ASTILLERO
Julio Hernández López
El fantasma de las alianzas
El PRI del nuevo Madrazo y el PRD del pragmatismo,
en busca de unidad
Candidaturas de usar y desechar
LOS DOS PRINCIPALES partidos de oposición
están emplazados a definir si quieren aliarse. Tienen frente a sí
a un gobierno tambaleante e impreciso, que continuamente les ofrece la
oportunidad de conformar frentes comunes, ya sea respecto de temas legislativos
específicos o en estrategias electorales contra la pretensión
foxista de hacerse en 2003 del control de San Lázaro y de varias
gubernaturas. Suficientes figuras hay en ambos bandos con disposición
para tejer acuerdos: el senador Jesús Ortega y el gobernador Ricardo
Monreal podrían ser algunos de los más notables desde el
flanco del sol azteca, y en el plano tricolor ha sido el propio
presidente priísta, Roberto Madrazo, quien ha lanzado directamente
la invitación a unir fuerzas. Por si faltaran circunstancias propicias
para esas pretensiones conciliadoras, el reciente enfrentamiento de gobernadores
no panistas con Los Pinos, Bucareli y Hacienda ha potenciado la idea de
las alianzas posibles.
CON
LA INTENCION de abonar ese camino, Madrazo presentó este sábado,
en dos actos, una ceremonia de presuntas purificaciones políticas.
En primer lugar pronunció un discurso impactante por su alta dosis
de cinismo: según el ex gobernador de Tabasco, él y su partido
estarían deslindándose (por esa simple vía oral) de
las políticas neoliberales y de los "vicios del pasado". A partir
de ahora, decía el converso Madrazo, los priístas volverían
a ser honestos, transparentes en sus cuentas, autocríticos y luchadores
"al lado del pueblo". El nuevo profeta de la decencia lanzó así,
ya liberado de sus culpas originales, una convocatoria "a las fuerzas políticas
de origen y principios democratasociales a pactar una gran alianza para
construir el nuevo modelo de desarrollo de la nación". Sus limpias
palabras establecieron, además, que "ha llegado el momento de construir
nuevas mayorías políticas".
Tan acelerado y profundo habría sido el cambio
que sus palabras habrían producido, que el dirigente priísta
se sintió facultado para caminar de la parte del Monumento a la
Revolución donde había emitido su salvífica alocución
conmemorativa de la muerte de Plutarco Elías Calles hacia otro punto
del mismo sitio arquitectónico, en el que a su vez perredistas y
familiares recordaban la fecha luctuosa del general Lázaro Cárdenas.
El nuevo Madrazo pasó a tratar de saludar a la viuda del ex presidente
Cárdenas, doña Amalia Solórzano, entre imprecaciones
de quienes no entendían que estaban frente a un milagro tabasqueño
de arrepentimiento y nueva vida y no frente al candidato a gobernador que
derrochó millones de dólares en su campaña electoral
y que luego dedicó el erario de su entidad para negocios al estilo
hankista y para escaramuzas electorales de toda índole, incluyendo
las relacionadas con la lucha interna priísta por la candidatura
presidencial de 2000.
El mismo sábado, Rosario Robles enderezaba contra
el presidente Fox críticas duras. Falto de visión de Estado,
ambiguo, torpe e irresponsable sería el ocupante de Los Pinos, según
la descripción hecha por la presidenta nacional perredista. Y, así
como Madrazo había presumido de éxitos electorales ("La derecha
pierde terreno y la revolución gana en las elecciones: el bien común
no puede estar por encima de la justicia social", había dicho el
priísta), la economista nacida en Coahuila dijo que su partido ha
entrado "en el camino de un mejoramiento de su imagen política ante
los ciudadanos". En Guerrero, por ejemplo, el PRD es la primera fuerza
política, dijo. Aún más, según Robles, los
perredistas serían "los únicos con la autoridad moral para
regresarle la dimensión ética a la política".
LAS PALABRAS Y el diagnóstico de la presidenta
nacional perredista habrán de someterse en lo inmediato a la prueba
de la congruencia. En aras de ganar porcentajes de votación que
les permitan aparentar crecimiento y fuerza (y, desde luego, participaciones
económicas gubernamentales), el PRD ha estado dispuesto prácticamente
a lo que sea, participando en alianzas casi siempre contraproducentes y
muchas veces vergonzosas (recuérdese Nayarit con el ampliamente
previsible Antonio Echavarría, o Cancún con el ex abogado
de Arturo Durazo, Gastón Alegre, por citar dos ejemplos entre cientos).
Pero no todo pertenece a ese pasado que se podría olvidar mediante
el conjuro de un discurso oportuno al estilo Madrazo: ahora mismo el sol
azteca acoge a José Guadarrama y su Frente Democrático Hidalguense
para que presenten candidatos a diversas presidencias municipales de Hidalgo
(Guadarrama posee un denso expediente relacionado con marrullerías
electorales cuando se hizo cargo de la operación comicial del PRI
en 2000, tarea ésta en la que, a decir de algunos de sus compañeros
de equipo, habría dispuesto de parte de los fondos que desde Pemex
habrían sido destinados a las andanzas mapacheriles de las
que no quedaría ningún tipo de comprobantes de gastos; luego,
el profesor electoral hidalguense fue visto en el entorno de la campaña
de Lázaro Cárdenas Batel, lo que lo habría purificado
para acercarse al perredismo). Y, en San Luis Potosí, las siglas
del sol azteca podrían estar en camino de ser usadas (y luego desechadas)
mediante una alianza antinatural con el principal empresario de la entidad,
Miguel Valladares García, quien quiso ser candidato "de unidad"
en el PRI, impulsado por el grupo del ex gobernador Horacio Sánchez
Unzueta, y al no poder avanzar, por la firme oposición de los otros
precandidatos priístas, que desean elecciones internas y no un dedazo
disfrazado, se ha dedicado a explorar (apoyado en las relaciones en
el PRD de la familia política de Sánchez Unzueta, casado
con la hija del difunto doctor Salvador Nava Martínez) las posibilidades
de alquilar el emblema perredista para competir en las elecciones locales
del año venidero.
ALIARSE O NO aliarse son, pues, los pétalos
de la margarita que priístas y perredistas deshojan. Les une el
adversario común y les impulsa el sentido pragmático. Allí
están el nuevo Madrazo, limpísimo y mejorado, y las ambiciones
electorales más crudas: total, qué tanto es tantito.