REPORTAJE
LITERATURA EN LA ISLA, HOY
Repunte de la industria editorial pese al bloqueo económico
Cuba: tiempo de apertura y diversidad en las letras
La pujanza del movimiento de ''apertura'' en las letras,
surgido en los años ochenta, se vio frenada de manera abrupta en
los años noventa por el bloqueo estadunidense, que afectó
todos los ámbitos de la vida en Cuba. Sobrevino el programa de austeridad
denominado ''periodo especial'' y la industria editorial redujo en forma
dramática su producción, que ahora resurge
ARTURO GARCIA HERNANDEZ ENVIADO
La Habana. Literatura o muerte. Hoy por hoy éste
es, en sintética paráfrasis, el imperativo común de
los escritores en Cuba. No importa a qué generación pertenezcan
ni su inclinación ideológica. Atrás han quedado las
imposiciones estéticas y temáticas del llamado ''realismo
socialista"; ya no hay escritores silenciados o ''mal vistos"; los censores
murieron, se han ido o fueron remplazados; por tanto, tampoco prevalecen
los temas tabú ni los libros prohibidos. Así lo pregonan
voces oficiales y se reconoce en círculos literarios: es el tiempo
de la apertura y de la diversidad.
No es algo reciente ni repentino. Empezó a gestarse
poco a poco, transitando -digámoslo con los Beatles- por un largo
y sinuoso camino.
Tres tendencias
En términos generales y necesariamente relativos,
investigadores y escritores identifican tres tendencias de la literatura
cubana en cuatro décadas de Revolución.
Una
es el realismo socialista, caracterizada en su mayoría por plegarse
a una épica revolucionaria, prácticamente sin lugar para
la crítica al sistema. La segunda tendencia es la denominada ''apertura"
de los años ochenta, emblematizada por el libro de Senel Paz, El
lobo, el bosque y el hombre nuevo, obra en la que aparecieron señaladamente
dos temas otrora intocables dentro de la isla: la persecución gubernamental
contra los homosexuales y el exilio de los disidentes políticos.
Esta tendencia se apadrina con una figura indiscutible de las letras cubanas
pero que permanecía en una suerte de oscuridad social y al que se
leía casi en secreto: José Lezama Lima, cuya obra Paradiso
antaño había sido objeto de una campaña en nombre
de la ''moral revolucionaria".
Ya entonces, durante una entrevista realizada a propósito
de El lobo, el bosque... Senel Paz sostenía: ''El momento
de tensión actual que vivimos es propicio para las gentes que estén
por la mano dura, pero yo me considero defensor y crítico de la
Revolución. Uno de los problemas ha sido la idea de que la critica
y la reflexión es sólo patrimonio de los disidentes y contrarrevolucionarios.
Se ha tratado de identificar a cualquier voz polémica como un apartarse
del país. Es absurdo y eso es justamente de lo que nos hemos cansado
la nueva generación de escritores cubanos. Reflexionar con libertad
el país es un acto eminentemente revolucionario, el más necesario
y revolucionario para la Cuba de hoy".
La tercera tendencia surge en los años noventa
del siglo XX y perdura hasta la fecha. Se fraguó en los momentos
más difíciles del ''periodo especial" que prácticamente
paralizó la economía cubana luego de la desaparición
de la Unión Soviética. Se distingue por admitir una visión
intimista del mundo, donde el autor no únicamente observa a la sociedad
sino también a sí mismo como individuo; es crítica
y ofrece una percepción descarnada y desesperanzada del entorno;
en ella caben los agobios cotidianos del individuo, así como los
conflictos de una sociedad que se asume compleja y contradictoria.
No hacen falta mesías
Ahora, en el naciente siglo XXI, una vez superadas las
brutales carencias que derrumbaron la producción editorial cubana
en la primera mitad de los años 90, se consolidan las condiciones
para que convivan y se expresen las diversas tendencias, otorgando a la
literatura una renovada vitalidad.
Hay quienes sostienen que en este avance ya no hay camino
de regreso. Por ejemplo, dice el escritor Miguel Mejides que hoy ningún
censor va a señalarle a un autor que una novela ''tiene problemas
ideológicos. Cuando te decían: 'esta novela tiene problemas
ideológicos' o 'este poema tiene zonas oscuras', era: 'amárrate
los cojones porque ya tú sabes lo que viene'. Ahora el escritor
no tiene que encarrilarse en el discurso del político, los políticos
van por acá y los escritores van por allá y muchas veces
se adelantan a los políticos".
De cualquier manera, sostiene Mejides, el que quiso escribir
en Cuba escribió:
''El que escribe quiere dejar una senda y quiere influir,
porque se tiene la necesidad de decir algo, de expresarse entre las contradicciones
de una sociedad como la nuestra, porque toda sociedad tiene sus contradicciones.
Aplaudimos a veces, luego disentimos, luego pensamos, luego soñamos
porque lo único que no se puede romper en una persona que escribe
es el sueño. Hemos tenidos censores, hemos tenido alcahuetas, hemos
tenido aves doradas que se han hecho de ellos la literatura, pero el escritor
cubano al fin ha hecho su discurso".
Mejides -autor del libro de relatos Rumba Palace,
homónimo del cuento con que ganó el concurso internacional
Juan Rulfo de 1994- no duda en calificar de ''terribles" los años
en los que se quiso imponer el realismo socialista. Hoy le causan gracia
-dice- ''los oportunistas impulsores del realismo socialista a ultranza,
que los veo por México haciendo campañas contra Cuba, contra
la Revolución Cubana, y son los impulsores de una 'sociedad democrática'.
Tenemos nuestros problemas, esto no es una panacea, esto es del carajo
divino, pero estamos haciendo nuestro proyecto, con todos sus dolores y
no necesitamos mesías".
Tortuosa consecución de lecturas
El cambio en los criterios oficiales para con la literatura
responde, por un lado, al trabajo sostenido de los escritores, y por otro
al relevo en las instituciones encargadas de definir y aplicar las políticas
culturales. Así se lo explica el poeta Sigfredo Ariel, Premio Nacional
de Literatura 2002: ''Chico, creo que se ha muerto un poco de gente hija
de puta y otra se fue del país. Y sobre todo creo que se debe al
remplazo de personas con buena voluntad, pero equivocadas, que tenían
toda aquella confusión y aquel concepto mal entendido de Lenin de
'la cultura burguesa' y 'la cultura revolucionaria'. Todo aquello cambió
cuando llegó gente más joven, más abierta y más
culta".
Ariel es de los escritores que se tomaron de la mano de
Lezama Lima en el tiempo en que el autor de Paradiso ''estaba un
poco en la oscuridad", porque ''mayoreaba una tendencia de la literatura
que al parecer se avenía mejor con aquel momento social y político.
Yo pertenezco a una generación que se encargó de releer un
poco en soledad a los poetas que no salían en los periódicos
y cuyos libros no estaban en las librerías en aquellos momentos".
Precisa el poeta: ''No te entraban a palos, ni te metían
a un foso, en una ergástula, pero tampoco era lo que se esperaba
de ti. Por ejemplo, había ataques en los periódicos hacia
la joven poesía porque era escapista y vacía".
A pesar de todo, ''se leía a Lezama como se leía
a Octavio Paz, que también era muy mal visto. Recuerdo que un día
de mi cumpleaños me regalaron Libertad bajo palabra y fue
la cosa más grande de la que yo me acuerdo en mi vida. Pero todo
eso nos dio una cosa bonita: no leer los libros que estuvieran en la librería
porque fueran los más leídos, sino robarse los libros de
la biblioteca o conseguirlos de manera muy tortuosa. Así uno leía
todo Borges, todo Paz, la revista Sur, Plural que en aquel
momento era una revista interesante; Vuelta, Camilo José
Cela. Autores y publicaciones que uno leía con una disciplina especial
porque no te los conseguías fácilmente".
Rescate de Lezama Lima
La escritora e investigadora académica Aída
Bahr, directora de Editorial Oriente, de la ciudad de Santiago, confirma
que Lezama Lima emergió como el gran paradigma literario: ''Se leyó
con furia a Lezama, se le ha estudiado y lo han rescatado de una manera
importante y necesaria. Muchos escritores entraron en contacto con una
figura que durante un tiempo estuvo silenciada y fue positivo porque eliminó
un bache que había en nuestra literatura".
Sin embargo, añade la académica, el furor
por Lezama ha tenido como efecto secundario su trivialización: ''Hay
muchos que ya no se molestaron en leerlo, sino que lo recibieron a través
de otros, de segunda mano. De muchos no hubo una apropiación real
del verdadero Lezama, pero lo mencionan cada que hablan de sus influencias".
La
pujanza del movimiento de ''apertura" surgido en los años ochenta
se vio abruptamente frenada en los años noventa por la crisis económica
y social que afectó todos los planos de la vida social cubana. Sobrevino
el programa de austeridad denominado ''periodo especial". La industria
editorial, que entre 1983 y 1989 llegó a publicar en promedio más
de 2 mil 300 títulos anuales, redujo dramáticamente su producción.
Y los tirajes, que en algunos casos alcanzaban 50 mil ejemplares a finales
de los años ochenta, también cayeron de manera estrepitosa.
Aída Bahr -autora del libro Espejismos-
subraya que la producción editorial se inhibió en el periodo
especial, pero no la creación: ''Indiscutiblemente los noventa fueron
años en los que se escribió mucho, hubo una gran producción
creativa. Tengo por experiencia que en los periodos de crisis general se
produce una literatura muy fuerte, la gente se siente conmocionada y necesita
volcar esas cosas. Pero no había manera de publicar todo lo que
se escribía. Se buscaron soluciones no siempre felices y no siempre
buenas. Tiradas pequeñas y libros muy artesanales. Es decir, no
eran soluciones que permitieran sentir el pulso creativo del país.
Eso provocó que mucha gente se volcara al exterior y mandara sus
trabajos a concursos en el extranjero o a editoriales extranjeras".
La precariedad, la incertidumbre, el exilio, el escepticismo,
la violencia, el reacomodo social y su conflictiva inherente fueron caldo
de cultivo de la nueva tendencia: ''En los años noventa del siglo
pasado -explica Bahr- se empezó a dar el fenómeno de los
llamados 'novísimos', en que los autores más jóvenes
impusieron una narrativa muy dura, muy agresiva, muy ácida, muy
crítica y posmoderna. Son muchachos que tienen un lenguaje mucho
mayor, formulan en su obra mundos mucho más literarios, pero dentro
de ese estilo pervive la óptica dura, el escepticismo, la amargura.
A veces me parece un movimiento totalizador y muy desesperanzado, pero
no se puede dudar de que ese es el mundo que se vive, no sólo en
Cuba sino en todas partes".
La académica reconoce como saludable la irrupción
de este movimiento, aun cuando ha tenido un efecto negativo: ''Empezó
a monopolizar el mercado; prácticamente era todo lo que se publicaba
y los concursos literarios sólo los ganaban obras de esa tendencia".
Y advierte:
''Dentro de ese movimiento hay libros muy buenos, pero
igual hay imitadores que están aprovechando esa tendencia en boga
para publicar su libro. Yo como editora defiendo a los buenos autores y
recibo obras de tendencias y generaciones diversas, todos necesitan un
espacio porque hay lectores para todos."
Elevado nivel de lectura
Desde la perspectiva de Aída Bahr, la gran novedad
del ámbito literario cubano ''sería, tal vez, que los escritores
jóvenes se enfrentan a la vida con una óptica mucho más
desprejuiciada, más abierta, mucho más rica que la que enfrentamos
en otro tiempo. Hoy se sienten mucho más libres, con muchas más
posibilidades y con mucha más amplitud. Siempre se le dio importancia
a la literatura, pero digamos que ahora los jóvenes tienen mayores
opciones".
A pesar de los agobios económicos que siguen asolando
a la isla, hoy la industria editorial cubana muestra un repunte significativo.
Según cifras de Iroel Sánchez, presidente del Instituto Cubano
del Libro, en 2001 se publicaron 18 millones de libros, cantidad importante
aunque todavía lejana de los 50 millones que llegaron a producirse
a finales de los años ochenta.
De acuerdo también con Sánchez, la recuperación
de la industria editorial cubana encuentra correspondencia en un alto número
de lectores. Así, por ejemplo, en la Feria del Libro de La Habana
2002 se vendieron 2.5 millones de ejemplares.
Al respecto Bahr señala: ''No quiero decir que
Cuba sea el paraíso de los lectores, pero tiene un alto nivel de
lectura, superior al de países desarrollados. En la Feria de La
Habana la gente se faja por los libros, hay golpes y ha tenido que intervenir
la policía para apartarlos. En pocos países existe, como
en Cuba, ese interés tan alto por la lectura. Y esto tiene que ver
con una preocupación del Estado por fomentar la lectura y también
con que la televisión no ha sustituido al libro; el libro sigue
siendo un vehículo cultural de primera importancia"
A partir del 30 de noviembre y hasta el 8 de diciembre,
el lector mexicano tendrá oportunidad de apreciar parte del panorama
literario y editorial cubano durante la Feria Internacional del Libro de
Guadalajara, de la que Cuba es el país invitado de honor y donde
ofrecerá 25 mil títulos de 45 casas editoriales.