Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 26 de noviembre de 2002
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Cultura

Teresa del Conde

Yishai Jusidman en el Marco

El Museo Extremeño de Arte Contemporáneo es el mismo que cuando fue fundado adquirió un importante y enorme relieve en madera de Germán Venegas, gracias a los directivos de la Galería OMR que llevaron la pieza a la feria Arco hace algunos años. Este museo, en concatenación con el Stedelij Museum voor Actuele Kunst de Gante y el Marco, exhibió una muestra de Yishai Jusidman (1963) con el apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores y de la propia Galería OMR, que por lo que se ve, sabe establecer los contactos necesarios para promover a los artistas de su establo.

Jusidman ofreció como novedad los retratos que ha realizado de ciertos pintores, que son los que habré de comentar, junto con imágenes digitales de otras obras suyas que ya conocíamos. El reciclamiento da lugar a nuevos modos de hacer y a obras distintas de las que sirvieron como punto de partida.

La exposición del Marco, hasta donde advertí, fue algo más reducida que la presentada en los dos museos previos, probablemente porque algunas de las obras ya no hicieron el trayecto trasatlántico por pertenecer a colecciones privadas.

Working painters se combina con una selección de las imágenes digitales de algunos de los pacientes del Hospital Fray Bernardino Alvarez, recreados por Jusidman, cuyos originales y fichas taxonómicas al óleo pudimos ver en 1999 en el Museo Carrillo Gil.

Se exhibe también una serie de ''narcisos" que son igualmente homenajes a pintores, en este caso inscritos en la historia del arte, ya que todos han muerto. Esos trabajos están referidos a Velázquez (La fragua de Vulcano), Willem de Kooning y Giorgio Morandi, buena selección de maestros, según mi sentir.

Los retratos al óleo, siempre pareados (dos retratos por pintor) corresponden a Joy Laville, Manuela Generali, Francisco Castro Leñero, Ray Smith Yturria, Beatriz Ezbán y Arnaldo Coen. Sólo este último aparece sentado y con expresión relajada. Sin embargo, la escuadra que sostiene entre sus dos manos produce un poco la impresión de que se encuentra atenazado, o al menos eso percibí.

Las telas se prolongan hacia abajo porque el autor ideó una especie de tapete que baja verticalmente, hace ángulo con el piso y se prolonga en éste hasta cierta distancia ostentando marcas que probablemente tienen que ver con las dimensiones espacio-tiempo o con las dimensiones del cuadro que los pintores trabajaban en ese momento.

El método de Jusidman, al igual que el de otros pintores del presente y del pasado consiste en retratar primero a su modelo. De cada pintor utilizó dos retratos, disparando dos cámaras colocadas en los extremos del cuadro que cada uno de ellos trabajaba. Así, el cuadro ''los ve".

Todo esto parece muy cuidado dentro de su ortodoxia contemporánea. Pero lo que sentí al ver la exposición del Marco es que existe una ineludible analogía entre los retratos pintados de los colegas de Jusidman y los pacientes Bajo tratamiento del Fray Bernardino. No es que vea moros con tranchete, es que así pueden percibirse las cosas si se ven sin prejuicios (Ƒo será lo contrario?, a saber). Ninguno de los pacientes pintados del Fray Bernardino revela su sicosis, como ninguno de los pintores duplicados revela su cordura. Sin embargo, el máximo interés que ofrecen estos retratos pareados es que el uno no es la réplica de su ''gemelo", como si hubieran transcurrido algunos instantes o minutos entre las acciones.

Antes de enfrentarme con este conjunto yo había visto el que quizá es el mejor de todos (no se encuentra en el Marco). Me refiero al díptico sobre Franco Aceves, a quien conozco bien, no sólo de fisonomía y demeanour, sino sobre todo por medio del diálogo. Aparece con la cabeza un poco ladeada en el óleo del lado izquierdo, sosteniendo el plato de peltre, para allí introducir el pincel. Pero todos estos trabajos convencen, son de un realismo un poco cruel.

Beatriz Ezbán luce un gesto fruncido muy suyo y mira hacia afuera; Francisco Castro Leñero está ceñudo y disgustado (Ƒangst creativo?). Joy Laville parece alelada mientras sostiene el rollo de papel de baño con el que acostumbra a soltar el exceso de agua que conlleva el trabajo a la acuarela o al gouache al mojar el pincel, Manuela Generali, aunque sonríe, se ve tensa; Ray Smith dubitativo y sólo Arnaldo Coen, único que trabaja sentado, luce expresión cordial.

La distancia que guardamos ante ellos como espectadores no es uniforme: estamos más cerca de Laville que de Generali y Francisco Castro. Con Ray hay distancia intermedia en tanto que con Ezbán y Coen estamos casi frente a frente.

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