LA MUESTRA
Carlos Bonfil
En la mente del asesino Aro Tolbukhin
Verismo y ficción Preferencia por la incógnita
del horror
ENTRE 1979 Y 1981 se registraron en Guatemala los casos
de siete mujeres brutalmente asesinadas en una enfermería, todas
ellas en estado de gravidez, con severas quemaduras en sus cuerpos. Una
vez detenido el criminal pirómano, éste se atribuyó
otras 17 víctimas en los 12 años anteriores, e incluso mencionó
un número mayor de ejecuciones no verificables. Su perfil era el
de un sicópata con una evidente propensión a la mitomanía.
ESTE
SUCESO DE nota roja atrajo la atención en 1981 de los realizadores
franceses Lise August e Yves Keetman, quienes entrevistaron al asesino,
Aro Tolbukhin, de origen húngaro, en el penal de alta seguridad
de Pavón, en Cobán, Guatemala. En 1997, a la muerte de Lise
August, la cineasta Lydia Zimmermann rescató el material audiovisual,
almacenado y casi olvidado, para acometer, con otros dos realizadores,
Agustí Villaronga e Isaac Pierre Racine, En la mente del asesino
Aro Tolbukhin, documental que originalmente debía ser sólo
un corto o mediometraje, y que se convirtió en un proyecto más
ambicioso, coproducción hispano-mexicana, mezcla de documento verista
y ficción, filmado en 16 y en 35 mm, con material en video, y una
alternancia de blanco y negro y fotografía en color, a cargo de
Guillermo Granillo.
LA MAYOR APUESTA de la cinta, al mismo tiempo su mayor
desafío, fue sostener el interés del público -garantizado
de entrada por una historia singular-, con la recreación en varios
países, y el recurso a actores reconocidos (Daniel Giménez
Cacho y Carmen Beato), de los diversos entornos en que transcurrió
la vida de Aro Tolbukhin, explorando su infancia y su relación con
su hermana Selma, e indagando en sus motivaciones homicidas.
HAY EN LA cinta fuertes lagunas narrativas, pues la crónica,
que no se propone ser exhaustiva, se concentra en la personalidad del protagonista.
Al respecto, Giménez Cacho consigue una vigorosa composición
de su personaje Aro adulto, el ser de ficción, que añade
al original una mirada torva y huidiza, siempre impenetrable -con una complejidad
mayor a la de su caracterización en Profundo carmesí,
de Arturo Ripstein.
EN LA MENTE del asesino...
cumple bien su propósito de hurgar en la sicología del personaje
evitando las conclusiones precipitadas, y de descubrir el lado ''humano"
del criminal impenitente, a riesgo de parecer políticamente incorrecto
o de naufragar en el sentimentalismo (una tentación apenas evitada).
EL RELATO GANA dinamismo por su modo de entremezclar los
testimonios directos y las evocaciones dramatizadas, y sobriedad por el
tono en el que sugiere el horror y la crueldad de los asesinatos. A las
dudosas gratificaciones del espectáculo sanguinolento, los realizadores
prefieren la incógnita de un horror no menos punzante, el de la
maquinaria mental de Aro Tolbukhin, desafío final para cualquier
espectador inteligente.