A UN AÑO DEL 11-S
La ofensiva en Afganistán estimuló
a simpatizantes de Al Qaeda en el mundo, dice
El propósito de la guerra contra el terrorismo,
restablecer el dominio mundial de EU: Chomsky
La postura de Washington ha sido: "hacemos lo que queremos
cuando nos desafían"
JIM CASON Y DAVID BROOKS/II Y ULTIMA CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 11 de septiembre. El gobierno
de George W. Bush utilizó las atrocidades del 11 de septiembre del
año pasado para ampliar considerablemente el poder militar de Estados
Unidos y demostrar las consecuencias a todo Estado que se atreva a desafiar
su dominio, afirmó el profesor Noam Chomsky en un análisis
para La Jornada.
"Si se salen de línea, los pulverizaremos", es
el mensaje de Washington, señala Chomsky. Más que un ataque
militar, indica, la guerra reciente fue para demostrar esta posición.
"Fue parte de la razón para el asalto masivo contra Afganistán",
dijo.
El reconocido lingüista y analista político
del Massachussets Institute of Technology, explicó en entrevista
con La Jornada que los propios aliados estadunidenses en Afganistán
se quejaron agriamente de que la campaña de bombardeo en ese país
era, por cierto, contraproducente para sus objetivos de lograr apoyo popular
para establecer un nuevo gobierno más cercano a Washington. Pero
estas quejas fueron ignoradas por el gobierno de Bush.
El
propósito de la llamada "guerra contra el terrorismo", considera
Chomsky, es restablecer la "credibilidad" de Estados Unidos como la fuerza
dominante en el mundo. "Utilizaron las atrocidades del 11 de septiembre
como pretexto para incrementar extensamente su poder militar, no de manera
que tenga una relación directa con la amenaza del terrorismo, sino
para otros fines", señaló el analista.
"Esta fue una demostración de lo que puede realizar
el poder estadunidense y refuerza la concepción en los círculos
cupulares en Washington de que cuentan con la fuerza para hacer lo que
desean en el mundo, y en verdad importa poco lo que piensen los demás".
La guerra contra Afganistán, sostiene Chomsky,
no sólo no logró destruir a las fuerzas terroristas, sino
que probablemente estimuló a otras fuerzas simpatizantes de Al Qaeda
en el mundo, dijo, señalando el análisis de la propia inteligencia
estadunidense.
El analista, cuyo libro sobre el 11 de septiembre se convirtió
en un best seller en este país, agregó que hay una
forma más efectiva de responder a estas amenazas, ya que los atentados
son un crimen mayúsculo, pero no es lo mismo que un acto de guerra
militar. Lo que ha debilitado y ha sido más efectivo en desmantelar
a las organizaciones extremistas han sido, por un lado, las investigaciones
criminales y, por otro, los intentos para abordar las quejas de fondo que
nutren a los grupos armados.
Los alemanes, indicó, han tenido un éxito
reciente al desmantelar células terroristas por medio del trabajo
policiaco. Por otro lado, está el ejemplo de los británicos
en Irlanda del Norte, y señala que una vez que decidieron dejar
el ciclo de violencia contestada con violencia y empezaron a negociar las
causas fundamentales de ese conflicto, se produjo un cambio en esa dinámica.
Pero estas no han sido las respuestas adoptadas por el
gobierno de Bush en el reciente año y, por lo tanto, se vale preguntar
si el objetivo central de la guerra en Afganistán ha sido destruir
a Al Qaeda, o se trató de una demostración de una nueva postura
estadunidense ante el mundo.
"Hay una insistencia fanática de que manejarán
al mundo de la manera que quieren, y no importa lo que piense nadie más",
comentó. Esto también se manifiesta en el intento para minar
la Corte Penal Internacional. Mientras Washington ordena a Yugoslavia presentar
a sus propios ciudadanos en La Haya, insiste en que jamás presentará
a ciudadanos estadunidenses ante cualquier corte internacional, y ha afirmado
que está dispuesto a realizar una operación militar para
rescatar a sus ciudadanos que sean detenidos en el exterior para ese propósito.
Además, ha presionado a varios gobiernos del mundo
a aceptar esta postura estadunidense, incluso al más nuevo, el gobierno
de Timor del Este. El secretario de Estado, Colin Powell, ha amenazado
a ese gobierno con que no recibirá ninguna asistencia estadunidense,
a menos que Dili acuerde no presentar a ningún ciudadano estadunidense
ante la nueva Corte Penal Internacional.
Aunque el gobierno de Bush ha llevado a nuevas alturas
el deseo de una mayor proyección del poder estadunidense a escala
mundial, Chomsky considera que no hay mucho de nuevo en esta tendencia.
"Es una continuación, una extensión de la política
existente, y se puede detectar de hace tiempo atrás. Es la manera
en que uno espera que actúe un Estado poderoso".
Por ejemplo, recordó, "John F. Kennedy, en 1962,
ordenó a su equipo de gobierno desatar lo que llamó 'los
terrores de la tierra' contra Cuba, ya que su exitoso desafío a
Estados Unidos tenía que ser castigado". No fue sólo el triunfo
militar de Bahía de Cochinos contra la invasión realizada
por la CIA, sino más que eso. "Claramente, dijeron que la pura existencia
de Cuba bajo Castro era un desafío exitoso a Estados Unidos y nuestra
política de medio siglo que se basaba sobre el principio de que
otros tienen que subordinarse ante la voluntad de Estados Unidos".
La postura estadunidense, en el fondo, se ha basado en
esto.
"Hacemos lo que queremos cuando hay un desafío
a nuestra política y prestigio; eso fue hace 40 años... y
eso continúa". Agregó que "muchas acciones de Estado se realizan
en gran medida para preservar lo que se llama credibilidad.... La credibilidad
implica que más vale que hagan lo que les decimos hacer. Es entendible,
pero los mastodontes funcionan bajo el mismo principio".
-¿Qué significa la aparente disidencia dentro
de la misma cúpula política estadunidense, y entre los aliados,
sobre una posible acción militar contra Irak?
"Nunca hay unanimidad sobre tácticas", responde
Chomsky. Durante la guerra contra Vietnam, señala, "había
sectores empresariales que pensaban que era una locura -el liderazgo civil
la promovió, Kennedy, Johnson"; pero al final un poderoso sector
empresarial se hartó y se presentó ante Johnson en 1968 para
ordenarle: "le dijeron que no buscara su relección, le dijeron que
tenía que detener la guerra, cancelar el envío de más
tropas... suspender el bombardeo de Vietnam del Norte y avanzar hacia negociaciones,
todo lo cual hizo", recuenta.
Hay una disputa parecida por la política estadunidense
hacia Medio Oriente. "Grandes intereses empresariales en Estados Unidos,
incluyendo las petroleras, no han apoyado esa política. Piensan
que Estados Unidos debería tomar una posición más
equilibrada y sumarse al consenso internacional sobre la necesidad de un
acuerdo", afirmó.
Estos líderes empresariales pueden estar completamente
de acuerdo con los objetivos del dominio internacional estadunidense, pero
tener desacuerdos sobre cuál es la mejor forma de lograrlo. Y ese
es el caso en temas como el de Oriente Medio, explicó Chomsky, así
como también en torno a otros asuntos, como el protocolo internacional
sobre armas biológicas y químicas que Washington rechazó.
Pero, por el momento, estas voces no han logrado prevalecer
sobre un reducido grupo de altos funcionarios del gobierno de Bush -muchos
provenientes del gobierno de Ronald Reagan-, que por ahora controlan la
política. Estos, entre ellos el vicepresidente, Dick Cheney; el
secretario asistente de Defensa Paul Wolfowitz, y otros -sostiene Chomsky-
"tienen sus manos sobre las palancas del poder y espantan a mucha gente".
A figuras internacionales de la región árabe,
por ejemplo, que acuden a Washington para exhortar a la cautela, este gobierno
les responde: "si ustedes pensaban que éramos fuertes en la Tormenta
del Desierto (la guerra contra Irak), vean lo que hicimos en Afganistán.
Somos diez veces más fuertes ahora", sostiene Chomsky, y señala
que este es el cambio más notable en este año. "El gobierno
de Bush está llevando esta postura (de dominio) a nuevos extremos".
Por lo tanto, la pérdida de este superpoder del
"monopolio virtual de los medios de violencia" --lo que ocurrió
con los atentados del 11 de septiembre- ha generado una oportunidad para
impulsar una versión extrema del poder estadunidense a nivel mundial.