Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 7 de octubre de 2002
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Economía

León Bendesky

Mil hojas

Hace unos días fue detenido en Houston Andrew Fastow, quien fuera director financiero de Enron y, al parecer, cerebro de un enorme fraude financiero del que fue un emporio económico y ejemplo de excesos corporativos. Lo custodiaban agentes de la FBI que lo llevaban esposado al juzgado y, aunque lucía su impecable traje Boss o Zegna -Ƒo es que hay de otros?- no provocaba ninguna lástima. El juez determinará si es o no culpable, y pudiera condenarlo hasta a 60 años de prisión, pero mientras eso ocurre actuó la policía y se puso en operación el sistema legal. Aquí, y sin prejuicios de por medio, el señor Carlos Cabal Peniche, por ejemplo, fue traído con recursos públicos de Australia, donde estaba preso para quedar en libertad sin que haya autoridad alguna que acierte a decir cuál es la línea que marca la ley, suben y bajan la fianza que debe pagar como si fuese un vodevil, van y vienen los abogados y nadie sabe a qué atenerse. Mientras tanto Cabal, como muchos otros, antes y ahora, Ƒy para qué hacer aquí una lista tan larga de personajes de sobra identificados?, se mueven a sus anchas en ése que es otro México profundo, el que aparece como corrupto, de componendas y transas, turbio, el de los influyentes y las medias verdades. Es vergonzoso ver actuar a los jueces y al gobierno que aparece como acusador, lo es ver al funcionario de Hacienda tratando de entregar un citatorio a Cabal mientras éste lo desprecia como sólo pueden hacerlo los poderosos en México.

No habrá cambio alguno en este país, si todavía se puede mantener ese lema, sin que se ataque de frente la impunidad en todas sus formas y se establezca un sistema creíble y legítimo de legalidad y justicia. Sin instituciones que la hagan funcionar de modo eficaz, esta sociedad seguirá descomponiéndose ante un discurso político desgastado. Imaginemos a la sociedad como uno de esos pasteles que se llaman mil hojas, que tienen muchas capas de una delgada y quebradiza masa que se mantiene apilada por medio de una rica crema que le da forma y consistencia, aunque siempre tiende a desbaratarse cuando se le acomete con el tenedor, por lo que hay que ser cuidadoso al comerlo. La receta funciona sin duda, es un clásico de la repostería. La estructura requiere firmeza y si la crema es muy aguada será una masa informe que no se antoja.

Así es la organización social, la ley y las instituciones son esa crema espesa que la hace funcionar de modo que se resuelven problemas, se superan conflictos y se crea una legitimidad, único sustento de una vida colectiva digna. Hobbes se lo imaginó como un Leviatán que aludía al Estado autoritario, Rousseau le llamó contrato social, Adam Smith propuso que el mercado libre establece relaciones entre los individuos que al perseguir su interés individual provocan el beneficio colectivo. Ningún esquema es perfecto, por supuesto, pero la atención fue bien fijada en la necesidad de un entramado que mantuviera una cierta cohesión y eficacia. El gobierno rechaza hoy abiertamente el estilo populista de hacer política, aunque cada vez se acerca más a él. Pero no acierta a enfrentar el patrimonialismo de la estructura de poder del cual es parte, por ello no es comprensible que se sugiera distinguir el delito cometido con recursos públicos del que se hace con recursos privados. Ni el sindicato de Pemex ni los Amigos de Fox ni Cabal y sus compinches pueden estar más allá de la ley.

Ahora ya se dice que las sociedades se están cansando de las reformas y las políticas asociadas con el neoliberalismo, a lo que contribuye decisivamente la enorme fragilidad institucional y legal que hace que muchos procesos acaben en crisis y en verdaderos despojos ante la pasividad de las autoridades y la impotencia de la gente. Eso lo sabemos bien aquí y desde hace mucho tiempo, antes de que se volviera un descubrimiento de los mismos que las promovieron fuera y dentro del país. Esas políticas ya no dan para más, pero cualquier propuesta alternativa no puede quedarse sólo en un planteamiento técnico y en un señalamiento ético que deje de lado el caos de esta sociedad: la complicidad y la impunidad.

En Brasil Lula ha hecho una campaña electoral, saboteada por los especuladores mundiales, que propone que hay espacio para gobernar de modo distinto y con una visión social más decisiva. Al parecer la gente lo cree así y está dispuesta a darle su voto y no seguir con lo mismo. En España el PSOE dice que hay margen para aplicar una más extensa política social y ahí coloca una diferencia con el gobierno del Partido Popular. Aquí se intenta seguir afinando la gestión monetaria por parte del Banco de México y el control fiscal mediante el ejercicio presupuestal de Hacienda, igual se hace con la promoción de las pequeñas empresas y con los programas de asistencia social y hasta con la devastada ecología. Aquí no se ha dejado espacio para prácticamente nada, estamos ya royendo el hueso de la resistencia social, económica y financiera, y este es en buena parte el saldo largo de la debilidad institucional y legal que padecemos.

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