VENTANAS
Eduardo Galeano
El encapuchado
La dictadura militar de Chile había convertido
en cárcel el estadio de fútbol, el Estadio Nacional. Miles
de presos eran el público de un partido invisible. Sentados en las
tribunas, esperaban que se decidiera su destino.
Un encapuchado recorría las gradas. Nadie le veía
la cara; él veía las caras de todos. Esa mirada disparaba
balas: el encapuchado, un socialista arrepentido, caminaba, se detenía
y señalaba con el dedo. Los hombres por él marcados, que
habían sido sus compañeros, marchaban a la tortura o iban
al muere.
Los soldados lo llevaban atado, con una soga al cuello.
-Ese encapuchado parece perro -decían los
presos.
-Pero no es -decían los perros.