregidos, queremos hacer un catálogo
con base en datos para que una palabra despliegue todos los expedientes
con esa información, herramienta muy valiosa que ahorrará
mucho tiempo al investigador.
Editar inéditos, el mejor homenaje
Si bien existen muchas lagunas debido a la fragmentación
del archivo -destaca López-, se ha logrado reconstruir la época
y el contexto en que se movía: ''Tenemos documentos externos, como
volantes, boletines, información periodística que Juan se
fue allegando para trabajar cosas que le interesaban. Esto nos ha permitido
ver que le preocupaban los derechos humanos -aunque en ese tiempo no se
manejaban como tales- de los guerrilleros, de los presos políticos
del 68". Hay también unos 25 boletines sobre la guerra de Medio
Oriente, la guerra fría de los años 70, sobre El Salvador,
Guatemala...
El archivo tiene una tipología documental muy amplia
de documentos personales: recibos de pago de luz, teléfono, agua,
carnet de salud y hasta una multa de Hacienda, y desde luego gran parte
de la correspondencia con Leonora Berry, relación que se dio en
los años 40. ''La gama de un personaje -dice Trejo- puede hallarse
hasta en algo tan íntimo como la correspondencia. Sin embargo, cuando
empecé a ver sus cartas sentí un poco que cometía
una profanación, porque habla de cosas que nadie sabía del
Juan enamorado. Tenía un pegue impresionante con las mujeres
y se dejaba consentir, pero era muy reservado con su vida personal y cuando
le preguntaban no respondía; en sus cartas está esa información".
Flor de María y Lilia Isabel, que conocen el archivo,
coinciden en que éste no se puede dividir ni seccionar tajantemente
en literatura y política, pues Juan era fusión del ser humano
político-literario-social. A más de escritor, Juan era antropólogo
y fotógrafo de la vida: ''Cosa que le gustaba, la escribía
en una notita -dice Lilia- y de ahí se tiraba un cuento.
Encontré una en la que describe que sus vecinos y Esther hacen una
pirámide de dinero, y Juan habla sobre la fantasía que tienen
de hacerse de dinero.
''Juan da mucho, no sólo a la literatura -concluye
Trejo-, sino en cuanto a su visión política del 68. En esos
años era difícil ser una persona con voz y aun así
nunca trata de vender su filosofía en sus cuentos ni mediante mensajes
subliminales, simplemente retrata la vida como es, pero en su actividad
política critica la vida social y está convencido de que
hay que luchar para establecer cambios."
El archivo, a decir de Juan Manuel Herrera, ''es un cololario
del trabajo y la preocupación de hace mucho de Julia Marichal, además
de una contribución importante no sólo para el investigador
de Juan de la Cabada, sino para quien esté interesado en su generación.
Como comunista vivió el periodo más feroz del fascismo, con
consecuencias persecutorias, quizá por eso decidió mantener
ese talante desordenado, como en mudanza continua, que retrata muy bien
el archivo. La documentación depositada aquí tiene mucho
que dar y permitirá ligarla con otros acervos. Estoy seguro de que
las autoridades de la Universidad Veracruzana estarían interesadas
en un proyecto conjunto".
A pesar del reconocimiento de que goza la obra del escritor
campechano, ''Juan no sólo está olvidado -concluye Julia-,
sino como los faraones: empiramidado con todo y su obra y su familia".
Y qué mejor homenaje en estos 103 años del natalicio que
reditar la producción agotada y publicar todos esos inéditos
que aguardan ver la luz de la misma manera en que Juan de la Cabada no
perdió la esperanza durante los encarcelamientos en las lóbregas
crujías de la penitenciaría de Lecumberri.