DESFILADERO
Jaime Avilés
Fox no necesita ser Napoleón
¿Por qué no acepta que la privatización
de la industria eléctrica en el mundo ha sido un fracaso?
CONMEMORACION MASIVA. Ayer, la vida y la historia
cumplieron 42 años exactamente a partir del momento en que el presidente
Adolfo López Mateos mexicanizó la industria eléctrica
de México. Convocada por el Sindicato Mexicano de Electricistas,
una gruesa multitud se congregó en el Zócalo, mas no para
rendir homenaje al gobernante que asesinó a Rubén Jaramillo,
encarceló a Demetrio Vallejo, torturó a Valentín Campa
y reprimió a miles de maestros y ferrocarrileros, sino a los hombres
y a las mujeres que mantienen con vida, trabajando eficazmente, en números
negros, a la vasta red de máquinas generadoras de energía
que iluminan a nuestro país.
Sin embargo, en este septiembre de 2002, las noticias
nos sugieren que una vez más hemos retrocedido en el tiempo y estamos
regresando, ahora a marzo de 1938, sólo que en peores condiciones.
En ese año estaba a punto de estallar una guerra mundial, igual
que ahora, pero la situación de aquel entonces no era tan grave
como en nuestros días: el planeta no conocía aún la
bomba atómica, Hitler era un poco menos peligroso que Bush, Mussolini
era un poco menos ridículo que Tony Blair y Franco era tan asesino
como Ariel Sharon... pero sin misiles nucleares.
Hoy, George Hitler tiene la bomba atómica, el generalísimo
Francisco Sharon tiene la bomba atómica, Rusia tiene la bomba atómica,
China tiene la bomba atómica, India tiene la bomba atómica,
Pakistán tiene la bomba atómica, Francia tiene la bomba atómica
y los países de la Unión Europea tienen las bombas atómicas
de la OTAN.
En 1938, con el mundo al borde de una guerra mundial,
igual que en nuestros días, las 17 poderosas corporaciones que eran
dueñas del petróleo nuestro intentaron humillar al gobierno
de México, negándose a conceder el aumento salarial que demandaban
los trabajadores de la industria y poniendo en riesgo la producción
de energéticos, que eran vitales para la economía del país,
aunque no tanto como lo son hoy, hoy, hoy, que dependemos esencialmente
de Pemex.
Al asumir una actitud prepotente y chantajista, aquellos
magnates creyeron que estaban ante un gobierno agachado, pelele, bananero
y sin destino propio, como el que hoy sueña Jorge G. Castañeda.
Un gobiernito sumiso a los caprichos injustos e inmorales del imperio.
Un gobiernito traidor como el de Pétain en Francia. Pero se equivocaron,
porque al frente del gobierno de México estaba el presidente Lázaro
Cárdenas, y detrás de Cárdenas estaba el pueblo.
Una visión audaz y correcta
La
primera diferencia grave entre aquella época y la presente es que
hoy, al frente del gobierno de México, no está Cárdenas.
En 1938, Cárdenas expropió el petróleo en beneficio
de todas las generaciones de mexicanos que hasta la fecha nos hemos nutrido
de su negra sangre, y fundó Pemex, columna vertebral de la economía
de nuestro país. Hoy, por el contrario, Fox pretende cumplir los
dicterios del gobierno mundial, que lo hizo Presidente de México
a cambio de que privatizara el petróleo y lo escriturara a nombre
de los Amigos de Bush.
La segunda diferencia importante entre 1938 y el día
de hoy, es que en aquel entonces, cuando Cárdenas declaró
que el petróleo era y sería propiedad del pueblo hasta el
último día de México, el pueblo salió a las
calles, convocado por su Presidente, y se formó a las puertas del
Palacio Nacional para entregarle un reloj, un anillo, unos billetes, un
chivo escuálido, una gallinita clueca y, en los casos más
extremos, las famélicas tripas de un cochinito, pero no de jamón
sino de barro, envueltas en un paliacate bien llorado.
Ayer, el pueblo se reunió de nuevo a las puertas
del Palacio Nacional, pero no con el objeto de manifestar su solidaridad
al Presidente, sino para formularle serios reclamos. ¿Por qué
quiere Fox vender la industria eléctrica si es nuestra y es buena
y además le deja 110 mil millones de pesos anuales a su gobierno?
¿Por qué no acepta que la privatización de la industria
eléctrica en el mundo entero ha sido un fracaso?
¿Por qué desoye los consejos de los habitantes
del sur de California, que en todos los tonos le recomiendan que no cometa,
como ellos, la torpeza de poner la industria eléctrica en manos
de empresarios oportunistas y especuladores? ¿Por qué se
obstina en negar las evidencias? ¿Por qué no admite que hoy,
hoy, hoy, la República Dominicana está en tinieblas por la
quiebra de las empresas privadas de electricidad?
¿Por qué no toma en cuenta que el gobierno
inglés se dispone a nacionalizar de nuevo la tercera parte de la
industria eléctrica que privatizó totalmente hace apenas
unos años? ¿Por qué no reconoce que uno de los peores
errores estratégicos del Estado argentino fue privatizar las fuentes
de energía? ¿Por qué se empeña en vender la
sangre y el corazón del país? Pero, sobre todo, ¿por
qué no abre las cuentas secretas de los Amigos de Fox y demuestra
públicamente que ninguna trasnacional financió su campaña,
y que Enron no le dio dinero para llegar a la Presidencia a cambio de que,
una vez en el poder, le vendiera la industria eléctrica nuestra?
¿Por que la derecha que hoy nos gobierna se burla
del pueblo cuando dice que la iniciativa privatizadora de Fox es, "sinceramente",
lo mejor para México? ¿Por qué debemos creerles que
será "lo mejor para México" aquello que no ha sido bueno
para ningún otro país del mundo?
Para expropiar a las poderosas corporaciones extranjeras,
dueñas del petróleo nuestro, Cárdenas tuvo que desafiar
a Estados Unidos, que se opuso, desde luego, al histórico decreto
del mayor estadista mexicano del siglo xx. La Casa Blanca se declaró
furiosa ante la sobernana determinación, pero no nos invadió
ni rompió relaciones con México, porque estaba preparándose
para la gran guerra que se avecinaba.
A diferencia de aquel entonces, hoy, cuando una nueva
gran guerra se avecina, Fox no tiene ante sí la perspectiva del
heroísmo, la patria no lo llama a desafiar al imperio ni a expropiar
a ninguna trasnacional. Sólo debe cumplir con una simple rutina
policiaca. No necesita ser Napoleón para aprehender a un charro
sindical, corrupto y exhibicionista, e impedir que los cómplices
de éste paralicen las instalaciones de Pemex.
Pero si Fox no aprehende a Romero Deschamps y éste
lleva a la industria petrolera a la huelga, Bush podría dirigirse
al Congreso de Estados Unidos y pedir permiso para salvar a Pemex. En otras
palabras, si Fox no impide la huelga en Pemex, la requisa no vendría
de Los Pinos sino desde la Casa Blanca, y nos sería impuesta en
nombre de la seguridad nacional del Tío Sam.
En 1938 Estados Unidos no podía contemplar una
intervención militar en México para controlar nuestra industria
petrolera, porque estaba fortificándose para combatir a Hitler,
que a su vez se disponía a invadir Europa. Hoy, mientras Bush prepara
la conquista de Asia Central, la Casa Blanca, nueva sucursal del III Reich,
confía en que Fox podrá solo con los gánsgters que
dirigen el sindicato petrolero.
En este contexto, el Departamento de Estado ha declarado
su apoyo a Fox en la lucha contra la corrupción sindical en Pemex,
pero al mismo tiempo, con una visión estratégica audaz y
correcta, la presidenta del PRD -y con ella Andrés Manuel López
Obrador y Martí Batres-, en nombre de la izquierda comprometida
con la democratización del país, exige que el gobierno federal
lleve hasta sus últimas consecuencias el Pemexgate, exhibiendo
y castigando la complicidad de Ernesto Zedillo y Francisco Labastida con
Romero Deschamps, de la que hoy tratan de escabullirse Roberto Madrazo
y Elba Esther Gordillo, culpables, por lo demás, de muchos otros
crímenes, que igualmente merecen la cárcel.
Por las vueltas que dan la vida y la historia, el gran
movimiento democrático nacional que está surgiendo en las
calles y plazas de la República, tiene la oportunidad de coincidir
con Fox en el propósito de descabezar a los líderes del
charrismo en Pemex, pero tiene, asimismo, la obligación irrenunciable
de defender al sindicato petrolero contra las medidas que, después
de la caída de Romero Deschamps, tratará de poner en práctica
la Casa Blanca por conducto de Fox.
En cualquier circunstancia, después de atrapar
a Romero Deschamps, Fox no podrá hacer nada contra Pemex ni contra
la industria eléctrica, impugnado como está, a los ojos del
pueblo, por sus acuerdos secretos con los Amigos de Bush.
De la bola de cristal
Esta columna acertó en sus proyecciones de la semana
pasada: el plebiscito sobre el segundo piso de los viaductos y periféricos
no produjo un resultado unánime -el marcador final muestra una diferencia
de dos a uno-, la participación ciudadana quedó por debajo
de aquella que alcanzaron las consultas de 1998 y 1999 -cada una de las
cuales recogió en la ciudad de México 750 mil boletas- y
la mayoría se inclinó por el sí.
En números redondos, el domingo votaron 420 mil
522 personas; 274 mil 606 se inclinaron por el sí, 142 mil 384 optaron
por el no y 3 mil 500 anularon su papeleta o la depositaron en blanco.
Desafiando a la bola de cristal que le augura enormes tropiezos políticos,
Andrés Manuel López Obrador decidió llevar a cabo
la obra, confiando en que su equipo, y la suerte que indudablemente lo
acompaña, lograrán modificar el destino.
En descargo del jefe de Gobierno de la ciudad debe decirse
que si alguien tuvo la culpa de que nadie recibiera información
acerca de este proyecto fue el Instituto Electoral del Distrito Federal,
único responsable de la estúpida ley seca impuesta el viernes
por la noche, y que fue criticada tardía y discretamente por el
propio López Obrador.