Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 26 de octubre de 2002
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Economía

Carlos Marichal

América Latina a la expectativa

Este domingo se celebra la segunda vuelta de las elecciones en Brasil, las cuales han de ejercer potente influencia en todo el hemisferio. Las expectativas son que el Partido de los Trabajadores (PT) ganará la presidencia de la nación, ya que su candidato Luiz Inacio Lula da Silva encabeza las preferencias de voto, siendo el favorecido por cerca de 60 por ciento de los más de 80 millones de electores. Pero con toda probabilidad, el PT no tendrá mayoría ni en el Congreso ni en el Senado y, además, no alcanzará el dominio político, sino en algunos estados. A pesar de ello, el impacto de una victoria del PT a nivel presidencial será fortísimo e implicará la recomposición de las complejas alianzas políticas que son una característica sólidamente enraizada en el ejercicio del poder político en esa vasta y extremadamente diversa nación.

No es nada extraño, por lo tanto, que la campaña del PT se haya centrado en tejer acuerdos con diversos grupos sociales y económicos, proyectándose un futuro "pacto social" para echar las bases de una administración que se perfila como nacionalista y populista, pero también modernizante. La base socioeconómica del pacto será una serie de convenios entre gobierno, empresas y sindicatos. Un primer indicador de la naturaleza y solidez de estas alianzas se finca en la candidatura del empresario textil José Alencar como candidato a la vicepresidencia al lado del propio Lula, el mayor dirigente sindical de la historia de su país.

Lo más llamativo del nuevo proyecto político consiste en su orientación firme hacia la recuperación del dinamismo para las fuerzas productivas nacionales sin menoscabo de la tradicional vocación exportadora del Brasil. Ello implica necesariamente una disminución de la influencia de la banca internacional en la formulación de las políticas de desarrollo, razón por la cual se observan fuertes ataques especulativos contra la moneda brasileña desde hace meses, avalados en tiempos recientes por el propio director del Banco Central de Brasil, Arminio Fraga, quien había gestionado el megapréstamo del FMI en agosto pasado, pero que ahora apuesta a la inestabilidad, probablemente por su oposición al PT.

ƑQué posibilidades de éxito tendrá el pacto social del que se comienza a hablar en la prensa brasileña? Hay varios factores que inducen a pensar que es viable, sobre todo por la coincidencia de intereses entre el empresariado industrial, agrícola y bancario nacionales a favor de un relanzamiento vigoroso de la economía. Es claro que en el nuevo gobierno los industriales brasileños tendrán un peso específico mayor en la formulación de las políticas económicas que en cualquier otro país de Latinoamérica, fomentando una singular combinación de desarrollo hacia dentro y hacia fuera. Por su parte, el poderoso y diverso empresariado agrícola también podrá encontrar acogida en un administración que promete luchar a capa y espada en contra del proteccionismo agrícola de Estados Unidos, Europa y Japón.

No obstante, sin el apoyo de la banca nacional, ni la industria ni el dinámico sector agroganadero tendrán el impulso necesario para avanzar con velocidad. Con sentido práctico, el PT ha logrado tejer alianzas con la banca privada nacional, por lo que se ha sugerido en la prensa que el próximo director del Banco Central de la república podrá ser el actual gerente del Banco Itaú, cabeza de unos de los grupos financieros nacionales más importantes. En efecto, dentro del sector bancario de Brasil los capitales nacionales han seguido ejerciendo mayor poder que en otros países del hemisferio. Pero a ello se agrega el papel fundamental de la banca estatal. El Banco do Brasil es desde hace un siglo el mayor banco comercial del país y desde hace 40 años el más grande de toda América Latina. El Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) es el más vigoroso banco de inversión de la región. A su vez, las poderosas cajas de ahorro, como la Caixa Económica Federal, constituyen otros puntos de apoyo financiero fundamental.

Afortunadamente para el PT, una gran parte de las reformas neoliberales ya fueron realizadas por la administración del actual presidente Fernando Henrique Cardoso, quien aceleró el proceso de privatizaciones, vendiéndose empresas estatales en los sectores de siderurgia, petroquímica, fertilizantes, energía eléctrica, telecomunicaciones y minas por cerca de 90 mil millones de dólares entre 1991 y 1999. Estas privatizaciones despertaron fuerte oposición popular, pero lograron instrumentarse con un grado considerable de equilibrio por el apoyo del BNDES, que en muchos casos tomó una parte del capital inicial para asegurar el tránsito a los grupos empresariales nacionales sin excesivo desorden financiero. El contraste con México, donde la privatización bancaria desembocaría en la quiebra del sector en 1995 y su posterior venta a la banca extranjera, sin duda llama la atención.

No debe olvidarse, por otra parte, que Brasil cuenta con la experiencia histórica más amplia en la coordinación e, inclusive, integración del sector público y privado de la economía. Ya desde fines del siglo XIX, en pleno auge del liberalismo clásico, el gobierno brasileño ejercía mayor participación en diversos sectores económicos que la administración de cualquier otro país de América. Sin embargo, ello no implicó la confrontación entre gobierno y empresariado privado, sino más bien la colaboración. En décadas más recientes, los sociólogos describen a la economía brasileña en términos de una triple alianza, entre el sector estatal, el privado y las multinacionales. Dicha realidad y su dinámica económica y social es muy bien conocida por los dirigentes del PT y, en especial, por el propio Lula. Esa larga experiencia en combinar fuerzas diversas augura favorablemente para un nuevo gobierno, al que todos debemos desearle éxito en aras de un futuro más promisorio para toda la región latinoamericana.

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