LETRA S
Diciembre 5 de 2002

Antirretrovirales y farmacodependencia


 

ls-pastillasRoberto Rojas


Desde antes de la aparición de la epidemia del VIH/sida, las personas farmacodependientes, en especial quienes usaban drogas intravenosas, vivían en peligro de una muerte repentina por sobredosis, accidente originado en estado de intoxicación o por el progresivo avance de enfermedades infecciosas. La aparición del VIH añadió una amenaza, aunque no necesariamente la de efectos perjudiciales más inmediatos.

La dependencia a drogas implica generalmente el alejamiento paulatino de quienes son el soporte práctico y emocional del adicto (quizá el único vínculo externo con personas ajenas al mundo de la adicción). Una de las causas de este progresivo aislamiento social radica en la necesidad cada vez más intensa y casi obsesiva por "conseguir la siguiente dosis", lo que a la vez va a generar la pérdida gradual de sus habilidades de razonar, sentir y conducirse de acuerdo con las normas de su entorno social.

Entre los farmacodependientes seropositivos se ha observado una conducta casi de desinterés respecto de su condición serológica, lo que se manifiesta en carencia de temor ante la enfermedad; apatía frente al prognóstico y progreso de la infección, y despreocupación ante la muerte. Estas actitudes se explican, entre otros factores, por una pobre autopercepción y por un elevado índice de negación, lo que conlleva a que frecuentemente los síntomas de la infección sean desvalorizados, falsamente interpretados o incluso ignorados. Esto es, en ocasiones se presentan temores excesivos ante cambios corporales mínimos (por ejemplo hematomas, hongos en los pies, etcétera), y en otras se le resta importancia a enfermedades de alto riesgo vital asociadas con el progreso de la infección con el VIH (por ejemplo una tuberculosis).

Tan pronto como se ha conseguido suprimir o reducir la tendencia obsesiva de consumo y se inicia el tratamiento contra el VIH, se debe considerar una posible desestabilización psíquica del paciente debido a la confrontación directa con su condición de VIH-portador y sus consecuencias adversas sobre su calidad de vida. El soporte médico será considerado o bien como una limitación molesta, o como un recordatorio amenazante de la infección; por ello es común que el médico sea observado no como un aliado, sino como un inquisidor. Si esta desestabilización emocional no es atendida adecuadamente, se puede presentar una recaída o el consumo esporádico de drogas.

Un alto porcentaje de farmacodependientes presenta una acentuada pérdida de la percepción y valoración del tiempo propio y del de los demás, el que muchas veces se encuentra ligado a la obtención de dinero y drogas. Quienes han vivido en el mundo de las drogas por largo tiempo, con frecuencia se comportan como extraños en su propia ciudad y pareciese incluso que perdieron los recursos para organizar sus actividades diarias. Esta inadecuada orientación en tiempo y espacio es uno de los motivos principales por el cual se debe evitar en lo posible un programa complicado de toma de medicación.

Se ha observado que en pacientes con enfermedades crónicas la presencia de metas personales de vida (planes a futuro, perspectiva laboral, familiar, etcétera) se asocia con una ingesta regular de su medicación, incluso a pesar de los efectos secundarios de la misma. Pero mientras mayor es la limitación física y la estigmatización social experimentada, tanto más problemático es el desarrollo de perspectivas vitales y planes futuros, lo que puede conducir a una actitud negativa ante la medicación con el consiguiente efecto perturbador en la adherencia.

Con el propósito inicial de desarrollar en el paciente farmacodependiente una mayor conciencia de temporalidad (ya que los medicamentos deben ser tomados a horas exactas, en dosis exactas) y de responsabilidad respecto de la medicación, se ha diseñado un programa denominado Terapia directamente controlada. En este tipo de intervención el paciente acude a un centro de atención médica todos los días y allí, en presencia del personal de salud, toma sus medicamentos antirretrovirales y en muchos casos recibe a la vez la terapia de sustitución ante las drogas y, esporádicamente, consejería. En estos casos se recomienda una terapia con tres medicamentos antirretrovirales; dos de ellos deben ser INTR (inhibidores nucleósidos de la transcriptasa reversa) y el otro un INNTR (inhibidores no nucleósidos de la transcriptasa reversa).

Hay una nueva propuesta en estudio en la que se plantea que con la ingesta de dos INTR una vez al día, se alcanzaría un nivel adecuado de saturación de estos medicamentos en sangre por 24 horas y por ello se conseguirían los efectos deseados.

Sin embargo, antes de empezar cualquier tratamiento antirretroviral es importante observar si existe alguna interacción (acentuación de los efectos secundarios indeseados o neutralización de los efectos esperados) entre los medicamentos antirretrovirales con:

--los medicamentos utilizadas en el tratamiento de la adicción (por ejemplo metadona en el caso de los heroinómanos),

--algún otro medicamento que se utilice para el tratamiento de enfermedades oportunistas u alguna otra infección, y

--drogas (éxtasis, canabis/mariguana, alcohol) y otros medicamentos (benzodiazepinas, barbitúricos, anfetaminas, etcétera).

Es recomendable además explorar la historia clínica y el estado psíquico del paciente, con el fin de prevenir cualquier tipo de complicación con el tratamiento antirretroviral, causada por alguna otra enfermedad y/o la lesión de algún órgano interno.
 
 

Psicólogo clínico. Actualmente estudia el impacto de la psicoterapia y la actividad deportiva en el mejoramiento de la calidad de vida de personas con VIH/sida y con cáncer en el Instituto de Psicología Clínica y Fisiológica, de la Universidad de Tübingen, Alemania.

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