Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 14 de septiembre de 2002
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Cultura

Vilma Fuentes

La pintura en mi plato

Los aguacerazos del verano adelantaron la llegada del otoño en Francia. Los hongos han hecho su aparición en el mercado y se anuncian los faisanes, los venados, las liebres y toda esa gama de productos que, para mi gusto, constituyen la mejor y más rica cocina francesa en cada región.

Por eso, cuando Jacques me dice que la pintora Li-Shuang y su marido, el sinólogo Emmanuel, nos invitan mañana, pues ella desea que Bellefroid le escriba el texto para el catálogo de una exposición en Ginebra, no se me ocurre más que preguntar si se come bien en su casa. ''Desde luego, Ƒno es pintora?'' Que un pintor sabe cocinar me pareció una regla durante muchos años. Sin embargo, es una regla plagada de excepciones. Como creí ver vasos comunicantes entre la cocina y la pintura. Sin embargo, no creo equivocarme del todo. Más bien diría que no he hecho el esfuerzo de mirar con más detenimiento, por ejemplo, las sandías de Rufino Tamayo.

Entre meditaciones gastronómicas y pictóricas, las figuras de varios artistas me cruzaron por la mente. La primera, la de José Luis Cuevas, a quien conocí en 1966. Comí muchas veces en su casa, a la mesa de Bertha, los excelentes platos mexicanos de Lupe. Más tarde, en París, donde prosiguió nuestra amistad, José Luis me invitaba a cenar en restaurantes franceses. El come poco. Su miedo a la enfermedad es superior a cualquier antojo. A pesar de ello, la plática giraba a menudo sobre los platos. Hoy no me asombra recordar que él era capaz de descomponer el guiso y decirme qué contenía, cuáles eran sus ingredientes: Ƒel arte de Cuevas no es una disección incesante de la transparencia y la opacidad, lo aparente y lo secreto de rostros y cuerpos ya desvanecentes?

Muy distinta la pintura de Alberto Gironella: veo sus dedos nudosos abriendo una lata de sardinas o mejillones, cortando una rebanada de un enorme jamón de Bayona. Si no vi cocinar a Alberto, lo escuché aconsejarme: el bacalao se desala en agua fría, échale más ajo; a la paella puedes meterle lo que se te antoje, nada de timideces. Las telas de Gironella son una tienda de abarrotes y una tasca hispano-mexicana.

El argentino Julio Silva, ilustrador de La vuelta al día en ochenta mundos, cocina y me enseña al mismo tiempo a cocinar, a saborear olores, a comer. Las formas redondas de sus figuras, en pintura o esculpidas, reflejan las redondeces de su cuerpo.

El magnífico pintor de Nicaragua Armando Morales se invitó a mi casa para saborear moles. El cocina lo que busca en los restaurantes franceses: las carnes rojas, casi crudas, sabores caníbales y sensuales. Las mujeres, alrededor de los lagos oscuros, esparcen sus carnes mulatas hundidas en el agua. Su mujer es inglesa.

Alfonso Domínguez, mi extrañado amigo, cocinaba y pintaba para emerger. Con restos encontrados en alacenas y refrigerador. Recursos mínimos, donde un ingrediente se pelea con el otro, como un color con otro en la armonía perfecta.

Agueda Lozano trajo a París guisos del norte de México, pero cocina de otras regiones de la República, un plato francés sale de sus manos como de una nativa y, además, inventa entradas, tapas y antojos. En su obra hay una búsqueda entre dos culturas que se cristaliza en sus esculturas.

Carlos Torres, con un chiste que es la gracia divina, no concibe más que una nueva cocina, en la que el paladar puede distinguir los sabores de cada ingrediente. Sus telas, sobre todo los trípticos, son dignos de los mejores coleccionistas.

Toledo... Francisco Toledo. ƑSería la cocina prehispánica? Todos esos escarabajos e insectos, deliciosos al paladar, sexuales más que sensuales...

Podría escribir páginas y páginas describiendo a pintores ir al mercado, cocinar, comer. ƑQuién no podría imaginar la cebolla dislocada de Picasso bajo su paladar? A Matisse frotando sus berenjenas antes de rellenarlas de su propia pulpa mezclada a una carne.

ƑY cómo no terminar con las figuras que se forman en el plato, los colores, los aromas, la recuperación de una cocina tradicional y las invenciones de un guiso en el que todo contrasta como en la pintura barroca, única, de Carmen Parra?

Otra historia es la relación de los pintores con el alcohol. Bacon, De Kooning, Coronel, Utrillo y tantos otros... Pero esto es otro capítulo.

PD: Regreso de casa de Shuang. Comí más que todos los otros. Cosa rara en mí. Todo fue delicioso. Los platos chinos que no se encontrarán en restaurante alguno. Como los rostros de la mujer china, con sus miradas tan inextricables como su pensamiento y su lenguaje.

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