Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 28 de septiembre de 2002
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Política
DESFILADERO

Jaime Avilés

Fox no necesita ser Napoleón

¿Por qué no acepta que la privatización de la industria eléctrica en el mundo ha sido un fracaso?

CONMEMORACION MASIVA. Ayer, la vida y la historia cumplieron 42 años exactamente a partir del momento en que el presidente Adolfo López Mateos mexicanizó la industria eléctrica de México. Convocada por el Sindicato Mexicano de Electricistas, una gruesa multitud se congregó en el Zócalo, mas no para rendir homenaje al gobernante que asesinó a Rubén Jaramillo, encarceló a Demetrio Vallejo, torturó a Valentín Campa y reprimió a miles de maestros y ferrocarrileros, sino a los hombres y a las mujeres que mantienen con vida, trabajando eficazmente, en números negros, a la vasta red de máquinas generadoras de energía que iluminan a nuestro país.

Sin embargo, en este septiembre de 2002, las noticias nos sugieren que una vez más hemos retrocedido en el tiempo y estamos regresando, ahora a marzo de 1938, sólo que en peores condiciones. En ese año estaba a punto de estallar una guerra mundial, igual que ahora, pero la situación de aquel entonces no era tan grave como en nuestros días: el planeta no conocía aún la bomba atómica, Hitler era un poco menos peligroso que Bush, Mussolini era un poco menos ridículo que Tony Blair y Franco era tan asesino como Ariel Sharon... pero sin misiles nucleares.

Hoy, George Hitler tiene la bomba atómica, el generalísimo Francisco Sharon tiene la bomba atómica, Rusia tiene la bomba atómica, China tiene la bomba atómica, India tiene la bomba atómica, Pakistán tiene la bomba atómica, Francia tiene la bomba atómica y los países de la Unión Europea tienen las bombas atómicas de la OTAN.

En 1938, con el mundo al borde de una guerra mundial, igual que en nuestros días, las 17 poderosas corporaciones que eran dueñas del petróleo nuestro intentaron humillar al gobierno de México, negándose a conceder el aumento salarial que demandaban los trabajadores de la industria y poniendo en riesgo la producción de energéticos, que eran vitales para la economía del país, aunque no tanto como lo son hoy, hoy, hoy, que dependemos esencialmente de Pemex.

Al asumir una actitud prepotente y chantajista, aquellos magnates creyeron que estaban ante un gobierno agachado, pelele, bananero y sin destino propio, como el que hoy sueña Jorge G. Castañeda. Un gobiernito sumiso a los caprichos injustos e inmorales del imperio. Un gobiernito traidor como el de Pétain en Francia. Pero se equivocaron, porque al frente del gobierno de México estaba el presidente Lázaro Cárdenas, y detrás de Cárdenas estaba el pueblo.

Una visión audaz y correcta

La primera diferencia grave entre aquella época y la presente es que hoy, al frente del gobierno de México, no está Cárdenas. En 1938, Cárdenas expropió el petróleo en beneficio de todas las generaciones de mexicanos que hasta la fecha nos hemos nutrido de su negra sangre, y fundó Pemex, columna vertebral de la economía de nuestro país. Hoy, por el contrario, Fox pretende cumplir los dicterios del gobierno mundial, que lo hizo Presidente de México a cambio de que privatizara el petróleo y lo escriturara a nombre de los Amigos de Bush.

La segunda diferencia importante entre 1938 y el día de hoy, es que en aquel entonces, cuando Cárdenas declaró que el petróleo era y sería propiedad del pueblo hasta el último día de México, el pueblo salió a las calles, convocado por su Presidente, y se formó a las puertas del Palacio Nacional para entregarle un reloj, un anillo, unos billetes, un chivo escuálido, una gallinita clueca y, en los casos más extremos, las famélicas tripas de un cochinito, pero no de jamón sino de barro, envueltas en un paliacate bien llorado.

Ayer, el pueblo se reunió de nuevo a las puertas del Palacio Nacional, pero no con el objeto de manifestar su solidaridad al Presidente, sino para formularle serios reclamos. ¿Por qué quiere Fox vender la industria eléctrica si es nuestra y es buena y además le deja 110 mil millones de pesos anuales a su gobierno? ¿Por qué no acepta que la privatización de la industria eléctrica en el mundo entero ha sido un fracaso?

¿Por qué desoye los consejos de los habitantes del sur de California, que en todos los tonos le recomiendan que no cometa, como ellos, la torpeza de poner la industria eléctrica en manos de empresarios oportunistas y especuladores? ¿Por qué se obstina en negar las evidencias? ¿Por qué no admite que hoy, hoy, hoy, la República Dominicana está en tinieblas por la quiebra de las empresas privadas de electricidad?

¿Por qué no toma en cuenta que el gobierno inglés se dispone a nacionalizar de nuevo la tercera parte de la industria eléctrica que privatizó totalmente hace apenas unos años? ¿Por qué no reconoce que uno de los peores errores estratégicos del Estado argentino fue privatizar las fuentes de energía? ¿Por qué se empeña en vender la sangre y el corazón del país? Pero, sobre todo, ¿por qué no abre las cuentas secretas de los Amigos de Fox y demuestra públicamente que ninguna trasnacional financió su campaña, y que Enron no le dio dinero para llegar a la Presidencia a cambio de que, una vez en el poder, le vendiera la industria eléctrica nuestra?

¿Por que la derecha que hoy nos gobierna se burla del pueblo cuando dice que la iniciativa privatizadora de Fox es, "sinceramente", lo mejor para México? ¿Por qué debemos creerles que será "lo mejor para México" aquello que no ha sido bueno para ningún otro país del mundo?

Para expropiar a las poderosas corporaciones extranjeras, dueñas del petróleo nuestro, Cárdenas tuvo que desafiar a Estados Unidos, que se opuso, desde luego, al histórico decreto del mayor estadista mexicano del siglo xx. La Casa Blanca se declaró furiosa ante la sobernana determinación, pero no nos invadió ni rompió relaciones con México, porque estaba preparándose para la gran guerra que se avecinaba.

A diferencia de aquel entonces, hoy, cuando una nueva gran guerra se avecina, Fox no tiene ante sí la perspectiva del heroísmo, la patria no lo llama a desafiar al imperio ni a expropiar a ninguna trasnacional. Sólo debe cumplir con una simple rutina policiaca. No necesita ser Napoleón para aprehender a un charro sindical, corrupto y exhibicionista, e impedir que los cómplices de éste paralicen las instalaciones de Pemex.

Pero si Fox no aprehende a Romero Deschamps y éste lleva a la industria petrolera a la huelga, Bush podría dirigirse al Congreso de Estados Unidos y pedir permiso para salvar a Pemex. En otras palabras, si Fox no impide la huelga en Pemex, la requisa no vendría de Los Pinos sino desde la Casa Blanca, y nos sería impuesta en nombre de la seguridad nacional del Tío Sam.

En 1938 Estados Unidos no podía contemplar una intervención militar en México para controlar nuestra industria petrolera, porque estaba fortificándose para combatir a Hitler, que a su vez se disponía a invadir Europa. Hoy, mientras Bush prepara la conquista de Asia Central, la Casa Blanca, nueva sucursal del III Reich, confía en que Fox podrá solo con los gánsgters que dirigen el sindicato petrolero.

En este contexto, el Departamento de Estado ha declarado su apoyo a Fox en la lucha contra la corrupción sindical en Pemex, pero al mismo tiempo, con una visión estratégica audaz y correcta, la presidenta del PRD -y con ella Andrés Manuel López Obrador y Martí Batres-, en nombre de la izquierda comprometida con la democratización del país, exige que el gobierno federal lleve hasta sus últimas consecuencias el Pemexgate, exhibiendo y castigando la complicidad de Ernesto Zedillo y Francisco Labastida con Romero Deschamps, de la que hoy tratan de escabullirse Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, culpables, por lo demás, de muchos otros crímenes, que igualmente merecen la cárcel.

Por las vueltas que dan la vida y la historia, el gran movimiento democrático nacional que está surgiendo en las calles y plazas de la República, tiene la oportunidad de coincidir con Fox en el propósito de descabezar a los líderes del charrismo en Pemex, pero tiene, asimismo, la obligación irrenunciable de defender al sindicato petrolero contra las medidas que, después de la caída de Romero Deschamps, tratará de poner en práctica la Casa Blanca por conducto de Fox.

En cualquier circunstancia, después de atrapar a Romero Deschamps, Fox no podrá hacer nada contra Pemex ni contra la industria eléctrica, impugnado como está, a los ojos del pueblo, por sus acuerdos secretos con los Amigos de Bush.

De la bola de cristal

Esta columna acertó en sus proyecciones de la semana pasada: el plebiscito sobre el segundo piso de los viaductos y periféricos no produjo un resultado unánime -el marcador final muestra una diferencia de dos a uno-, la participación ciudadana quedó por debajo de aquella que alcanzaron las consultas de 1998 y 1999 -cada una de las cuales recogió en la ciudad de México 750 mil boletas- y la mayoría se inclinó por el sí.

En números redondos, el domingo votaron 420 mil 522 personas; 274 mil 606 se inclinaron por el sí, 142 mil 384 optaron por el no y 3 mil 500 anularon su papeleta o la depositaron en blanco. Desafiando a la bola de cristal que le augura enormes tropiezos políticos, Andrés Manuel López Obrador decidió llevar a cabo la obra, confiando en que su equipo, y la suerte que indudablemente lo acompaña, lograrán modificar el destino.

En descargo del jefe de Gobierno de la ciudad debe decirse que si alguien tuvo la culpa de que nadie recibiera información acerca de este proyecto fue el Instituto Electoral del Distrito Federal, único responsable de la estúpida ley seca impuesta el viernes por la noche, y que fue criticada tardía y discretamente por el propio López Obrador.

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