Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 20 de octubre de 2002
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Política

Rolando Cordera Campos

Esperando a Lula

La victoria electoral de Lula el próximo domingo 27 será un acontecimiento enigmático aunque esperanzador. La llegada del ex obrero metalúrgico a la presidencia del gran país del sur, que alguna vez paralizase Sao Paulo y enfrentara a la dictadura militar que mandaba en el Brasil de entonces, será una confirmación de la fuerza de una democracia peculiar que se ha basado más en la fortaleza del Congreso y la habilidad y el carisma del presidente Fernando Henrique Cardoso que en la solidez de sus partidos.

De concretarse el triunfo de Lula, no sólo la democracia brasileña habrá dado pruebas de un vigor extraordinario, tanto que le abre las puertas a un indudable representante de las clases peligrosas, cabeza por mucho tiempo de los excluidos de siempre. También habrá mostrado, nos dice el sociólogo Alain Touraine de viaje de inspección por estas tierras que tanto conoce y quiere, el firme compromiso de Cardoso con la consolidación democrática de su nación, que ahora se arriesga a poner por delante proyectos más ambiciosos de reforma social en medio de nuevas turbulencias amenazadoras de su estabilidad y recuperación de un crecimiento que ha menguado en lustros recientes a costa de la primera.

Sería un error, nos sugería el profesor francés hace unos días en Cochabamba, ver el ascenso de Lula como la derrota del neoliberalismo, cuyos abanderados habrían sido Cardoso y José Serra. Los esfuerzos hechos por ambos en el frente social brasileño, tanto en la atención directa a los pobres como en la gran lucha con las farmacéuticas en torno a los medicamentos para el sida, no fueron poca cosa, a pesar de que Brasil siga a la cabeza de la injusticia distributiva en la región, seguido de cerca por Chile y por nosotros. Lo cierto es que los gastos destinados al alivio de la pobreza subieron significativamente durante el gobierno del sociólogo que, junto con Enzo Faletto, expuso las tesis sobre la dependencia latinoamericana de mejor y más sutil manera en los años 70, para luego admitir, ya desde la política del poder, que lo que había que hacer con la globalización era inscribirse en ella lo más pronto y mejor que se pudiese.

Con todo, tanto ahora como con el probable cambio de Lula, en este Cono Sur conmovido por la tragedia argentina y sus reverberaciones que se llevaron de corbata a Uruguay e inmovilizaron a Chile y al propio Brasil, se espera que desde el "país más grande del mundo" vuelvan a soplar aires de aliento y, como lo hizo Cardoso en su momento, de oposición realista a los planes norteños de un acuerdo continental de libre comercio que en sus versiones actuales no contiene consideración alguna sobre las asimetrías estructurales que definen las relaciones económicas del Hemisferio Occidental, mucho menos sobre las expresiones más brutales de dichas asimetrías en la pobreza de las masas y la injusticia social, hoy condensada en las tremendas involuciones en la patria de Borges, pero también de Cortázar y de Evita.

En Chile se vivió en estos días una prueba más de muñequeo entre el presidente Ricardo Lagos y las fuerzas armadas, en esta ocasión con el jefe de la fuerza aérea, que se negaba a dejar su puesto a pesar de que su principal colaborador está indiciado por ocultar información sobre desaparecidos después del 11 de septiembre de 1973. Lagos salió ileso y triunfante de la escaramuza, gracias, entre otras cosas, a la operación habilidosa de su ministro del Interior, José Miguel Insulza, pero la prensa chilena consigna que en el momento en que su ministra de Defensa hablaba ante la prensa para informar de la renuncia del aviador, un conjunto de aviones militares de acrobacia sobrevolaron el palacio de gobierno de Valparaíso e impidieron que la voz de la señora Bachelet fuera escuchada. Cosas de la transición "bien amarrada" que Pinochet dejó a los chilenos demócratas.

También en Chile, el mejor alumno graduado del Consenso de Washington, se sienten los temblores de la volatilidad ambiente. Ante la crítica de varias firmas de inversión estadunidenses al manejo y presentación de sus cuentas fiscales, el ministro de Hacienda tuvo que ofrecer transparencia plena y seguridades redobladas a los señores "mercados", que ya anunciaban una degradación de Chile en su aceptación por Wall Street. Nadie podría decir que el espectáculo fue estimulante, pero al parecer la fragilidad del golden boy de la globalización a la americana impuesta por los Chicago boys del dictador no ha sido dejada atrás y vuelve sin anunciarse.

En Bolivia, donde se celebraron 10 años de democracia y, un tanto irónicamente, se recordó a la Revolución Nacional de 1952, los políticos se quiebran la cabeza para darle sentido trascendente a la nueva presidencia de Gonzalo Sánchez de Losada, alcanzada gracias a los votos minoritarios del MIR (15 por ciento del total) y, sobre todo, a la habilidad de su dirigente histórico, el ex presidente Jaime Paz Zamora. MIR y MNR cogobiernan y buscan darle una lógica de continuidad histórica a aquella revolución de mineros y soldados encabezados por intelectuales y políticos nacionalistas que, según ellos, habría desembocado en la "revolución de la democracia" (en palabras de Paz Zamora), que se inaugura en 1982 con Hernán Siles Zuazo, un auténtico hombre de la del 52, pero pasa por Hugo Bánzer, el cruel ex dictador que acabó con los gobiernos revolucionarios y ahora busca continuarse en el gobierno del Gony, quien antes aplicó el más agresivo programa neoliberal de que se tenga memoria en estas tierras donde el Che murió un 8 de octubre.

Lo que manda hoy en Bolivia es la ausencia del crecimiento, que se ha vuelto una nefasta costumbre que embarga al conjunto social. Salir de este hoyo es la divisa principal que une a los políticos bolivianos, quienes tienen que vérselas día tras día con la presencia agresiva y demandante de unos movimientos indios que se presentan como los olvidados de todas las revoluciones y reclaman mucho más que un lugar en el espacio político formal, donde uno de los suyos, Evo Morales, estuvo a punto de alcanzar la presidencia de la república.

Como tenía que ser, debajo de la angustia ante una cuestión social convertida en cumbre y hoyo negro a la vez, y de la ansiedad por la falta de crecimiento, está el subsuelo. Ya no como el metal del diablo que hizo célebre a Patiño pero impelió una gran revolución, sino como petróleo, ya privatizado, y sobre todo como gas seco en abundancia que ahora organiza una disputa social y nacional que da actualidad a los hechos y contrahechuras del 52, pero pone en jaque los contenidos básicos de la revolución de la democracia que Gony y Paz Zamora buscan proyectar como futuro colectivo.

La recepción de Lula en el Cono Sur pasa obligadamente por Buenos Aires, cuya estrepitosa caída empezó con la devaluación brasileña y el colapso del Mercosur. Aquí sí que se vive a diario la "hora de la verdad". Habrá que esperar a que nuestro espacio se renueve para hacer un mínimo recuento de lo que aquí pasa y no deja de pasar. Como modelo para (des)armar.

 

Buenos Aires, 15 de octubre de 2002

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