Presentan en París la exposición
Indios. Chiapas > México > California
Recorrido por la vida de los indígenas mexicanos
como actores de su historia
Oaxaca y Guerrero complementan las secuencias de la
muestra en la capital francesa
Se exhiben 20 obras de Francisco Toledo Le Bot, orquestador
de ese viaje paralelo
ISHTAR CARDONA ESPECIAL PARA LA JORNADA
La luz a lo lejos recuerda una fonda en la carretera o
el adorno de una fiesta de barrio: pequeños focos de luz blanca
colgados en serie sobre una estructura de ramas, de delgados troncos que
sostienen una manta manchada de colores. La mirada, al acercarse, descubre
que las manchas de colores forman casas bidimensionales, árboles
y rostros cubiertos por pasamontañas. El cielo que enmarca el paisaje
es intensamente azul, y el verde, el naranja y el amarillo presentes en
la manta-mural son colores rotundos como los que pensamos usan los niños
al dibujar. Todo el conjunto conduce al interior de un triple iglú
de mármol, el pabellón Paul Delouvrier del Parque de La Villette
de París, Francia.
En el interior de esa panza blanca e iluminada por enormes
ventanales se presenta la exposición Indiens. Chiapas > Mexico
> Californie (Indios. Chiapas > México > California).
El título cabecea el principio y el fin de las secuencias de la
muestra, pero en medio aparecen otros dos universos locales que completan
el viaje: Oaxaca y Guerrero.
En un recorrido en meandros, la gran manta concebida por
Patrick Bouchain para la exposición, que divide el espacio como
si de un laberinto se tratase, sirve de guía y enlace entre estas
cinco secuencias. En el centro de cada una están presentes los indios
de México. No el Indio con mayúscula, que corresponde más
a una imagen muerta de museo que a una realidad vivita, coleando y cambiante.
Los indios de México, en plural, como actores de su historia. Como
agentes culturales, como re-creadores de identidad, como animadores de
experiencias políticas. Como provocadores de debates que ya no podrán
excluirlos. Como responsables de la eficacia e imaginación de sus
luchas.
Dinamismo y polivalencia
La
exposición del pabellón Delouvrier se presenta como una suerte
de códice indio actualizado: una narración que se despliega
materialmente en tela de algodón ante el espectador y que podemos
leer mediante los sucesos relatados (el levantamiento zapatista, el movimiento
cultural oaxaqueño) o imaginarla como un diario de migración
en el que la Gran Tenochtitlán ya no es punto de llegada, sino etapa
soñadamente transitoria hacia la tierra prometida.
El recorrido se inicia en Chiapas. El levantamiento zapatista
es el hilo anecdótico por medio del cual comenzamos a introducirnos
en el discurso de la muestra. La voz de Esther en el Congreso nos
pone en contexto. Una veintena de rostros semicubiertos nos observa desde
su eternidad fotográfica colgada de un andamiaje de ramas. Creo
que a Bruno Traven le hubiera gustado tanto colgado en rebelión.
Lamentablemente, la presencia del autor de Canasta de cuentos mexicanos,
mediante algunas fotografías suyas de los años treinta, pasa
desapercibida por lo poco compenetrado que resulta el material con el resto
de la sección. El excelente trabajo fotográfico, fílmico
y plástico de varios autores sostiene la narrativa de la secuencia,
la cual resulta, por el buen manejo museográfico de la dimensión
poética del discurso zapatista, la más emotiva de toda la
exposición.
Algo debe de tener de bendita el agua de Oaxaca, puesto
que la región se muestra como un gran armado de iniciativas culturales
sorprendentes del que participan todos o casi todos: ¿así
somos de creativos? Oaxaca la de la explosión de artistas plásticos
que han sabido instrumentar en diferentes zonas de acción su obra,
que han sabido insertarla en el mercado del arte sin por ello transar en
el código estético que han elegido y que recrea el mundo
material y cultural al que pertenecen, que han sabido generar mediante
su trabajo artístico nuevas formas de pensar el desarrollo comunitario
y de promover una nueva cultura política. Oaxaca que tiene en la
cinturita a Juchitán con todo y la nostalgia por la efervescencia
de la COCEI. Oaxaca la de las danzas afromestizas, la del mito zapoteco
hembrista y sexual, la de los documentalistas y videoastas mixtecos y triquis.
Oaxaca la de los movimientos sociales y la pobreza ancestral, la de la
migración creciente al otro lado. Oaxaca la que se reconstruye día
a día aquí y más allá del border. La
obra seleccionada para ilustrar esta sección refleja el dinamismo
y polivalencia de los movimientos culturales de la región: video,
escultura, bordado, fotografía, pintura y mixta se imbrican en piel
de la secuencia más redonda de la exposición.
La parte consagrada a Guerrero no evoca con la misma fuerza
que el resto de la exposición la capacidad de movilización
de las comunidades indias de la región. Esta parte da la impresión
de guardar discontinuidad con el resto del recorrido. Su eje temático
es el trabajo de los amateros de la zona del Balsas y la lucha que emprendieron
hace algunos años para impedir la construcción de la presa
que anegaría gran número de comunidades y que los obligaría
a desplazarse. La cantidad de obras en amate corresponde a la de una colección
de tamaño respetable, y su calidad no resulta menos que admirable;
sin embargo, la sección adolece de falta de articulación
con el resto de la muestra, aun si la excepción resulta de la obra
de los amateros que emigraron a Estados Unidos y, siguiendo el lenguaje
expresivo del amate, con todo y su abigarramiento, han producido piezas
de sorprendente riqueza narrativa.
La ciudad de México es el escenario en el cual
la invisibilidad deviene estrategia de sobrevivencia o, en todo caso, consecuencia
natural para los indios que emigran. De que no me vean a que me noten y
me hagan ''el feo", mejor confundirme con el paisaje y escurrirme por las
paredes. Esperar y ver si ya llegué o si no he terminado de irme.
Esperar mi oportunidad y a lo mejor lanzarme, jalar pa'l norte y cruzar
la línea rogándole a la Virgencita que ora sí nadie
me vea. A los ojos de esta espectadora, la invisibilidad ya tomó
carta de naturalización en México: de tanto ver ya no vemos,
y aun si las enormes fotografías que cuentan esta secuencia gritan
su contenido, el cotidiano experimentado por un defeño impone su
lacerante bruma de indiferencia, condición en el origen de la invisibilidad
del otro.
Mosaico representativo
Al otro lado del muro, California espera, ojerosa y pintada
(y que disculpe el poeta) a los que buscan acomodo en este mundo. Y ahí
llegan los viajeros que saben ya que su integración será
todo menos aceitada y suave. Que aquí sí no hay invisibilidad
que valga y, por tanto, hay que correr y esconderse. Que no pueden, y en
algunos casos no quieren, confundirse con el paisaje. Que intuyen que traen
en la maleta algo más que su necesidad de trabajo. Y llegan a construir
su vida y a reconstruirse con lo que traían de antes y lo que van
acumulando. Y llegan a modificar, inexorablemente, el entorno en el que
transcurre su existencia. Son los passeurs de culture, como son
nombrados en la exposición, los que transportan la cultura, los
que pasan de un lado a otro de la línea las costumbres, los ritos,
los mitos; los que de polleados pasaron a ser polleros de
su forma de vida. Y nosotros hemos estado acompañándolos
de ladito en su viaje, y llegamos al final del trayecto con la sospecha
de que la historia no se acaba allí, que en todo caso asistimos
a la construcción de rutas nuevas que más allá de
lo meramente geográfico unen estados de pensamiento.
El orquestador de semejante viaje en paralelo se llama
Yvon Le Bot, sociólogo y director de estudios del Centro Nacional
de la Investigación Científica de Francia, quien ha bregado
junto con el equipo de trabajo de La Villette durante dos años para
llevar a buen puerto esta experiencia. El solo trabajo de recopilación
del material plástico, gráfico y audiovisual ya constituye
un esfuerzo de consideración; tomemos como ejemplo la presencia
de 20 obras de Francisco Toledo, entre pintura, grabado y escultura, dentro
de la secuencia Oaxaca. Es tal la densidad de material en la exposición,
que algunos asistentes comentan su aturdimiento y hasta su desazón
por la cantidad de objetos presentes para el espacio utilizable. Lo que
no se discute es la calidad de la mu-seografía que consigue disponer
el material de forma inteligible.
Indios. Chiapas > México > California deserta
de la perspectiva etnográfica, no requiere de la visión folclorista
para explicar la dimensión actual de los indios y de sus márgenes
de acción. Sin embargo, consigue presentar de forma pertinente,
aunque no necesariamente exhaustiva, un mosaico representativo de los movimientos
que los grupos indígenas en México construyen, una muestra
de cómo se piensan, cómo reconstruyen su imagen y cómo
se sueñan contemporáneos, por fin, de todos los hombres.