Los entonces subsecretarios Guillermo Ortiz
y Julián Sidaoui tenían los expedientes
Desde abril de 1993, Hacienda sabía de las ilegalidades
en Cremi y Unión
Los funcionarios no actuaron de inmediato contra Cabal
Peniche cuando supieron de las irregularidades
La querella quedó en daño patrimonial,
sin mencionar el desvío hacia el PRI
ROBERTO GONZALEZ AMADOR, MIREYA CUELLAR Y ENRIQUE MENDEZ
Meses antes de que el gobierno de Carlos Salinas de Gortari
decidiera intervenir los bancos de Carlos Cabal Peniche, sobre los escritorios
de los entonces subsecretarios de Hacienda, Guillermo Ortiz Martínez
y José Julián Sidaoui Dib, se encontraban varias carpetas
con archivos clasificados como ''confidenciales'', en los que las autoridades
regulatorias del sistema financiero alertaban sobre las ilegalidades con
que operaban los bancos Cremi y Unión.
Ortiz
Martínez y Sidaoui Dib, quienes ahora son gobernador y subgobernador,
respectivamente del Banco de México, no actuaron de inmediato cuando
en ese complejo año de 1994 supieron de las irregularidades cometidas
por Cabal Peniche al frente de Cremi y Unión.
Era ese el año en que irrumpió en Chiapas
el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), fue
asesinado el candidato presidencial priísta Luis Donaldo Colosio
Murrieta, y el país enfrentaba una continua sangría de la
reserva internacional de divisas. Además, como quiera que fuera,
las operaciones irregulares de Cremi y Unión estaban financiando
al Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Documentos en poder de La Jornada descubren que
Ortiz Martínez y Sidaoui Dib estuvieron enterados, al menos desde
abril de 1993, de los delitos cometidos por Cabal Peniche. El ex banquero,
quien multiplicó su fortuna al amparo de las relaciones tejidas
con políticos de viejo y nuevo cuño, y señaladamente
con el ex presidente Salinas de Gortari, perdió sus bancos a inicios
de septiembre de 1994, cuando fueron intervenidos por la Comisión
Nacional Bancaria y de Valores (CNBV). Cabal Peniche huyó en ese
entonces del país y las autoridades lo acusaron de haber cometido
un quebranto por 700 millones de dólares contra el patrimonio de
las dos instituciones de crédito. Pero aunque el propio gobierno
estaba enterado de las operaciones con el Revolucionario Institucional,
la querella se quedó solamente en el terreno del daño patrimonial.
Uno de los documentos en poder de este diario es un oficio
del área jurídica de la Comisión Nacional Bancaria
y de Valores. Con la identificación 601-VI-VJ-23067/95, marcado
con la leyenda ''confidencial'' y dirigido a José Julián
Sidaoui Dib, entonces subsecretario de Hacienda y Crédito Público.
Está fechado el 9 de junio de 1995, pero da cuenta de una inspección
realizada por la autoridad a Banco Unión en abril de 1993, es decir,
17 meses antes de que la institución fuera intervenida.
Al dar cuenta de la inspección a Banco Unión,
iniciada el 29 de abril de 1993, el entonces director jurídico de
la CNBV, Octavio Sosa León, señala en el escrito dirigido
al subsecretario Sidaoui: ''Con motivo de la inspección practicada
a Banco Unión, se determinaron operaciones de crédito que
presentan características irregulares, en las que intervienen entre
otras personas el señor licenciado Carlos Cabal Peniche, presidente
del consejo de administración; contador público Alfredo Castañeda
Bretón, director de Proyectos Especiales; licenciado Ricardo Armas
Arroyo, director jurídico, y licenciado Ernesto Malda Maza, director
corporativo de crédito''. En este caso, se trata del reporte de
un crédito otorgado a una empresa denominada Cofinter Operación
y Sistemas, que provocó un quebranto a la institución por
48 millones 799 mil 728 pesos.
Otro oficio de la Comisión Nacional Bancaria y
de Valores, en este caso dirigido a Guillermo Ortiz Martínez, entonces
subsecretario de Hacienda y Crédito Público, está
fechado el 17 de noviembre de 1994, también con la leyenda ''confidencial'',
y da cuenta de una inspección a Banco Unión realizada entre
abril de 1993 y junio de 1994. Se trata del reporte sobre un crédito
sin garantía concedido por la institución a Comercializadora
Cerfa -una de las empresas que tiempo después fueron identificadas
como ''canalizadoras'' que transfirieron recursos para los fideicomisos
del Partido Revolucionario Institucional- por 50 millones de dólares
''o su equivalente en moneda nacional''.
Señala el oficio: ''En el expediente de crédito
establecido a Comercializadora Cerfa SA de CV, que obra en Banco Unión,
no existen antecedentes de que previamente a la autorización de
este financiamiento se efectuaran estudios sobre la viabilidad económica
de la operación, plazos de recuperación, relación
de los distintos conceptos de los estados financieros o la situación
económica de la acreditada, conforme al artículo 65 de la
Ley de Instituciones de Crédito''.
Después
de relatar la forma en que el crédito original fue atomizado en
operaciones con otras compañías, varias de ellas de membrete,
el oficio del área jurídica de la CNBV, dirigido al entonces
subsecretario de Hacienda, Ortiz Martínez, concluye: ''Los recursos
generados por el crédito otorgado por Banco Unión a Comercializadora
Cerfa SA de CV fueron finalmente canalizados en beneficio, entre otras
personas, del señor Carlos Cabal Peniche, presidente del consejo
de administración del banco, advirtiéndose que para este
efecto se realizaron maniobras contables''.
Añade que esos recursos fueron, primero, destinados
para cubrir créditos que el propio Banco Unión había
otorgado a una empresa de membrete llamada Tabletops de México,
y a otra identificada como Informes Profesionales Sociedad Anónima
de Capital Variable.
El oficio dirigido a Guillermo Ortiz Martínez establece
claramente que los mencionados créditos ''se aplicaron a favor de
tres empresas, las cuales los aportaron al Fideicomiso 2949-4, para adquirir
un paquete de acciones del Grupo Financiero Cremi (controlador de Banco
Unión), beneficiando a varias personas, entre las que figura el
señor Carlos Cabal Peniche".
La CNBV asegura que, en su opinión, esta operación
constituye en sí misma un delito, dado que los directivos de Banco
Unión realizaron las transacciones ''a sabiendas de que con tal
actitud resultaría un quebranto para la institución de crédito
hasta por 167 millones de pesos (la cantidad equivalente en moneda nacional
al préstamo de 50 millones de dólares), lo que en especie
ocurrió''.
Pero lo que ''en especie'' no ocurrió fue que la
información preventiva que tuvieron en su poder las autoridades
de la Secretaría de Hacienda sobre las operaciones ilegales que
realizaba Cabal Peniche fuera aprovechada para evitar el quebranto patrimonial
de la institución, cuyo costo fue cargado a los contribuyentes.