Al poder le tengo considerable desconfianza,
señala el Premio Planeta 2002
Escribir es lo único que puedo hacer por Perú,
opina Bryce Echenique
Si mis personajes fueran yo mismo, sería un hombre
en franca decrepitud, advierte
''Despreciar la cultura en mi país, parte muy
calculada de la estupidización de Fujimori''
CESAR GÜEMES Y AGENCIAS
En su primera aparición ante los medios, luego
de ser galardonado con el Premio Planeta 2002, el escritor Alfredo Bryce
Echenique fue categórico al referirse al posible vínculo
que para él existe entre política y creación literaria:
''Lo mejor que puedo realizar en favor de Perú es escribir. Por
mi país es lo único que debo hacer, y además es lo
que esperan mis compatriotas de mí; no gusto de intervenir mucho
en política, porque al poder le tengo una considerable desconfianza".
Ante la pregunta de que si El huerto de mi amada,
la novela que le valió el Premio Planeta 2002, era autobiográfica
o al menos autorreferencial, Bryce negó rotundamente la posibilidad:
''Si algunos de mis personajes fueran yo mismo, ya sería un hombre
en franca decrepitud. Aunque es curioso, cuando hice la primera parte de
mis Antimemorias, que son desde luego autobiográficas, me
señalaron incontables ocasiones que era una novela. ¿Quién
los entiende?"
No obstante, aceptó más adelante que ''toda
ficción basada en la memoria seguro será pura invención,
porque los hechos cobran realidad conforme se cuentan y no como sucedieron".
Encuentros con los jóvenes
Una de las labores desarrolladas por Bryce Echenique desde
que volvió a su país en 1999, y que piensa mantener en el
futuro, ha sido ''viajar por las provincias y tener encuentros con los
jóvenes", una iniciativa, remarca, a título privado que intenta
paliar, en parte, el hecho de que ''en Perú no hay política
cultural, no hay ministerio de cultura y el desprecio por ésta fue
parte muy calculada de la empresa de estupidización de la dictadura
de Fujimori".
El huerto de mi amada, como algunas otras de sus
obras narrativas, versa sobre el enamoramiento, en este caso de una pareja
formada por un adolescente y una mujer adinerada y poderosa que le duplica
la edad. La trama, dice Bryce, se desarrolla en el Perú de mitad
del siglo XX y narra lo que el autor ha dado en llamar ''la historia inverosímil
de aquella época, que desde luego no se puede abordar sin humor".
Bryce también aborda la idea del ''fracaso", obsesión
de los escritores peruanos, desde Mario Vargas Llosa hasta Julio Ramón
Ribeyro, cuyo diario íntimo se titula La tentación del
fracaso.
Esa idea de la derrota, entendida como la imposibilidad
de llegar al destino final, flota sobre Perú, explica el narrador,
''se habla de esta nación como un país adolescente, como
algo que no se acabó de plasmar; el propio Melville se refiere a
Lima, en Moby Dick, como la ciudad más triste y fea que se
pueda ver".
Una fealdad que habla más de su moralidad que de
su belleza, pues como evoca el autor de La vida exagerada de Martín
Romaña: ''Recuerdo en mi infancia que las iglesias de Lima eran
las únicas en las que no había bancos, sino alfombras, donde
hombres y mujeres fumaban y cortejaban".
La música de Siboney que suena de fondo en las
páginas de El huerto... traslada al lector a un hecho real,
''al primer tocadiscos que hubo en mi casa y un elepé de Bing Crosby,
que cantaba esa canción".
Además de la esperada lectura de su nueva obra,
la crítica pretende que las nuevas generaciones aborden algunos
de sus libros, como Un mundo para Julius y El hombre que hablaba
de Octavia de Cádiz, así como de sus libros de relatos
Huerto cerrado y La felicidad, ja, ja, que fueron decisivos
para el desarrollo de las letras hispanoamericanas al cierre del siglo
XX.
Tras un periodo de ''confusión" con frecuentes
viajes a ciudades alemanas e italianas, y la próxima gira de promoción
por el premio Planeta -que le ocupará tres semanas-, Bryce Echenique
piensa en retomar sus ''antimemorias".
''Si en el primer volumen los recuerdos se amontonan por
orden del azar conforme me vienen, sin un nexo lógico, en el segundo,
que está muy avanzado, en el capítulo 'Domesticando el sueño'
recojo mi educación sentimental", apunta.
El narrador incluirá en sus antimemorias ''lo que
ha sido mi segundo retorno a Perú, experiencia maravillosa y tierna,
y al mismo tiempo horrorosa, por lo que necesito tranquilidad para poder
narrar desde la objetividad y no desde la amargura".