Fueron cuatro horas de baile y pronunciamientos
contra la violencia en el mundo
A ritmo de ska, 12 mil festejaron el aniversario del
Faro de Oriente
Roco, de Maldita Vecindad, abrió la jornada como
diyéi sorpresa
Mescalito llamó a "mandar a la goma" las imposiciones
neoliberales Panteón Rococó, el más esperado
GABRIEL LEON ZARAGOZA
La presentación guapachosa de las bandas Panteón
Rococó y Mescalito, así como de Roco de Maldita Vecindad,
en el tercer aniversario del Faro de Oriente, desbordó todas las
expectativas de diversión de los 12 mil niños, adolescentes
y padres de familia que se dieron cita para bailar cuatro horas al ritmo
de ska e iluminarse con los pronunciamientos contra la violencia en el
mundo y a favor de la apertura de espacios para los jóvenes en el
país.
El saldo del encuentro gratuito fue blanco, sólo
decenas de chicas padecieron manoseos, otros recibieron golpes por los
frenéticos bailes y algunos quedaron adoloridos porque les cayeron
encima los protagonistas de las catapultas. Fuera de ello, prevaleció
el lema del acto: "Para que las tocadas duren, la seguridad somos todos"
y todos convivieron como en una hermosa comuna hippie sesentera.
Nunca
olvidada y cada vez más presente entre los miles de púberes
que abarrotaron la explanada de la gran nave de oriente, la Santísima
Trinidad Social (Zapata, el Che y Marcos) estuvo en el festejo
mediante las formas de expresión y posiciones culturales que los
jóvenes han adoptado paulatinamente para situar su realidad: "Estoy
inconforme con un gobierno por el que no voté y con su forma de
conducir el país", expresó uno de los miles de adolescentes
que acudieron al llamado del encuentro, organizado por la Secretaría
de Cultura capitalina.
Playeras, cintas en la cabeza, máscaras, nuevas
formas de genuflexión al dios rock, peluches, disfraces y semidesnudos
fueron elementos que el público utilizó para hacer sentir
su presencia al oriente de la ciudad de México.
Por supuesto, y como en cada "concierto de conciencia"
que se realiza desde el primer día de enero de 1994, los pronunciamientos
políticos y sociales de la banda roquera fluyeron: "A ocho años
del levantamiento de Chiapas nos mantenemos en pie. Las cosas siguen siendo
la misma chingadera y desde aquí nosotros (permanecemos) tratando
de abrir espacios, de conservarlos y defenderlos como perros. Le gritamos
al gobierno que chingue a su madre", secundaban los jóvenes al vocalista
de Mescalito, segundo en turno al escenario.
Y al ritmo de los silbidos alusivos al 10 de mayo, y con
los puños cerrados y los brazos en alto que se contraen hacia atrás,
la fiesta se armó durante cuatro horas.
La sesión la abrieron Roco y sus destellos de programador
musical -"diyéi sorpresa", dirían los organizadores.
La amplia gama de world music que ofreció este músico
mexicano desde su consola de transmisión permitió que el
público-pasaje del barco Faro tomara el sol al cálido retumbar
del raggae, hip hop, rock y otros afrogéneros de cadenciosos movimientos
y peligrosos acercamientos.
Las incipientes apariciones de peluches infantiles y sicodélicos
se hicieron notar ante los primeros ocho mil asistentes, que se registraban
en el inicio del concierto. Para entonces las entradas y salidas habilitadas
para ingresar al foro mantenían una hilera de jóvenes que
semejaba un canasto del que no cejaban de salir personas.
En la segunda hora de la tocada aparecieron los integrantes
de Mescalito en el escenario (estuvieron 50 minutos) para llamar, con sus
temas de rock y afrocaribe, a los presentes a pronunciarse por "mandar
a la goma" las "pinches imposiciones neoliberales".
A falta de objetos, las bolsas con agua resultaron estupendos
proyectiles que los jóvenes lanzaban. Salvo las mojadas con el líquido
vital o agua de riñón, la cosa no pasó a mayores.
Los primeros intentos de semidesnudos femeninos fueron pueriles, "sólo
para la fotografía" y nada para las cientos de voces que aclamaban
"cueros, cueros".
Al final, ninguna señorita cedió al llamado
de los tiburones, pero media docena de varones sí. En distintos
momentos del concierto algunos jóvenes eran izados y expuestos a
la vista de todos; repentinamente se bajaban los pantalones y sacudían
sus "miserias", así calificadas por el sector femenino que reprobaba
las acciones, entre burlas y miradas acuciosas.
Faltó espacio para moverse
Cuando apareció en escena el esperado de la tarde,
Panteón Rococó, ya no había espacio para moverse y
las filas de personas seguían siendo largas. Pese a ello, no se
produjo acto alguno de violencia.
Los estetas del Rococó realista-musical abrieron
su concierto social con la rola Dime y se siguieron la fiesta con
19 piezas más, casi todos los temas de sus dos discos. Sólo
les faltó su clásico: La dosis, quizás porque
se quieren quitar el estigma de la pieza, comentaban algunos de los periodistas
presentes.
El clímax acústico de Panteón hizo
que los slams de los de Nezahualcoyótl e Iztapalapa se convirtieran
en megaslams; involuntariamente todos, absolutamente todos, participaban
en el maremágnum.
Este carrusel de emociones skapunketas, que representó
para muchos jóvenes la oportunidad de ver de cerca a estas bandas,
concluyó como empezó: caras felices, aplausos y saludos a
los compañeros musicales del EZLN y al Sub, a quien fervorosamente
la multitud lo encomendó a Dios para que "nos lo cuide".