Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 16 de noviembre de 2002
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Cultura
Ovación en el Teatro de la Ciudad para los bailarines que dirige Alicia Alonso

Sincronía y prodigio en la versión de Giselle con la Compañía de Cuba

La danza de las Wilis fue el momento cumbre de la noche en ese escenario

El grupo dará tres funciones más en el DF y viajará a Guadalajara y Monterrey

ANGEL VARGAS

En Cuba se dice que ''mientras se bailen Giselle y el Lago (de los cisnes), de alguna manera, todos nosotros estaremos a salvo". Esa convicción, debida al crítico isleño Juan Orlando Pérez, fue refrendada la noche del jueves en la ciudad de México por el Ballet Nacional de aquel país con su versión de Giselle, uno de los clásicos de la danza universal.

El Teatro de la Ciudad se llenó de ovaciones ante el virtuoso trabajo individual y de conjunto logrado por los integrantes del ''Bolshoi isleño" durante las dos horas de función, primera de las cuatro programadas en ese recinto y que concluirán este domingo; después, la gira proseguirá por Guadalajara y Monterrey.

Fue una interpretación que mucho tuvo de onírico y de cuento de hadas, elementos esenciales del ballet clásico; la sincronía y el prodigio de las ejecuciones de los bailarines, desde los solistas hasta el cuerpo de baile, permitieron recordar que por encima de los problemas y vicisitudes cotidianos existen valores supremos, como la honestidad, el arte y el amor. Ante ello estamos salvados, como señala el especialista cubano.

Firmeza de puntas

La versión de Giselle realizada por la fundadora y directora del Ballet Nacional de Cuba, Alicia Alonso, que tiene como base la coreografía original de Jean Coralli y Jules Perrot, fusiona con maestría elementos dramatúrgicos del romanticismo decimonónico con las características propias del ballet contemporáneo.

Así, la legendaria bailarina y coreógrafa isleña construye un puente artístico entre dos épocas: la romántica, en la que la dramaturgia enaltece la figura del amor por encima de todo, y la contemporánea, donde el ballet se caracteriza por la destreza técnica y las altas capacidades físicas y atléticas de los bailarines.

El momento cumbre de la noche ocurrió en el segundo acto, cuando las integrantes del cuerpo de baile de la compañía cubana escenificaron la danza de las Wilis, que según una leyenda germánica son las novias fallecidas antes de contraer nupcias y que abandonan sus sepulcros a la medianoche en busca de hombres para hacerlos bailar hasta morir.

Vestidas de blanco, las bailarinas se transformaron en entes incorpóreos, una especie de humo níveo tatuado de sensualidad. Lograron tal homogeneidad, sincronía y delicadeza en sus ejecuciones, que parecía como si fueran a hacerse añicos sobre el escenario, o como si un tenue ruido intentara romper su encanto.

Igual de delicada y etérea fue la personificación de Giselle a cargo de Viengsay Valdés, quien durante toda la obra pareció flotar por el aire y balancearse en el tiempo. Sus saltos hacia atrás, sus vertiginosos giros, la firmeza de sus puntas provocaron más de una vez el delirio del público.

Su capacidad histriónica hace más creíble la historia de un amor que trasciende la muerte, no obstante la angustia, el desencanto y la locura.

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