Luis Hernández Navarro
Los Amos del Universo
En 1787 James Madison, conocido como el "padre de la Constitución"
de Estados Unidos, señaló que el objetivo principal del gobierno
debía ser "proteger a la minoría opulenta de la mayoría".
En plena Convención Constitucional, expresó que temía
que el número cada vez mayor de habitantes que padecían las
desigualdades de la sociedad "suspirara secretamente por una distribución
más equitativa de las bendiciones". La democracia, sentenció,
debía reducirse.
En esa época, otro de los "padres fundadores" de
ese país, Thomas Jefferson, afirmó: "Estoy persuadido de
que nunca hubo ninguna constitución tan bien calculada como la nuestra
para la expansión imperial y el autogobierno".
Más de 200 años después, el presidente
George W. Bush se ha empeñado en hacer realidad a escala planetaria
la misión que Madison asignaba al gobierno y que Jefferson atribuía
a la Constitución de su país. Al proclamar, en su papel de
gerente general de los Amos del Universo, que Estados Unidos es el "poder
supremo" del mundo, sigue con finalidad lo que Adam Smith calificaba de
"vil lema" de los Amos: "todo para nosotros y nada para los demás".
La nueva doctrina de seguridad nacional estadunidense
advierte que no tolerará desafíos a su poder militar, defiende
la actuación militar en solitario en defensa de la unidad nacional,
sostiene el derecho de efectuar ataques preventivos en cualquier parte
del mundo y advierte que la disuasión contra enemigos que "odian
a Estados Unidos y todo lo que representa" es inútil.
La estrategia militar estadunidense viola flagrantemente
la Carta de las Naciones Unidas, que sólo reconoce el uso de la
fuerza en legítima defensa en caso de ataque armado o por orden
de su Consejo de Seguridad. Deja de lado las ofertas de campaña
del hoy presidente. Reivindica el unilateralismo para emprender la guerra
contra Irak, "reconstruir" el mundo árabe y rehacer el mundo bajo
el principio de "todo para nosotros".
Degrada, de paso, la vida democrática y los derechos
civiles. La Casa Blanca ha incumplido la Convención de Ginebra al
impedir que los prisioneros detenidos en la base de Guantánamo se
acojan a sus principios.
Varios de ellos han sido trasladados a otros países
para ser torturados. Dentro de Estados Unidos, como saben los extranjeros
de origen árabe que residen en ese país, se vive un estado
policial. Está permitida la aprehensión bajo sospecha de
delitos no cometidos, la carencia de asistencia legal, la detención
por tiempo indefinido y la negativa a que los abogados vean las pruebas
contra sus clientes.
El espionaje gubernamental sobre la vida privada y laboral
de quienes son sospechosos está a la orden del día. Los grandes
medios de comunicación practican la autocensura. En los centros
de educación superior se presiona a muchos académicos que
sostienen posiciones críticas al gobierno. A quienes defienden posiciones
en favor de la libertad y los valores democráticos se les acusa
de antipatriotas. La esposa del vicepresidente Dick Cheney, uno de los
principales halcones de Washington, anima una página web,
que cuenta con una red de estudiantes y profesores que actúan de
soplones, en la que aparecen comentarios de "académicos traidores".
La ola guerrerista y patriotera promovida desde la Casa
Blanca ha servido para ocultar los escándalos causados por los fraudes
y las quiebras de Enron y varias compañías más, así
como las denuncias públicas sobre los vínculos existentes
entre altos funcionarios de la administración Bush y la industria
petrolera y bélica. Además le ha permitido al Partido Republicano
colocarse en mejor situación de cara a las elecciones intermedias
que se efectuarán el próximo noviembre.
Partícipes de una cultura política que se
avergüenza de los actos indebidos de su gobierno y que se siente responsable
de la conducción de su país, más de 4 mil intelectuales
y artistas estadunidenses promovieron la firma del desplegado "No en nuestro
nombre". Rechazan ser cómplices de la barbarie de la administración
Bush.
En un ciclo de conferencias pronunciado en la BBC de Londres
durante 1993, Edward W. Said -él mismo firmante de la proclama-
explicó la que considera es una de las responsabilidades centrales
del intelectual, y que da cuenta de la reflexión que anima a los
promotores del manifiesto. "Existe -dijo entonces- un deber especial de
dirigirse a los poderes constituidos y autorizados de la propia sociedad,
los cuales son responsables ante la ciudadanía, en particular cuando
esos poderes están implicados en una guerra manifiestamente desproporcionada
e inmoral, o en programas deliberados de discriminación, represión
y crueldad colectiva."
Cuando Madison vio, hace más de 200 años,
que la minoría opulenta que debía conducir el gobierno no
estaba formada por los personajes ilustrados que debían asegurar
la felicidad y el bienestar general, se sintió ultrajado.
Condenó entonces "la depravación osada de
los tiempos". Sin lugar a dudas, lo mismo haría ahora, al ver cómo
los Amos del Universo y sus gerentes degradan la convivencia pacífica
en el planeta.