Pablo González Casanova
Tres alternativas en una
En un trabajo reciente Eric Toussaint decía que
1994 fue el año en que la rebelión zapatista de Chiapas "supo
hablar de los problemas de opresión, hasta entonces percibidos como
específicos, con un lenguaje universal que interpelaba a varias
generaciones".
De allí en adelante, los viejos y nuevos problemas
locales y mundiales que se acentúan con la globalización
neoliberal empezaron a tropezar con resistencias cada vez más profundas
que se fueron identificando con etapas anteriores de las luchas contra
el colonialismo, contra el capitalismo, contra el imperialismo, contra
las dictaduras civiles y militares, y que se insertaron en las nuevas luchas
de las etnias, de las mujeres, de los pobladores urbanos, de los ecologistas
y los homosexuales. En 2000 Seattle fue el sitio del rencuentro cada vez
más explícito, cada vez más articulado, entre los
"nuevos" y los "viejos" movimientos de los trabajadores y los campesinos.
El rencuentro mostró características acumulativas. En el
Porto Alegre de 2002 lo realmente nuevo de todos los movimientos de finales
del siglo XX y principios del XXI apareció de una manera aún
más clara. Como hicieron ver numerosos participantes, en una perspectiva
histórica de corto y largo plazos las alternativas tienen que plantear
la necesidad de ser a la vez democráticas y socialistas, con respeto
a la decisión de los pueblos y sus organizaciones y a la diversidad
de culturas, de creencias, de teorías en lucha por la libertad,
la justicia social y la paz.
La necesidad del socialismo en la democracia y de la democracia
en el socialismo todavía no se manifestó como el sentido
común de un pensamiento colectivo, plural y crítico. Pero
la palabra democracia rompió muchas limitantes de sus falsos
significados, y otro tanto ocurrió con la palabra socialismo.
La democracia se volvió el gobierno de un pueblo libre que discute
y decide con sus ciudadanos y sus trabajadores los problemas que atañen
a su relación con otros pueblos, con la naturaleza, con la cultura,
con la sociedad, con la política, con la economía. Es un
sistema-movimiento que se construye desde lo local hasta lo global, en
medio de luchas y resistencias que lo llevan a articular organizaciones
y redes en regiones enteras, al interior de las provincias y las naciones,
y entre distintas provincias, naciones, culturas y continentes, todo sin
que lo local deba preceder necesariamente a lo global: lo local y lo global
del proyecto democrático y socialista se van combinando en todo
lo que se puede desde el principio, con respeto a las diferencias, ritmos
y variaciones, pero siempre con un concepto de unidad en la diversidad,
que expresa lo universal en los derechos de los demás, ya sean pueblos,
naciones, etnias, personas, organizaciones, costumbres o civilizaciones,
cuidando siempre superar y controlar los intereses particulares que afectan
a los generales y universales, y haciendo de la moral pública y
el diálogo público parte de una nueva cultura de la creación,
de la producción, de los estilos de consumo y de las relaciones
humanas con la naturaleza.
Como
ha escrito Samir Amin, "la aspiración democrática puede ser
particular e integradora; particular cuando inspira a un movimiento que
lucha contra una autoridad no democrática, integradora en tanto
es concebida como un apoyo o palanca que contribuye a promover todas las
demandas sociales". Al promover las demandas sociales, la aspiración
democrática tiene que incluir la lucha contra toda forma de explotación
y por una distribución del excedente que decidan los pueblos, los
trabajadores y los ciudadanos, no sólo con libertad respecto a las
megaempresas y sus asociados o subalternos sino respecto a los imperios,
sus asociados y subalternos; no sólo frente a los remanentes de
la discriminación y la exclusión colonial, sino frente a
los remanentes de las concesiones populistas o clientelistas.
La aspiración democrática tiende así
a acercarse, necesariamente, a la aspiración socialista, y hay un
camino para empezar a practicar la utopía socialista y democrática:
es el camino del presupuesto participativo. Los brasileños han descubierto
un nuevo tipo de utopías a las que podríamos llamar utopías
prácticas. Leyendo al sociólogo brasileño Emir Sader
sacamos las siguientes conclusiones sobre esta importante aportación:
El presupuesto participativo es: a) un instrumento fundamental para
la reforma democrática del Estado; b) una reformulación
teórico-práctica de las relaciones Estado-sociedad; c)
una práctica en dirección de la soberanía popular;
d) una práctica en la socialización de la política
y el poder; e) una práctica en la solución dialogada
y negociada de los problemas colectivos que se plantean en el interior
de los pueblos, los trabajadores y los ciudadanos, y que se plantean en
el exterior con las clases y grupos dominantes en el capitalismo local
o global y en los gobiernos o instituciones económico-políticas
que los representan.
Marta Harnecker señala con razón, y como
síntesis, que los presupuestos participativos son un espacio que
rompe con "la lógica del lucro que mueve al capitalismo... Los presupuestos
participativos crean espacios de participación popular o gestión
democrática, es decir, crean espacios donde pueden irse conformando
los sujetos protagónicos de la sociedad socialista del futuro".
La misma autora esboza un problema que es de la mayor importancia para
la política y la investigación, el problema de cómo
acercarse desde las distintas propuestas a una sociedad alternativa. En
su artículo sobre el primer Foro Social Mundial de Porto Alegre
observa que éste logró "reunir en una misma actividad, gracias
a la nueva cultura de la izquierda (...) a dos grandes corrientes de la
misma: una que apuesta a acumular fuerzas por la vía del uso transformador
de las instituciones y otra que busca hacerlo a partir de ir construyendo
movimientos sociales autónomos".
De hecho, en nuestros días subsisten y se redefinen
tres, y no dos, posiciones alternativas. A la vieja antinomia entre "reforma
o revolución" se añade ese proceso más, posible y
practicable, tal vez preferencial, del que habla Harnecker: la construcción
de movimientos sociales autónomos. El problema es que si antes era
discutible la antinomia "reforma o revolución" y podía pensarse
en términos de combinar una y otra, hoy no sólo es discutible
por eso, sino porque cada vez cobra mayor importancia teórica y
práctica la construcción de alternativas mediante movimientos
sociales autónomos, que ni intentan tomar el Estado por la fuerza
ni intentan insertarse en los aparatos políticos del Estado, así
sean éstos partidos políticos de oposición con una
ideología de izquierda. Este verdadero tercer camino no excluye
a los demás, y en ciertos momentos y lugares se llega a combinar
con ellos o a concertar en acciones comunes. Hoy, combinaciones y acciones
comunes se dan de preferencia y cada vez que se puede con los movimientos
que no intentan tomar por la fuerza el poder del Estado o con los partidos
que buscan presionar e incluso imponer políticas que van contra
el neoliberalismo y que coinciden con las demandas de los nuevos movimientos
por el respeto a sus autonomías y por la instauración de
regímenes de derecho que las incluyan en sus reformas del Estado.
La verdadera nueva vía a una alternativa que pueda
adquirir características antisistémicas, es decir, no sólo
liberales sino también anticapitalistas, no sólo reformistas
sino revolucionarias, en el sentido creador del concepto y en su sentido
crítico de freno al dominio y apropiación del excedente y
de los recursos por el capital corporativo y las empresas privadas, no
ha sido objeto de suficientes análisis teóricos, y se ha
prestado a errores de interpretación que habrán de ser desvanecidos
en el futuro. La declaración de los zapatistas en la que sostuvieron
que no les interesa el poder del Estado no parece tener, como creen muchos,
semejanza alguna con las posiciones aparentemente parecidas de los anarquistas.
Más bien apunta a la creación de islas y archipiélagos
de gobiernos locales autónomos y libremente articulados entre sí
para la defensa de los intereses de sus comunidades y para el manejo democrático
de sus problemas, incluido el manejo que corresponda a una lógica
poscapitalista en relación con la distribución del excedente
y a la asignación de la propiedad de medios de producción
y bienes de uso común, familiar o privado. Con una aclaración:
la tendencia parece ser en éste, como en otros casos, a la combinación
de propiedades públicas, sociales, comunales, familiares y privadas
más que a la idealización excluyente de una de ellas.
La división de las alternativas en revolucionarias
y reformistas exige otras aclaraciones, como la de Amílcar Cabral
cuando dijo que la revolución mundial será predominantemente
pacífica con algunos episodios armados, o como la de Noam Chomsky
cuando invitó a luchar, en todo lo que se pueda, en forma pacífica,
pues en el terreno de la lucha por la opinión pública es
donde los pueblos son y van a ser cada vez más fuertes, incluso
en esta etapa del neoliberalismo de guerra.
En cuanto a las alternativas que luchan predominantemente
por reformas, cabe destacar hoy las que tienden a cambiar las relaciones
sociales opresivas e inequitativas a distintos niveles locales, nacionales
o globales, y las que no modifican sustancialmente los sistemas de apropiación
y dominación en ninguno de esos niveles, aunque frenen algunas de
sus peores tendencias. La distinción entre las reformas a ciertas
políticas y las reformas a las estructuras de dominación
y apropiación tiene un inmenso significado. Estas últimas
implican medidas que afectan a las clases y a los complejos de dominación-apropiación.
Se trata de reformas mucho más difíciles de alcanzar, en
tanto quienes se benefician de la actual estructuración del sistema
ven en la restructuración del mismo una pérdida de su poder
de dominación y apropiación. Convencerlos de que esos cambios
pueden ser útiles, incluso para ellos, en el largo plazo, es prácticamente
imposible hasta cuando se trata de preservar el sistema, no se diga ya
cuando el proyecto estratégico -que también ellos conocen,
y al que temen biosicológicamente- da sentido a las reformas de
acumulación de fuerzas antisistémicas, hecho que también
conocen. El problema se vuelve hoy más difícil cuando, patológicamente,
los líderes más conservadores de las grandes potencias y
sus subordinados creen que una posición conquistadora y guerrera
(the american way, como han dicho) los favorece tanto que son capaces
de iniciar nuevas aventuras coloniales como en Kosovo, Afganistán,
Palestina, Irak, mientras en la construcción de su imperio (en su
Empire building) llegan a amenazar velada y abiertamente de ataques
nucleares al propio Irak, a China, a Rusia, a Corea del Norte, a Irán
y a Libia, esto es, al mundo entero incluida la población de Estados
Unidos y aledaños. Se engañan pensando, de acuerdo con sus
propios cálculos sobre una llamada "guerra nuclear racional", que
Estados Unidos "sólo perdería" (sic) "20 millones de habitantes".
Para cambiar la actual correlación de fuerzas en
favor de la humanidad, y en espera de que cambie por las distintas contradicciones
internas y externas de la Tríada Imperial, es necesario profundizar
en las dos principales reformas de estructuras que transformarían
la actual correlación de fuerzas internacional e intranacional en
favor de los pueblos, los trabajadores y los ciudadanos. La primera es
la cancelación de la deuda externa; la segunda, el reconocimiento
y fortalecimiento de los derechos de autonomía de las etnias y las
poblaciones, de las localidades, los barrios y los municipios, de las ciudades
y conglomerados urbanos, de las redes y regiones culturales, ecológicas
y socioeconómicas, con derecho a vincularse entre sí dentro
y fuera de los límites de las naciones-Estado, en las viejas y nuevas
regiones multinacionales, subcontinentales, continentales y transcontinentales.
La deuda externa constituye el cemento del poder imperial
de nuestro tiempo, encabezado por las megaempresas y las grandes potencias.
La deuda externa no sólo es la base para crear nuevas relaciones
de dependencia de los gobernantes y de las clases dominantes de las periferias
mundiales, sino la base para renovar permanentemente esa dependencia haciendo
de ella el elemento principal para la implantación de políticas
económicas, sociales, culturales de los países endeudados.
Entre esas políticas está la renovación
y ampliación obligada de una deuda impagable que no sólo
organiza y jerarquiza las formas de la dependencia, sino también
privatiza la recaudación de impuestos, al hacer del grueso de los
mismos la fuente para el pago del interés y el principal. La deuda
externa también sirve para privatizar la política de egresos.
De hecho, genera una política de privatización de propiedades
públicas y sociales que fortalece los nuevos poderes y propiedades
del imperio, de sus corporaciones y de sus asociados.
Romper la actual armazón de poder y saqueo, complicidad
y mediatización, exigiendo que se cancele la deuda externa, equivale
a proponer que se termine con la globalización neoliberal del actual
capitalismo organizado.
En cuanto a la autonomía de pueblos, ciudades y
regiones, empezando por la autonomía de las localidades y su articulación
virtual o actual, es un proyecto generador de nuevas relaciones sociales,
cuyo carácter democrático comprende una nueva construcción
del poder y la política, capaz de extenderse a la cultura, la sociedad
y la economía y de ponerse en práctica en las instituciones
del programa y el presupuesto participativo. En todo caso, esa autonomía,
en sus lineamientos más amplios, no sólo ratifica la necesidad
del respeto al pluralismo ideológico, político, religioso,
cultural, sino del respeto a la autonomía de la persona humana en
sus sentimientos, creencias, placeres e intelecto. Es además la
base de una organización de la soberanía-del-pueblo-hecho-de
muchos-pueblos, que constituye la genuina soberanía de las naciones
y de los estados-nación. La lucha por la soberanía de los
gobiernos locales que sube en la escala hacia las autonomías regionales,
nacionales y mundiales, corresponde sin duda a la construcción de
un poder alternativo a distintos niveles. Debiendo formar parte de la reforma
de los estados, la estructuración de autonomías territoriales,
sectoriales, sociales, económicas, culturales y políticas,
abre una historia nueva, alternativa y emergente cuyas capacidades de diálogo
y negociación irán forjándose con los cambios en la
correlación de fuerzas desde lo local hasta lo global, desde las
regiones y las naciones hasta una nueva globalización democrática
respetuosa de las autonomías y las soberanías a nivel internacional
y en las organizaciones internacionales.
En todo caso, a esas grandes alternativas se añade
la posibilidad y la necesidad de incluir otras con distintos criterios
teóricos y prácticos, dada la coyuntura histórica
que vivimos.
El contexto de las alternativas ha variado considerablemente
desde el inicio de la Cuarta Guerra Mundial en septiembre de 2001. El neoliberalismo
de guerra no sólo redefine las luchas contra las organizaciones
que resisten en forma armada. Toda resistencia u oposición al sistema
puede ser indiciada y clasificada como "terrorista" por los gobiernos,
en especial por el de Estados Unidos.
El neoliberalismo de guerra defiende por las armas una
política que ya no puede defender con las argumentaciones de "la
ciencia única" ni con los enredos del Banco Mundial, que critica
al neoliberalismo y sigue exigiendo que se apliquen todas y cada una de
sus medidas. El neoliberalismo de guerra enfrenta una crisis de credibilidad,
de gobernabilidad y de sobreproducción con una política de
guerra e intimidación que le permite reformular las presiones de
los peores momentos de la guerra fría, sólo que acusando
ahora de "terroristas" a quienes antes acusaba de "comunistas".
El
neoliberalismo de guerra permite al capital corporativo, a sus megaempresas
y redes controlar más directamente a los propios gobernantes, ya
sea ayudándolos a triunfar en las elecciones y las campañas
comerciales con que compran las imágenes y las conciencias para
orientar el voto, ya sea presionándolos para que apliquen cada vez
más duramente las políticas neoliberales y enfrenten "con
firmeza y habilidad" o con dirty politics (con "políticas
sucias", Financial Times, 20 de julio de 2002) a sus pueblos, electores
y trabajadores depauperados, desempleados y excluidos.
El neoliberalismo de guerra permite al capital corporativo
y sus gobiernos reforzar la jerarquía mundial de poder y reforzar
los alineamientos, sometimientos y arbitrariedades de las fuerzas neoconservadoras
que abandonan la política de disuasión y pasan a la de agresión,
expansión e integración por todos los medios propagandísticos
y publicitarios disponibles y por todos los medios de destrucción
de baja y alta intensidad, convencionales y no convencionales, altamente
sofisticados y de fácil empleo, con amenazas que simulan o expresan
la locura de usar las armas nucleares, y con temores oficiales y subrepticiamente
difundidos de que grupos y gobiernos terroristas, incluido el de Estados
Unidos, conduzcan a una guerra bacteriológica.
En todo el mundo el neoliberalismo de guerra tiende a
mostrar el carácter profundamente antidemocrático del capital
corporativo, de las empresas metropolitanas y periféricas, y de
los imperios y gobiernos que lo emplean. La llamada guerra por la libertad
perdurable, que fue declarada con el pretexto de acabar con el terrorismo,
no sólo acaba con el derecho de los pueblos a la libre autodeterminación
que en el pasado éstos alcanzaron contra el colonialismo y el imperialismo,
sino que acaba con muchas garantías individuales y con libertades
cívicas hasta hace poco relativamente respetadas en las metrópolis
y en algunos países de la periferia.
El neoliberalismo de guerra provoca durante un tiempo
efectos lineales de dominación y expansión del capitalismo,
el imperialismo y el capitalismo tardío, a costa del desprestigio
y debilitamiento de sus proyectos de "progreso" o "desarrollo", y por supuesto
de sus proyectos de democracia liberal o de "democracia capitalista", como
orgullosamente la llamaba Fukuyama. Entre los efectos indirectos del neoliberalismo
de guerra también aparece una mayor radicalización del pensamiento
alternativo y de las categorías que éste emplea, entre las
que empiezan a sobresalir cada vez más las del sistema de producción
y dominación capitalista, las del imperialismo y el colonialismo
con sus nuevas estructuraciones, así como las alternativas de una
democracia universal participativa y representativa estrechamente asociada
a la liberación y al socialismo.
El desarrollo futuro de las alternativas tendrá
muy probablemente un carácter no lineal en que pequeñas causas
producirán efectos desproporcionados. Ese futuro es posible e inevitable,
casi necesario. Lo que puede variar es el desenlace de por lo menos dos
luchas, la de una alternativa que entre guerras y negociaciones permita
la democracia como liberación y socialismo, y la de una alternativa
que con las fuerzas de la paz y las negociaciones también permita
la sobrevivencia de la humanidad y del planeta. El problema de la negociación
sin claudicación y con acumulación de fuerzas alternativas
democráticas, liberadoras y socialistas en lucha por la paz y por
la vida, es el problema central del futuro inmediato. El comportamiento
patológico de las fuerzas dominantes hace particularmente difícil
cualquier transición sistémica, pero por ningún motivo
impide descartar que -en un tiempo difícil de precisar- venga una
nueva etapa de grandes revoluciones. En todo caso, las fuerzas alternativas
a la globalización neoliberal lucharán por una globalización
en que la democracia, la liberación y el socialismo constituirán
una misma lucha hecha de las tres luchas. El movimiento no sólo
cambiará necesariamente esa lucha y esas tres luchas. También
cambiará los procesos de reforma, revolución y construcción,
y los de conflicto y consenso, enfrentamiento y negociación. Las
combinaciones de las mismas requieren estudios concretos, históricos
y teóricos a los que es necesario dar una prioridad que hasta ahora
no les hemos acordado.
Bibliografía
Amin, Samir, "Le Congres Mondial contre le racisme" ( ).
Durban, septiembre 2001.
Cabral, Amílcar, Unité et lutte,
París, Maspero, 1975.
Castro, Fidel, Un grano de maíz, La Habana,
Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, 1992.
Chomsky, Noam, "On the bombing" ( ), "Israel & EU:
do apartheid à guerra aberta" ( ), "The real 'peace process'
and the real prospects" ( ), "¿Por qué el Foro Mundial?"
( ) y "Un mundo sin guerras es posible".
De Sousa Santos, Boaventura, "¿Cuáles son
los límites y posibilidades de la ciudadanía planetaria?"
( ) y "As Tensoes da modernidade" ( ).
González Casanova, Pablo, Tendencias sistémicas
y movimientos antisistémicos. Septiembre de 2001. En prensa.
Harnecker, Martha, "Articular la izquierda partidaria
e izquierda social para construir un gran bloque social antineoliberal"
( ).
Houtart, Francois, "Des alternatives crédibles
au capitalisme mondialise" ( ).
Informe de la comisión Global Trends 2015. A
Dialogue About the Future With Nongovernment Experts, Washington, National
Intelligence Council, 2000-2002.
Sader, Emir, "Soberanía e Democracia na era de
hegemonia Norte-Americana" ( ).
Soros, George, La crisis del capitalismo global. La
sociedad abierta en peligro, México, Plaza y Janés, 1998.
Toussaint, Eric, "Después de Génova mirando
hacia el futuro" ( ), 1º de agosto de 2001.
Wallerstein, Immanuel, El futuro de la sociedad capitalista,
Barcelona, Icaria, 1997.
( ) Se pueden consultar en:
http://www.forumsocialmundial.org.br/
esp/tbib.asp